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sábado, 1 de junio de 2013

LA EUCARISTÍA ES UN FRUTO DEL MISTERIO DE CRISTO.

1.- En la Biblia la palabra no se usa para engañar, la verdad está contenida en la palabra. Esto tiene que ser asumido realmente para superar la mentalidad que hoy nos rodea y a veces nos penetra: separar la palabra de la verdad. Hoy se dicen mentiras para vender un producto de consumo. Se le dice a una persona “sueña un mundo hermoso y constrúyelo con tu propio esfuerzo”, es un decir que no pasa de una ilusión alienante y alucinógena. ¿Dónde están esos mundos o mejor dicho a quien sacan realmente de la realidad de este mundo? Es otro engaño de ideologías seudo-místicas y peor, es una forma de ganar dinero utilizando la sed de absoluto del ser humano actual, que acumula una “insatisfacción tras otra insatisfacción”. Cristo conoce el fondo de los hombres y mujeres de todos los tiempos. Juan 6, 51: “Yo soy el Pan vivo que ha bajado del cielo, dice el Señor; el que coma de este Pan vivirá para siempre”. Cristo, es realmente Pan y es posible comer de este Pan y vivir para siempre. Es la Palabra de Cristo, camino, verdad y vida. No es mera retórica o mero simbolismo lingüístico. 2.- Jesucristo es “Dios que se hizo hombre, no un hombre que se hizo Dios”. Su encarnación es el fundamento de todo su misterio divino-humano. Su Resurrección, Ascensión y presencia mística en medio y dentro de nosotros, sobrepasa la naturaleza y la explicación científica de la realidad. Los argumentos racionalistas que niegan la Presencia real de Cristo en la Eucaristía no pertenecen al mundo Bíblico y al usarlos consecuentemente, terminan por negar la esencia misma del cristianismo. 3.- La Eucaristía tiene un fundamento bíblico muy sólido. En Gn 14, 18-20, hay una referencia sobre el pan y el vino que se ofrecen en la adoración a Dios, antes de la Ley de Moisés. No es ciertamente la Eucaristía, pero sí su figura. Gn. 14, 18-19 “ En aquellos días Melquisedec, rey de Salem, presentó pan y vino, pues era sacerdote del Dios Altísimo, y bendijo a Abram, diciendo: "Bendito sea Abram de parte del Dios Altísimo, creador de cielos y tierra”. Cristo, Dios-hombre, es el significado final de este ritual, que es superado por su propio sacrificio en la cruz, donde ofrece su cuerpo y sangre para la salvación del mundo. En 1ªCor 11, 23-26, San Pablo, relaciona la Eucaristía con la Cruz de Cristo. Habla de una transmisión o tradición que viene desde la última cena. Dice: “Hermanos: Yo recibí del Señor lo mismo que les he transmitido: Que el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan en sus manos, y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía". Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: "Este cáliz es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Hagan esto en memoria mía siempre que beban de él". Por eso, cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que vuelva”. La muerte del Señor: la cruz de Cristo, su sacrificio para nuestra salvación. 4.- Creer en la presencia real de Cristo en la Eucaristía no es magia, como no es magia la Encarnación o Ascensión del Señor. El misterio de la Eucaristía se encuentra en el mismo misterio de Cristo. En Lc 9, 11-17, se nos narra un hecho de Cristo, que no es accidental a su forma de ser: hace un milagro de amor, porque él mismo es amor. No ama a veces, como sucede entre los seres humanos. Ama siempre. En él no hay pecado. Los apóstoles le dicen a Jesús, que hay una multitud de personas que necesita comer algo y le sugieren que las despida para que vayan a las aldeas, donde puedan encontrar alimentos y alojamiento. Pero, él no las despide. Lc 9, 13-15 “El les contestó: "Denles ustedes de comer". Pero ellos le replicaron: "No tenemos más que cinco panes y dos pescados; a no ser que vayamos nosotros mismos a comprar víveres para toda esta gente". Eran como cinco mil varones. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "Hagan que se sienten en grupos como de cincuenta". Así lo hicieron, y todos se sentaron”. Luego dice: Lc 9, 16-17 “Después Jesús tomó en sus manos los cinco panes y los dos pescados, y levantando su mirada al cielo, pronunció sobre ellos una oración de acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, para que ellos los distribuyeran entre la gente. Comieron todos y se saciaron, y de lo que sobró se llenaron doce canastos”. ¿No puede él mismo ser Pan bajado del cielo como lo dice expresamente? 5.- Cristo es el “Cordero que está de pie, a pesar de haber sido sacrificado” en pleno centro del Trono Celestial. Y es por él y a el que cantan y alaban todos los Ángeles y Santos del Cielo (Ap. 5, 6-14). Este mismo Cristo-cordero es el que está realmente en el Pan y el Vino consagrados, que son el cuerpo y sangre de Cristo en la Eucaristía. En la Misa se manifiesta el misterio de Cristo, que no es un enigma o un arcano esotérico. Cristo venció la muerte y vive en nosotros. “¡Qué sublime humildad: Que el Señor de todo el universo, Dios e Hijo de Dios, se humille así bajo la forma de un trocito de pan para nuestra salvación!”, nos dice San Francisco de Asís. “Reconoced en el Pan de la Eucaristía a Aquél que colgó de la Cruz”, nos dice San Agustín. ¿No podemos ver a Jesús? Cara a cara no lo podemos ver igual como lo vieron los apóstoles. Pero, nos dice San Juan Crisóstomo que sí lo vemos, que lo tocamos. ¡Que hasta lo comemos! “El se da a ti, no sólo para verlo, sino también para ser alimento y nutrición para ti”. La Madre Teresa de Calcuta expresa muy bien la muestra de Amor de Dios que es la Eucaristía: “Cuando vemos el Crucifijo, podemos comprender cuánto nos amó Jesús entonces. Cuando vemos la Sagrada Hostia comprendemos cuándo nos ama Jesús ahora.” Sin la fe teologal y la acción del mismo Cristo en nosotros, confirmada por el Espíritu Santo, no podemos expresar lo que dijeron los santos mencionados. La Eucaristía ilumina toda la profundidad del cristianismo. Es luz en la luz del misterio de Cristo. 6.- Cantemos al sacerdocio eterno de Cristo con el Salmo 109. Tú eres Sacerdote para siempre. “Esto ha dicho el Señor a mi Señor: "Siéntate a mi derecha; Yo haré de tus contrarios el estrado donde pongas los pies". Extenderá el Señor desde Sión tu cetro poderoso y dominarás al enemigo. Es tuyo el señorío; el día en que naciste en los montes sagrados, te consagró el Señor desde el alba. Juró el Señor y no ha de retractarse: "Tú eres Sacerdote para siempre, como Melquisedec". La Misa no es un simple ritual: es Cristo mismo en medio de nosotros. Celebramos con Cristo lo que hemos vivido y vivimos con él, lo que hemos celebrado. Mario Andrés Díaz Molina: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule.

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