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viernes, 7 de junio de 2013

LA SANACIÓN DE JESUCRISTO.

LA SANACIÓN DE JESUCRISTO. 1.- Lo que la cultura judía, donde Jesucristo nació, vivió y anunció el Reino de Dios, entendía por enfermedad, curación o sanación, no es equivalente a lo que hoy la ciencia médica moderna define como enfermedad o curación o salud. Se pensaba que la enfermedad era consecuencia del pecado o de la acción del demonio o espíritus del mal. Esto tenía consecuencias sociales y religiosas, de hecho hacía de un enfermo una persona marginada de la sociedad civil-religiosa de la época. La misma persona enferma se sentía maldita o castigada por Dios. En este contexto hay que entender el ministerio de sanación de Jesucristo. En Mt 11,2-6 y Lc 7,18-23 se presentan las curaciones de Jesús como signos de su mesianidad. El mismo Jesús se refirió a sí mismo dos veces utilizando la imagen del médico (Mc 2,17; Lc 4,23). Se puede afirmar que la salvación de Cristo asume todo lo que oprime al ser humano. De lo contrario no sería el verdadero y único salvador del mundo. 2.- La antropología bíblica no es dualista como la griega y no se reduce a un espiritualismo que desprecia lo material. Esto hay que tenerlo asumido para no leer algunos textos bíblicos con un filtro dualista que está en el fondo de ciertas lecturas erróneas de la biblia que hablan de lo espiritual como una negación de lo terrenal o sensible o estructurado culturalmente. Esto significa que Dios tiene que ver con la realidad corporal y no solo espiritual del ser humano. Esta concepción de un Dios sanador y restaurador del hombre total está en la biblia. En el nuevo mundo de Dios, toda la creación será perfeccionada, no solo el alma humana. La resurrección es del cuerpo humano para unirse a un alma vivificada por la vida divina. Inmortalidad y resurrección terminan fusionándose en el nuevo testamento. La sanación de Jesucristo es del cuerpo y del alma y sobre todo es una reincorporación a la sociedad fraternal de los “sanados integralmente”: la Iglesia. 3.- Jesús fue un sanador popular al estilo de Elías, y se entendió a sí mismo como mediador de la sanación que viene de Dios. En 1ª Re 17, 17-24 se describe con mucho detalle el ministerio de sanación divina de Elías. La muerte, resultado final de una enfermedad grave, es superada por el poder misericordioso de Dios. Solamente Dios resucita a un muerto. Hemos puesto en la penumbra este aspecto salvífico-sanador de Dios. Cristo aparece en algunas visiones deformadas de su persona, como un maestro parecido a Buda o un sabio cualquiera. O un revolucionario atrapado en una ideología de emancipación socio-política. Cristo asume todo esto, pero es mucho más, porque tiene que salvar a todo el hombre, no solo su periferia. La muerte no está sobre el poder de Cristo. La muerte es el límite de toda liberación temporal. Solamente el Resucitado puede incorporar las legítimas liberaciones realizadas en la historia, en la salvación eterna y final, de la nueva humanidad restaurada en Cristo, superando el límite de la muerte 4.- En Lc 7, 11-17, Jesús, resucita al hijo de una viuda. Desde nuestra mentalidad podemos hacernos estas preguntas ¿por qué no la consoló recordándole las palabras de los Profetas y así dejarla tranquila y resignada? La muerte es natural y hay que aceptar esta realidad dramática e inevitable. ¿Por qué no le dijo que se resignara y esperara el día de la resurrección, según la creencia judía? Cristo, es el salvador. El es la vida eterna en ese mismo momento. Sana y libera de la muerte. El joven resucitado volverá a morir, pero la muerte fue vencida y la resurrección está vinculada a la inmortalidad vivificada por Cristo, único salvador. Cristo supera una muerte alejada de Dios, en espera del salvador prometido. En este sentido podemos entender, la purificación o sanación más allá de la muerte, como un fruto de la acción redentora de Cristo. No es un lugar de purificación, es el mismo amor de Dios el que sana las heridas que quedan del pecado, después de la conversión y cambio de vida. En este mismo sentido la santificación de la gracia, es una sanación definitiva. 5.- “Las sanaciones de Jesús muestran su cercanía a los marginados. Los enfermos, y por causa de ellos sus familias, tenían que soportar una situación de sospecha y marginación. La idea que entonces se tenía de la enfermedad acentuaba esta condición social de marginación (recordemos p.e. la situación de los padres en el relato de la curación del ciego de nacimiento de Jn 9). El hecho de que Jesús se acerque a ellos y se deje tocar por ellos, o de que los cure de formas poco ortodoxas, era un atentado contra las normas de pureza que gobernaban la sociedad palestina del siglo primero. Jesús no tuvo inconveniente en transgredir estas normas, pues sólo así podía acercarse a los que estaban en situaciones más marginales. Finalmente, sus curaciones son un signo de que el Reinado de Dios está empezando a llegar. Los profetas habían anunciado que la curación de los cojos, ciegos, sordos, etc. sería el signo de que se cumplían las promesas de Dios. Jesús se refiere a esta profecía para explicar sus curaciones (Mt 11,2-5 = Is 35,5-6)”. 6.- En Gal 1, 11-19 el apóstol Pablo insiste en el carácter divino de su conversión y apostolado. Llama la atención la relación que Pablo tiene con Pedro, estuvo 15 días con él. Lo carismático auténtico siempre se armoniza con lo jerárquico de la Iglesia. Lo jerárquico es una autoridad espiritual que no se fundamenta en la opresión. Sería contradictorio con la naturaleza fraternal de la Iglesia. No sería una Iglesia sanadora o liberadora, signo sacramental universal de salvación. Los signos de sanación están siempre presentes en la vida cristiana. Pedro, realizó sanaciones por el poder de Cristo. Lo mismo los demás apóstoles. Anunciar a Cristo está vinculado a los signos mesiánicos de sanación y liberación de malos espíritus. Esto es posible por estar unidos a Jesús resucitado. Lo que se dice del Evangelio, se dice de los signos que se manifiestan en su propagación. Es la Iglesia, magisterio y fieles, la que debe discernir la autenticidad de una sanación por el poder de Cristo. Es decir, en el orden espiritual o religioso hay “sanaciones y sanaciones” y es necesario saber discernirlas. 7.- Cantemos con el Salmo 29 la presencia salvadora, sanadora, de Dios. Te alabaré, Señor, eternamente. “Te alabaré, Señor, pues no dejaste que se rieran de mí mis enemigos. Tú, Señor, me salvaste de la muerte. Alaben al Señor los que lo aman, den gracias a su nombre, porque su ira dura un solo instante y y su bondad dura toda la vida. El llanto nos visita por la tarde; y en la mañana, el júbilo. Escúchame Señor, y compadécete; Señor, ven en mi ayuda. Convertiste mi duelo en alegría, te alabaré por eso eternamente”. Cristo sana hoy, lo más esencial de nuestro ser marcado por la muerte y nos incorpora a su Cuerpo místico y eterno. La sanación definitiva es la que nos da la vida eterna, por los méritos de Cristo. La Iglesia sanadora, asume el dolor y enfermedad, principalmente en el sacramento de la Unción de los Enfermos, los otros sacramentos y en las obras de solidaridad y servicio. Mario Andrés Díaz Molina: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule.

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