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viernes, 24 de mayo de 2013

LA SANTÍSIMA TRINIDAD Y LA TRANSFORMACIÓN DEL MUNDO.

1.- Dios no es una energía impersonal interna o externa, que puede ser manipulada por medio de técnicas mentales inspiradas en un ocultismo panteísta. Dios es un ser que ama, que crea, que salva, que sana y esto supone inteligencia y libertad. Una energía impersonal que se confunde con la naturaleza no es libre ni inteligente. Amar sin libertad no es amar, es otra cosa, fatalismo o instinto. Amar es una realidad personal y personalizante. Para el cristianismo católico Dios es un ser “tri-personal”: tres personas en un solo Dios eterno. La Biblia nos revela en forma progresiva esta verdad fundamental que termina de revelarse con la Encarnación de Cristo. Es una doctrina bíblica original. Pretender encontrar fuera de la biblia esta doctrina, es forzar y falsificar otras creencias no- cristianas. En el Antiguo Testamento encontramos un Dios personal que fluye por la vitalidad de la creación, pero no se confunde con el cosmos. No es una energía cósmica. Es un Dios-Sabiduría que la poesía hebrea intenta describir con hermosura vital, sobre todo, su trascendencia y eternidad. Esta sabiduría es coeterna y está en Dios. Dice Prov. 8,22-26: “El Señor me poseía desde el principio, antes que sus obras más antiguas. Quedé establecida desde la eternidad, desde el principio, antes de que la tierra existiera. Antes de que existieran los abismos y antes de que brotaran los manantiales de las aguas, fui concebida. Antes de que las montañas y las colinas quedaran asentadas, nací yo. Cuando aún no había hecho el Señor la tierra ni los campos ni el primer polvo del universo”. Esta “sabiduría divina” es una “personalización” que se manifiesta a los seres humanos. Prov. 8, 30-31: “yo estaba junto a Él como arquitecto de sus obras, yo era su encanto cotidiano; todo el tiempo me recreaba en su presencia, jugando con el orbe de la tierra y mis delicias eran estar con los hijos de los hombres". 2.- Dios se refleja en la creación, sin confundirse con ella. Esto es muy importante para no perder el verdadero sentido de lo divino y de lo humano. Dios es en sí mismo el fundamento de la centralidad del hombre-mujer en el universo. Esta relación Dios-hombre-naturaleza es una comunión de vida. Es una religación salvadora y santificadora que inspira la admiración del amor creyente. Cantemos con el Salmo (8): ¡Qué admirable, Señor, es tu poder! “Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas, que has creado, me pregunto: ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, ese pobre ser humano para que de él te preocupes? Sin embargo, lo hiciste un poquito inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad; le diste el mando sobre las obras de tus manos y todo lo sometiste bajo sus pies. Pusiste a su servicio los rebaños y las manadas, todos los animales salvajes, las aves del cielo y los peces del mar, que recorren los caminos de las aguas”. 3.- En Rm 5, 1-5 San Pablo nos dice que la “fe-vivencial” nos une a Dios y la vida humana queda asumida por “la justificación por la fe” que transforma la existencia de los hombres y mujeres creyentes. El unirse a Dios, introduce en la realidad mundana, la acción transformadora del Espíritu divino que “renueva la tierra”, donde se hace concreta la historia de la salvación. El “mundo de la gracia” tiene su realización en medio de nosotros, personas comunes y corrientes, pero que han creído, esperan y aman y amarán más allá de la muerte. Rm 5, 1-2 “Ya que hemos sido justificados por la fe, mantengámonos en paz con Dios, por mediación de nuestro Señor Jesucristo. Por El hemos obtenido, con la fe, la entrada al mundo de la Gracia, en el cual nos encontramos; por El, podemos gloriamos de tener la esperanza de participar en la gloria de Dios”. La gloria de Dios es eterna. Participar en la “Gloria de Dios” es una inmortalidad gloriosa para el cristiano. La Trinidad existe en medio del mundo, sin confundirse con ninguna forma de energía. Dios no tiene como función enfrentarse con el mundo, donde existimos: lo transforma para bien. Nuestra vida necesita ser salvada, liberada y sanada desde su misma raíz. Creer-esperar-amar, implica crecer en valores que transforman desde dentro la realidad mundana donde vivimos. La paciencia de ir cambiando de vida en medio del dolor, no es vana. El cristiano vive la esperanza como una fuerza fundada en el amor. El amor es central en la experiencia religiosa. Esto es un fruto de Espíritu Santo, que viene del Padre y de Jesucristo. Dice en: Rm 5, 3-5 “ Más aún, nos gloriamos hasta de los sufrimientos, pues sabemos que el sufrimiento engendra la paciencia, la paciencia engendra la virtud sólida, la virtud sólida engendra la esperanza y la esperanza no defrauda, porque Dios ha infundido su Amor en nuestros corazones, por medio del Espíritu Santo, que El mismo nos ha dado”. El amor es inmortal y nos une con Dios, porque viene de Dios. 4.- Sin la Encarnación del Hijo de Dios, no habría sido posible la revelación del misterio de la Santísima Trinidad. La Trinidad no es una doctrina construida desde la racionalidad humana. Tampoco se reduce a un dogma teórico. Es una característica esencial del cristianismo. Sin Trinidad no hay cristianismo. Sin el don de la fe no es posible crecer en una “espiritualidad trinitocéntrica”. En Jn 16, 12-15 se nos revela la relación de Cristo con el Padre y con el Espíritu Santo. Dice: “Aún tengo muchas cosas que decirles, pero todavía no las pueden comprender. Pero, cuando venga el Espíritu de verdad, El los irá guiando hasta la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá lo que haya oído y les anunciará las cosas que van a suceder. El me glorificará, porque primero recibirá de Mí lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho que tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes". Es la unidad intra-trinitaria, modelo viviente y eterno de unidad y comunicación entre personas libres y creadoras de todo bien. Un Dios único y comunidad eterna de amor, no produce intolerancia ni un fanatismo religioso. Al contrario, nos enseña a construir un mundo nuevo de fraternidad con un Padre Universal, con un Hijo, que nos hace hijos en este Hijo y nos vivifica en un Espíritu divino, para ser transformados y transformar el mundo en una nueva sociedad armonizada con Dios, la naturaleza y humanidad, donde se hacen posibles todas las utopías solidarias que no fueron excluyentes o genocidas. Estamos llamados a transformar este mundo de injusticia, en un mundo de justicia y amor, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Mario Andrés Díaz Molina: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule.

viernes, 17 de mayo de 2013

EL ESPÍRITU SANTO, EN LA EXPERIENCIA RELIGIOSA.

1.- El cristianismo es imposible sin el Espíritu Santo. No hay “religión verdadera” sin “el soplo del Espíritu de Dios”. En Hech. 2, 1-11, se narra un “hecho religioso” fundamental en la vivencia espiritual de los apóstoles. Experiencia que pertenece a la estructura misma de la fe-esperanza-amor de un cristiano. La fe se manifiesta en el fondo mismo del sujeto creyente, que como persona es un ser social. Los cristianos viven su encuentro con Dios en comunidad. Hech. 2, 1 “El día de Pentecostés, todos los discípulos estaban reunidos en un mismo lugar”. La fe es intrínsecamente eclesial. Desde la soledad de un monasterio contemplativo, siempre se ora por la Iglesia y la humanidad. La historia humana es un contexto permanente de la vida de fe. La espiritualidad nunca será una evasión. La “religiosidad del Espíritu Santo”, siempre se vive dentro de la situación material de la vida. En Hech. 2, 2 Se describe un fenómeno teofánico que no está fuera del tiempo ni es alucinógeno. Dice: “De repente se oyó un gran ruido que venía del cielo, como cuando sopla un viento fuerte, que resonó por toda la casa donde se encontraban”. Dios se manifiesta dentro de la sensopercepción humana, eleva al creyente sobre lo sensible, pero no lo saca de la realidad, evitando la alienación seudo-religiosa. 2.- Lo más inefable de lo espiritual, nunca anula la natural vivencia humana. Los dones de Dios, nunca deterioran la sensibilidad de los hombres y mujeres: la asumen. Nunca atropellan la conciencia personal que experimenta la vida divina. Dios habla desde los sentidos elevándolos a su intimidad misteriosa. En Hech. 2, 3 hay un signo sacramental: un fuego que expresaba una realidad que sobrepasaba lo sensible de ese fuego. Dice: “Entonces aparecieron lenguas de fuego, que se distribuyeron y se posaron sobre ellos”. El Espíritu Santo, absolutamente espiritual, inmaterial, eterno, divino y que está fuera de los condicionamientos del tiempo-espacio, se hace cercano, tangible y sobre todo, penetra en la realidad personal del creyente y lo dota de una dimensión sobre-natural, que no deshumaniza ni enajena; al contrario, promueve la comunicación humana que personaliza y socializa; desarrollando el amor al prójimo, al Otro, posibilitando la Iglesia-cuerpo místico de Cristo, como sociedad del amor. Sin el Espíritu Santo, no hay Iglesia ni magisterio ni misión evangelizadora ni santificación de los cristianos y hombres y mujeres de buena voluntad de otros credos o culturas. 3.- En Hech. 2, 4 dice: “se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en otros idiomas, según el Espíritu los inducía a expresarse”. La religión espiritual es una realidad cultural. El ser humano es encontrado por Dios dentro de una cultura. Un elemento central de toda cultura es el lenguaje, el idioma. El lenguaje encierra de alguna manera, las complejidades de las razas humanas. La diversidad de civilizaciones, formas culturales de sentir y representar la naturaleza, es un tema antropológico universal. Dios respeta esta creación humana. La libertad moral está situada en esta diversidad. Dios se incorpora en la humanidad, se encarna y para hacerlo tiene que nacer, crecer, trabajar, creer, esperar y amar, dentro de una cultura y religiosidad, que no es un sincretismo ni mezcla de creencias con el pretexto de universalidad. Cristo fue un judío que sintió, vivió y murió penetrado por la cultura, sicología y valores judíos. Esta realidad natural-histórica, en la vida de Cristo, llegó a su plenitud: el pueblo de Israel tenía la misión de preparar la venida del mesías, único salvador del mundo. De un particularismo cultural se pasó a un universalismo que sin anular lo particular, lo rescata desde la única luz que ilumina: el Verbo encarnado de Dios, quien nos envía al Espíritu Santo. 4.- La religación cristiana, une al hombre-mujer con Dios, sin sacarlo de su realidad terrenal. Esta realidad, sin ser divina ni parte de Dios, es vivificada por el único creador-salvador del mundo. El Salmo103, le canta a esta presencia espiritual de Dios. “Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra. Aleluya. Bendice al Señor, alma mía; Señor y Dios mío, inmensa es tu grandeza. ¡Qué numerosas son tus obras, Señor! La tierra llena está de tus creaturas. Si retiras tu aliento, toda creatura muere y vuelve al polvo. Pero envías tu Espíritu, que da vida, y renuevas al aspecto de la tierra. Que Dios sea glorificado para siempre y se goce en sus creaturas. Ojalá que le agraden mis palabras y yo me alegraré en el Señor”. 5.- En 1Cor 12, 3-7. 12-13, se describe la acción del Espíritu Santo en la comunidad eclesial. La Iglesia es un cuerpo vivificado por el Espíritu divino. La fe no es una ideología, es un don que recibimos del Espíritu. 1Cor 12, 3 dice: “Nadie puede llamar a Jesús "Señor", si no es bajo la acción del Espíritu Santo”. Toda la vida eclesial se fundamenta en los dones de Dios. 1Cor 12, 4-7 “Hay diferentes dones, pero el Espíritu es el mismo. Hay diferentes servicios, pero el Señor es el mismo. Hay diferentes actividades, pero Dios, que hace todo en todos, es el mismo. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común”. Cristo es la Iglesia, por sobre lo humano que posee defectos y cualidades. Por sobre los errores humanos, la Iglesia permanece y Cristo está presente en esta comunidad universal. Queda el testimonio de los fieles sinceros que denuncia la infidelidad de los falsos creyentes. Esta fe se vive en la diversidad cultural desde el misterio de la Iglesia-cuerpo místico de Cristo. 1Cor 12, 12-13 “Porque así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros y todos ellos, a pesar de ser muchos, forman un solo cuerpo, así también es Cristo. Porque todos nosotros, seamos judíos o no judíos, esclavos o libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo, y a todos se nos ha dado a beber del mismo Espíritu”. 6.- A los apósteles les dice Cristo: "La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío Yo". Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Reciban al Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar". Jn 20, 21-23. El perdón no se vive en un mundo aparte, alejado de un hombre-mujer podridos, repercute en la historia humana. El perdón que es divino, en el misterio de la Iglesia-cuerpo místico de Cristo, se hace signo salvífico. El arrepentimiento es un aspecto central de la redención. Sin arrepentimiento no hay salvación. Pero, el ser humano necesita del don divino del arrepentimiento. El Espíritu Santo hace realizable el arrepentimiento y el perdón como proceso interior. Esto supone una claridad de conciencia y una disposición moral para arrepentirse libremente del error cometido y así recibir el perdón de Dios, que justifica un ministerio y sacramento del perdón. Es un hecho radical, que viene de Dios, pero se vive en este mundo, entre los hombres y mujeres. Nosotros mismos necesitamos perdonar y ser perdonados, esto es un don del Espíritu de Dios. Mario Andrés Díaz Molina: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule.

viernes, 10 de mayo de 2013

LA ASCENSIÓN DE JESUCRISTO.

1.- La ascensión de Jesucristo, fue un hecho real y necesario para nuestra salvación. Hay una unidad Pasión-Muerte-Resurrección-Ascensión-Pentecostés, que tiene una consistencia salvífica. Los apóstoles vivieron este proceso ente luces y sombras, pero el misterio terminó por ser asimilado por ellos. Jesús acompañó este proceso desde el comienzo. Con su palabra directa los fue preparando. Les dice: “He deseado muchísimo celebrar esta Pascua con ustedes... porque ya no la volveré a celebrar hasta...” (Lc. 22, 15-16). “Me voy y esta palabra los llena de tristeza”. (Jn. 16, 6) “Ahora me toca irme al Padre... pero si me piden algo en mi nombre, yo lo haré”. (Jn. 14, 12-13) “En verdad, les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, no podrá venir a ustedes el Consolador. Pero si me voy, se los enviaré... les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho” (Jn. 16, 7 y14, 26) En el Libro de los Hechos de los Apóstoles está registrado: “Se les apareció después de la pasión, les dio numerosas pruebas de que estaba vivo y durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino de Dios. Un día, les mandó: ‘No se alejen de Jerusalén. Aguarden aquí a que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que ya les he hablado... Dentro de pocos días serán bautizados con el Espíritu Santo’” (Hch. 1, 3-5). Era la promesa de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. 3.- La ascensión no es un alejamiento de Jesucristo del mundo. El Espíritu Santo podrá “venir”, como consecuencia de esta acción salvífica del Hijo de Dios, a recrear el “proyecto original de Dios Padre”. La ascensión del Señor, hace posible su propia presencia misteriosa y real en nuestras vidas. Cristo ascendió para superar el tiempo y el espacio. Por la ascensión, el cielo está aquí en medio de la vida cotidiana. Lo celestial no se reduce a lo que está arriba o en un lugar lejano. El cielo, como don de Cristo, lo encontramos en la realidad de este mundo; es una experiencia de vida unida a Dios, no una ilusión alienante. 4.- El mundo con sus valores y anti-valores, está bajo el poder de Cristo resucitado y glorificado. Al final de la historia se terminará de vencer el mal para siempre. La cruz asumida y bendecida por Dios, podrá ser pesada y dura, incluso se podrá morir sobre ella, pero, nunca matará la esperanza, fe y amor. Los cristianos auténticos sufren y mueren, pero con Cristo resucitado. El Espíritu Consolador habita en ellos. Lo celestial, como don divino, es asumido desde la realidad temporal. La ascensión es una alegría que fortalece la esperanza de los fieles, es una fiesta de consolación y sanación profundas. El realismo cristiano del dolor y mal presente en el mundo, es también realismo del “bien divino” que transforma, cura, santifica, libera y consuela eficazmente a los que aceptan libremente creer, esperar y amar. “Hay que transformar la tierra en cielo, nuestra realidad cotidiana en una vida plena y alegre. La esperanza cristiana nos hace mirar la tierra para trabajar por su transformación y hacer de la tierra el cielo. Nuestra resurrección ya ha comenzado y también nuestra ascensión. Nos dejamos atraer por el mismo Jesús hacia Él y hacia el Padre, por la misma fuerza que tiene como Resucitado y glorificado”. Licdo Orlando Carmona. “La valoración de las diversas perspectivas resaltadas por la tradición cristiana, especialmente por los padres, ha estimulado a la teología actual a ilustrar el contenido doctrinal de la ascensión en la óptica eclesiológica, antropológica y cósmica. Por lo que se refiere a la perspectiva antropológica, la reflexión teológica actual muestra que la corporeidad del hombre, que tanto se exalta y hasta se idolatra hoy bajo algunos aspectos, mientras que en otros aspectos se la profana y se la vive con tanta superficialidad, recibe de la verdad de fe de la ascensión una poderosa inyección de sentido y de esperanza. y por lo que se refiere a la perspectiva cósmica, indica que la inserción del hombre en el cosmos, que hoy tanto se siente, incluso a nivel de conciencia ecológica, encuentra una motivación profunda en la perspectiva de salvación garantizada y prometida por Dios en la corporeidad humana de Jesús, límite de este mundo”. G.Lammarrone. 5.- La humanidad de Cristo tenía que ser glorificada y su divinidad, hacerse visible a través de su Iglesia-cuerpo místico. Lo santo, como experiencia teofánica, es fascinante, pero no nos saca de la realidad. Siempre el creyente es llamado por Dios a vivir una verdad que transforma la realidad de este mundo. “Y mientras los bendecía, se fue apartando de ellos y elevándose al cielo”. (Lc. 22,51). Los apóstoles quedaron impactados mirando al cielo. Los dos Ángeles que menciona el texto les dijeron: “¿Qué hacen ahí mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al Cielo, volverá como lo han visto alejarse” (Hech. 1,11). La vida de fe se nutre de vivencias abiertas a la trascendencia y no de ideologías sin frutos espirituales. La palabra del Señor escuchada y vivida sacramentalmente: Eucaristía, Reconciliación, etc. fortalece nuestra esperanza y nos hace crecer interiormente. La ascensión de Jesucristo nos permite superar un dualismo cielo-mundo. Un arriba y un abajo míticos. Dios, está en medio de la historia. Podemos ir cambiando el mundo ahora y acercar la escatología. “En la Casa de mi Padre hay muchas mansiones, y voy allá a prepararles un lugar... Volveré y los llevaré junto a mí, para que donde yo estoy, estén también ustedes” (Jn. 14,2-3). Mario Andrés Díaz Molina: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule.

sábado, 4 de mayo de 2013

POESIA LIRICA PARA EL DIA DE LA MADRE.

1.-‘El Rosario de mi madre’, de Salvador Rueda. Este hombre de letras español cultivó, entre otros géneros literarios, la poesía. De entre sus muchos poemas destaca uno dedicado a su progenitora, ‘El rosario de mi madre’, del que incluimos un extracto a continuación: "Donde los dedos al rezar pusiste, como quien reza a Dios ante el santuario, en mis horas de enfermo solitario voy poniendo los besos que me diste." 2.- ‘Madre, llévame a la cama’, de Miguel de Unamuno. Uno de los escritores de mayor renombre de la Generación del ’98, Unamuno se dedicó, sobre todo, a la novela, escribiendo obras tan famosas como ‘San Manuel, bueno, mártir’. También produjo poesía, y dedicó el poema ‘Madre, llévame a casa’ a su madre. Uno de sus versos lee así: "Madre, llévame a la cama. Madre, llévame a la cama. Madre, llévame a la cama, que no me tengo de pie. Ven, hijo, Dios te bendiga y no te dejes caer." 3.- ‘Madrecita mía’, de Gabriela Mistral. Poetisa y diplomática chilena, Gabriela Mistral fue la primera persona de Sudamérica en recibir el Premio Nóbel de Literatura. Escribió un gran número de poemas dedicados a su madre, entre los que se encuentra ‘Madrecita mía’. A continuación incluimos uno de sus versos: "Madrecita mía, madrecita tierna, déjame decirte dulzuras extremas. Es tuyo mi cuerpo que juntaste en ramo, deja revolverlo sobre tu regazo." 4.- ‘Madre e hijo’, de Eugene Field. Escritor norteamericano que vivió durante la segunda mitad del S: XIX, Eugene Field destacó por su gran producción poética. De entre las muchas obras que escribió sobresale el recopilatorio ‘Poemas de la Infancia’, en el que se incluye ‘Madre e hijo’, poesía a la que pertenece el siguiente verso y en la que establece una paralelismo entre la figura materna y una rosa: "Una noche una gota de agua cayó al interior del capullo de una rosa, 'Oh pequeña mía, bien te quiero yo a ti, ¡quédate aquí siempre, en dulce reposo!'" 5.- ‘¡Ay Mamá!’, de Nicomedes Santa Cruz. Periodista, músico, herrero, poeta, Nicomedes Santa Cruz fue un hombre polifacético. Nacido y fallecido en Perú, Nicomedes cuenta con una prolífica obra a sus espaldas. Uno de sus poemas, ‘¡Ay Mamá!', lo dedicó a su madre, y en él la llama desesperadamente: "A la sombra de una palma Quise librarme del sol, Quise libarme del sol Y me estoy quemando el alma... Estoy perdido en Brasil Entre cimbreantes palmeras. ¡Ay mama, si tú me vieras, si tú me vieras, si tú me vieras...! ¡Ay mama!" 6.- ‘A mi madre’, de Vicente Riva Palacio. Abogado, militar, periodista, este mexicano repartió su tiempo entre múltiples actividades. A la que menos tiempo dedicó fue, precisamente, a la poesía, aún a pesar de lo cual escribió grandes poemas. Entre ellos está éste, ‘A mi madre’, del que incluimos un verso a continuación: "¡Oh, cuán lejos están aquellos días en que cantando alegre y placentera, jugando con mi negra cabellera, en tu blando regazo me dormías! ¡Con que grato embeleso recogías la balbuciente frase pasajera que, por ser de mis labios la primera con maternal orgullo repetías!" 7.- ‘Las manos de mi madre’, de Alfredo Espino. Poeta salvadoreño, Espino murió siendo muy joven. Tras su fallecimiento se publico un libro, ‘Jícaras Tristes’, a modo de recopilación de todas las poesías que había escrito hasta el momento. ‘Las manos de mi madre’ es una de esos poemas, y en él Alfredo Espino se dirige a su madre de la siguiente manera: "Manos las de mi madre, tan acariciadoras, tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras. ¡Sólo ellas son las santas, sólo ellas son las que aman, las que todo prodigan y nada me reclaman! ¡Las que por aliviarme de dudas y querellas, me sacan las espinas y se las clavan en ellas!" 8.- ‘Caricias’, de Gabriela Mistral. Esta poetisa chilena ganadora del Premio Nóbel de Literatura escribió un gran número de poemas a su madre. En todos ellos destacaba la ternura que empleaba para dirigirse hacia ella, y los recuerdos de la infancia que evocaba sin cesar. El siguiente verso pertenece al poema ‘Caricias’: "Madre, madre, tú me besas, pero yo te beso más. Como el agua en los cristales, caen mis besos en tu faz... Te he besado tanto, tanto que de mi cubierta estas y el enjambre de mis besos no te deja ni mirar..." (Fuente: http://fiestas.practicopedia.lainformacion.com/dia-de-la-madre/los-mejores-poemas-para-el-dia-de-la-madre-10360) La madre sigue siendo una fuente de inspiración, en medio del “incendio transmutador del consumismo” que intenta reducir los valores más esenciales en un bien de consumo, incitando a lucrar con estas riquezas espirituales. El día de la madre, no se escapa de esta perversión de los valores humanos y religiosos. Pero, los valores son objetivos y como el oro, robado o comprado honestamente, es oro en sí mismo y valioso como metal noble; el día de la madre, en sí mismo es un reconocimiento necesario que nos confirma que seguimos conservando valores como la gratitud, la bondad y el sentido de la dignidad. Todo esto encierra una madre, sobre los defectos que como mujer pueda tener. Lo más grande que los creyentes podemos desear a una Madre, es la bendición de Dios. ¡Qué Dios bendiga a todas las Madres del mundo, una de ellas, es la Madre de Dios! Mario Andrés Díaz Molina: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule.

¡EL ESPÍRITU SANTO, NOS ENSEÑA A VIVIR EL EVANGELIO!

Domingo, 05 de Mayo del 2013- Domingo, 6º de Pascua - Ciclo C. Es el Espíritu Santo, no otra ley normativa lo que reemplaza a la Ley de Moisés. Es la libertad iluminada por el amor mismo de Dios, lo que hace posible una Jerarquía Espiritual en la comunidad creyente. Esta autoridad es incompatible con el autoritarismo que niega la fraternidad. Con Dios mismo transformando la vida personal y comunitaria, los valores espirituales se hacen historia concreta. La religación, vida religiosa, es una realidad histórica y cotidiana. En el Evangelio según san Juan 14,23-29 de este domingo o víspera de este domingo 6 de Pascua, se dice que el Espíritu Santo tiene como misión espiritual, enseñar en profundidad lo que Dios nos pide realizar voluntariamente, con plena libertad en la tierra. Es decir, en medio del bien y del mal de este mundo. Tarea que no es fácil, pero no imposible y absolutamente necesaria para nuestro proyecto de vida y salvación eterna. El ser humano es obra de Dios. No hay humanismo sin Dios. Los valores esenciales del cristianismo se viven en la historia. La fe, esperanza y amor se expresan en la cultura de los pueblos. Los errores cometidos sin mala intención o abusos graves son descubiertos, denunciados y sancionados por la única Justicia que conoce realmente a cada ser humano y su caso concreto. Cristo, enseñó la Verdad y como Dios nos sigue enseñando. Jn. 14, 26 “pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho”. No se aprende de lo divino como se aprende matemáticas o derecho o ciencias naturales o filosofía. Es un crecimiento interior y a la vez un conflicto con el mal, sobre el cual se vence con el primer resucitado que venció a la muerte, la ley y el mundo enemigo de Dios: Cristo. Necesitamos de Dios como sabiduría creadora, que conoce lo humano, para no alienarnos en la culpa, en leyes opresivas de la vida interior y de la fraternidad. En la Primera lectura de los Hechos de los apóstoles (15,1-2.22-29), podemos encontrar un ejemplo, de una legalidad superada que más bien oprimía y no expresaba la libertad moral de Cristo redentor del mundo. La Iglesia, cumplió su función de amor y liberó a los cristianos de una carga innecesaria. Hch. 15, 28-29 “Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de la fornicación. Haréis bien en apartaros de todo esto. Salud”. La moral liberadora es fruto del Espíritu de Cristo. Nunca el cristianismo será amoral. Pero, siempre será una ética del amor y de la libertad interior. Los resultados de esta interioridad repercuten en la sociedad civil, no tan solo en la vida interior de la Iglesia. En la Segunda lectura: Apocalipsis (21,10-14.21-23), contemplamos la consumación de esta transformación que Cristo realiza en el mundo, teniendo a su Iglesia, tan humana como este mundo, con personas imperfectas, a veces muy imperfectas, pero también con santos y santas que viven en Cristo y que nos anuncian a Cristo con hechos y con palabras que reflejan la verdad y como miembros de la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, son un sacramento universal de salvación para este mundo muy amado por Dios, que nos ama con justicia y bondad. Ap. 21, 23 “La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero”. Esta ciudad es la Iglesia triunfante que reúne a la nueva humanidad, al nuevo mundo restaurado por Cristo y renovado por el Espíritu Santo por amor de Dios padre. Nuestra esperanza la vivimos en la historia concreta, en medio de los problemas de este mundo, donde somos consolados por el santo Espíritu de Dios. Es un don cantar a la gloria de Dios y sentir el gozo del poder de Dios que fortalece nuestras vidas. Cantemos movidos por el espíritu de verdad, bondad y vida. Sal 66,2-3.5.6.8. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. “El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación. Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que Dios nos bendiga; que le teman hasta los confines del orbe”. Así sea. Mario Andrés Díaz Molina: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule.