Entradas populares

sábado, 3 de agosto de 2013

NO PODEMOS VIVIR SIN LO EFÍMERO, PERO SOLAMENTE EN DIOS ENCONTRAMOS EL FUNDAMENTO ABSOLUTO DE NUESTRAS VIDAS.

NO PODEMOS VIVIR SIN LO EFÍMERO, PERO SOLAMENTE EN DIOS ENCONTRAMOS EL FUNDAMENTO ABSOLUTO DE NUESTRAS VIDAS. 1.- Decir que los bienes materiales no valen nada, es falso. Vivimos, respiramos en el mismo vientre de la materia. Lo temporal, lo efímero penetra nuestra existencia cotidiana, nos impulsa a trabajar, a establecer derechos y deberes, etc. Nuestra historia se escribe en el tiempo y Dios mismo se hizo hombre para habitar entre nosotros. Existimos entre un polo material y un polo espiritual y nuestra existencia humana sobre lo material genera los bienes culturales que superan lo material sin destruirlo o negarlo. Después de satisfacer el hambre y otras necesidades que posibilitan seguir viviendo, se hace posible aspirar a otros valores superiores; después de establecer la justicia social, florece la paz y fraternidad por sobre las diferencias sociales que no suponen la explotación y el abuso del prójimo. Toda espiritualidad se desarrolla sobre lo material, sobre lo corporal y lo económico. 2.- En Qo. 1, 2; 2, 21-23 (Eclesiastés) se habla de lo efímero, de lo transitorio de la vida humana. Pero, no se habla de un desprecio por lo temporal. “Todas las cosas, absolutamente todas, son vana ilusión. Hay quien se agota trabajando y pone en ello todo su talento, su ciencia y su habilidad, y tiene que dejárselo todo a otro que no lo trabajó. Esto es vana ilusión y gran desventura. En efecto, ¿qué provecho saca el hombre de todos sus trabajos y afanes bajo el sol? De día dolores, penas y fatigas; de noche no descansa. ¿No es también eso vana ilusión?”. Este libro escrito 200 años antes de Cristo, con sumo realismo nos describe lo pasajero del placer, del bienestar, del poder, etc. pero, tiene claro que no podemos dejar de vivir en esta fragilidad existencial. Esta reflexión apunta a la necesidad humana de encontrar una “vitalidad absoluta” o una verdad que no esté sometida a la ley de lo mudable. Toda la Biblia nos habla de la presencia permanente de Dios en la historia del mundo. Dios no es una mera creencia, está presente en la misma respiración del ser humano. El hombre y mujer son libres para querer crecer en lo espiritual o trascendental y encontrarse y reconciliarse con Dios, porque no están determinados como los animales, que solamente funcionan en base a instintos no-libres, sin conciencia moral. Pero, la iniciativa salvífica que hace posible este encuentro con Dios, es primero divina y después una respuesta humana activa. 3.- El cristianismo es un humanismo existencial que no niega lo divino para afirmar lo valioso del hombre y de su historia. La experiencia cristiana como sabiduría es una valoración permanente de la realidad secular, de la vida, etc. donde la escala de valores tiene como centro y supremo valor a Dios que se hizo tangible en la encarnación del Verbo, de Cristo. En Col. 3, 1-5. 9-1 Pablo nos invita muy claramente a ocuparnos “de los bienes de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios”. San Pablo insiste: “Pongan todo el corazón en los bienes del Cielo, no en los de la tierra”. Este “poner el corazón” es centrar toda la vida en la presencia de Dios que nutre nuestra existencia de sentido y felicidad: somos creaturas e hijos adoptivos de Dios, por Cristo, el Hijo. 4.- El evangelio de Cristo, insiste siempre en nuestra necesidad de Dios. Todo lo creado es bueno y el hombre y mujer necesitan de los bienes temporales. Pero, darle un valor absoluto a los bienes materiales o humanos es un “desorden radical” que nos separa de Dios, único ser que puede pedir todo al hombre y mujer, porque es el único creador y salvador absolutamente necesario para la existencia del ser humano. Acumular bienes y poder para sí mismo, es un mal muy presente en la vida de los hombres y mujeres de todos los tiempos. El consumismo egoísta de bienes temporales es un mal antiguo. Hoy es un pecado social de la economía de mercado dominada por grupos de poder que no consideran a las personas como prójimos o hermanos, sino como consumidores y meros productores de bienes de consumo. En Lc. 12, 13-21 se dice: “Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea” .Un hombre tenía como un proyecto central de su vida: acumular una cosecha abundante y para esto quería construir un granero más grande que el que tenía. “Pero Dios le dijo: ¡Insensato! Esta misma noche vas a morir. ¿Para quién serán todos tus bienes? “Esto mismo le pasa al que amontona riquezas para sí mismo y no se hace rico de lo que vale ante Dios”. 5.- “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia y lo demás se les dará por añadidura” (Mt. 6, 33). “No acumulen tesoros en la tierra... Reúnan riquezas celestiales que no se acaban... porque donde están tus riquezas, ahí también estará tu corazón”. (Mt. 6, 19-21 y Lc. 12, 33-34). Estos textos han sido usados para intentar acallar los legítimos reclamos de los pobres, por quienes no sufren las necesidades de la pobreza dura. Hoy hacen mucha falta, agentes pastorales que vivan realmente “el espíritu evangélico de pobreza” que enseñen con testimonio sincero, una vida solidaria abierta a lo divino. 6.- Cantemos con el Salmo 89. Señor, ten compasión de nosotros. “Tú haces volver al polvo a los humanos, diciendo a los mortales que retornen. Mil años son para ti como un día, que ya pasó; como una breve noche. Nuestra vida es tan breve como un sueño semejante a la hierba, que despunta y florece en la mañana y por la tarde se marchita y se seca. Enséñame a ver lo que es la vida y seremos sensatos. ¿Hasta cuándo, Señor, vas a tener compasión de tus siervos? ¿Hasta cuándo? Llénanos de tu amor por la mañana y júbilo será la vida toda. Que el Señor bondadoso nos ayude y dé prosperidad a nuestras obras”. Esta petición es fundamental en la fe cristiana: “Enséñanos a ver lo que es la vida y seremos sensatos”. El cristianismo no es un “platonismo popular” que desprecia lo temporal o material. El cuerpo no es la “cárcel del alma”. Lo que nos enseña el único Hijo de Dios encarnado, Jesucristo, es que lo temporal, lo material, lo humano separado de Dios, nunca podrá ser equivalente a Dios: solamente Dios es el fundamento, centralidad y finalidad de la vida humana. Lo temporal tiene su sentido en esta centralidad divina. Mario Andrés Díaz Molina: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule.