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domingo, 18 de octubre de 2015

El Matrimonio, como signo de Cristo y consagración del amor. Reflexiones Teológicas Dominicales. 18-Octubre-2015.

A.- Toda la vida de un cristiano, está relacionada o unida con Dios. En el cristianismo lo profano y lo sagrado, lo temporal y lo eterno, lo material y lo espiritual, lo mental y lo corporal, lo político y lo eclesial o pastoral, se pueden diferenciar con claridad, pero en la vida interior y personal e interpersonal, son aspectos que existen, operan y funcionan dentro de una unidad que emerge de lo personal y se proyecta en lo social. El misterio divino se manifiesta en lo profano y toda la vida humana de un creyente queda unida a la acción transformadora de Dios. Esto se hace concreto en la vida sacramental de la Iglesia y en su proyección cotidiana. En el sacramento del matrimonio, esto se hace muy concreto o tangible y un cristiano consciente lo vive como una espiritualidad sacramental en medio de la sociedad civil. B.- La sexualidad en el cristianismo no es sagrada en un sentido panteísta, (no somos dioses del sexo, somos creaturas que participamos en la acción creadora de Dios, somos “pro-creadores en Cristo”) y lejos de ser un mal, es una vitalidad que es asumida, consagrada reiteradamente por todos los sacramentos; porque todo el ser de un hombre o de una mujer es sexuado. Nuestra sexualidad es redimida en el Bautismo, santificada en la Eucaristía, purificada en el sacramento de la Reconciliación, ungida santamente en la Unción de los enfermos, fortalecida por el Espíritu Santo en la Confirmación, consagrada en el sacramento del Orden, porque un sacerdote sigue siendo un ser sexuado y el celibato es una forma de consagrar todo el ser sexuado de un Presbítero al servicio de Dios y de los hermanos; pero donde la sexualidad se hace un signo sacramental que une a un hombre con una mujer, es precisamente en el sacramento del Matrimonio. Solamente dentro de este misterio divino, se puede entender porque el Matrimonio sacramental es indisoluble en el cristianismo. Porque solamente con Dios es posible vencer el mal que el ser humano por sí mismo no puede superar o vencer. En este espíritu podemos leer este versículo referido al matrimonio: Efesios 5:32 “Grande es este misterio; más yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia”. (RVR 1960) 1.- Un fruto de la encarnación del Verbo de Dios, de Cristo, es la permanente presencia de Dios en la vida de cada ser humano. La soledad absoluta solamente existe en el infierno. El infierno no es otra cosa que la ausencia total de Dios. El amor supera la soledad y el egoísmo. No se puede amar sin la existencia del Otro. Y el Otro es Dios, el prójimo, toda la creación. Un hombre aislado en un lugar apartado de la civilización, puede estar solo, sin la compañía de otros seres humanos, pero en su interaccionar con el medio, proyecta su vida interior y su afectividad. No deja de amar de una u otra manera: a la naturaleza que lo rodea, a los animales, a los seres que alguna vez amó o recuerda, incluso puede amar profundamente a Dios y en Dios amar espiritualmente a toda la humanidad y consagrarse a la oración solidaria. Esto último, no lo valora adecuadamente un materialista que niega lo mistérico o lo sobre-natural y sólo ve la acción material como única forma de solidaridad. Esta misma forma de ideología, tampoco valora-aunque tiene la obligación de tolerar a quien piensa y vive de otra manera sin obligarlo a aceptar creencias o valores-el sentido de una consagración del amor y la sexualidad. Hablar de un sacramento o de un signo de Cristo, es hablar de la encarnación de Dios. Y si Dios vive en nosotros y con nosotros se hace posible lo que es humanamente imposible. Este es el sentido más fundamental de la “religación del cristianismo”, porque no tiene sentido después de la encarnación, una creencia meramente abstracta o ritualista en el nivel mismo del cristianismo. En este contexto, el matrimonio cristiano es un misterio de Dios. Y por ser un signo de Cristo, es indisoluble, porque Cristo es la esencia misma de la unidad de un hombre y mujer que se consagran a amarse en el matrimonio y participan en la acción creadora de Dios y Cristo, no puede ser dividido por el mal, al contrario lo venció y hace posible nuevas creaturas y un nuevo mundo, que tiene su crecimiento y plenitud en Dios. 2.- El amor, puede ser una construcción biológica-cultural, incluso depende en algún grado limitado, de una energía “química corporal-síquica”, pero su fuente primera y sentido pleno se concretiza en la trascendencia divina. Amar es participar de la vida de Dios. El cuerpo, es un bien esencial del ser humano. Para el cristianismo amar el cuerpo hace posible amar a la esposa, porque es un amor que no se queda en lo etéreo, es real, se preocupa del dolor del ser amado, se “hace carne” en el reconocimiento y necesidades del cónyuge. En el cristianismo la “consagración del amor encarnado” es un signo del matrimonio como sacramento y el mismo Cristo une y santifica lo que une y lo que Cristo une, es indisoluble. Un hombre y una mujer cristianos, unidos en matrimonio, son un signo de Cristo en medio de la sociedad humana. “Vosotros, los maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para santificarla, purificándola mediante el lavado del agua con la palabra, a fin de presentársela a si gloriosa, sin mancha o arruga o cosa semejante, sino santa e intachable. Los maridos deben amar a sus mujeres como a su propio cuerpo. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama, y nadie aborrece jamás su propia carne, sino que la alimenta y la abriga como Cristo a la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. ‘Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán dos en una carne’. Gran misterio es éste, pero yo lo aplico a Cristo y a la Iglesia. Por lo demás, ame cada uno a su mujer, y ámela como a sí mismo, y la mujer reverencie a su marido)” (Ef 5, 22-33). Conclusión: Vivimos en una cultura de lo desechable, donde vivir, para millones, es un mero consumir y digerir placenteramente la existencia. Esta cosificación del placer por el placer, penetra por todas partes, pero las mismas víctimas de esta adicción generada para maximizar las ganancias de un capitalismo atrapado en una producción de bienes de consumo, sin otro objetivo que enriquecer a unos pocos, experimentan una y otra vez el vacío de un placer cosificado, de un sexo sin amor, de una satisfacción limitada a lo sensorial sin atender a la necesidad de captar lo espiritual y desarrollarlo como un aspecto esencial de la vida. En este contexto, el cristianismo como un auténtico humanismo abierto a la trascendencia, rescata y consagra la sexualidad y hace del matrimonio un signo de una nueva humanidad que goza los placeres de la vida, del cuerpo, del sexo y del diario existir, en comunión con el Señor de un Nuevo Mundo, donde el gozo en su plenitud es santo y es el mismo amor que redime lo humano y lo une a Dios. (*)Mario Andrés Díaz Molina: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule (Este comentario fue publicado en El Heraldo, diario local de Linares, el domingo, 18 de octubre del 2015)

Temor supersticioso y fragmentación de la vida eclesial de los fieles laicos. Reflexiones Teológicas Dominicales. 11-octubre-2015.

A.- Una señora que vive en Cueva del León, un lugar rural de la comuna de San Javier, hace un tiempo, comentaba que el párroco de Melozal le había dicho: “con esta mano (izquierda) maldigo y con esta mano (derecha) bendigo”. Según ella le tiene miedo, porque la puede maldecir. Otras personas le han escuchado decir lo mismo. Hay un temor supersticioso alrededor de este cura, que deforma su figura de “padre espiritual”. Algunos para “estar en la buena”, como dicen, le pagan misas privadas y así “capean el miedo” si es que le tienen miedo y es cómodo, porque no tienen que ir a las capillas o al templo (Es lo que dicen). Pero, la mayoría sigue practicando una “religión de rituales”, asistiendo en forma pasiva a funerales, bautizos, primeras comuniones y en otras ocasiones, perdiéndose por meses u años del templo parroquial o capillas. Los católicos de este lugar rural, no existen como una comunidad fraternal que se esfuerza por cohesionarse como una “Iglesia unida que se preocupa de sus miembros”. B.- Pero, esto no es muy diferente a lo que ocurre en todas partes. Las pocas comunidades de fieles laicos contrastan con una masa de creyentes que viven sus creencias en forma individual y sin sentido de pertenencia a una Iglesia como familia de Dios. Incluso, estas comunidades no están relacionadas entre sí. Algunas organizaciones laicales, se relacionan una que otra vez, pero ¿existe una conciencia eclesial que tenga como un objetivo, entre otros, conocerse mutuamente y cultivar un constante acercamiento entre los fieles organizados, de otras parroquias, diócesis, países, etc.? Es evidente que miles de creyentes no se pueden conocer o relacionar como los miembros de una pequeña comunidad parroquial o de una capilla. Es humanamente imposible que miles se conozcan íntimamente y vivan en la vecindad, pero en esto hay un aspecto que muy pocas veces se menciona: el Espíritu Santo. La unidad de la Iglesia es un don divino y los cristianos conscientes, lo cultivan en la medida humana de lo posible y el Espíritu Santo, alma de la Iglesia, hace lo que falta para que todos los fieles tengan un mismo sentir y esto necesariamente, sin conocerse. Pero, hay que buscar siempre minimizar las distancias entre las comunidades cristianas, en lo posible. 1.- En la medida que los laicos se relacionen entre si y se organicen para hacer de la Iglesia una organización global, que promueva una conciencia de pertenencia, a pesar de las distancias territoriales y dificultades para comunicarse, incluso por sobre naciones, razas y sistemas político-económicos, se podrá rescatar la “Religión cristiana” del poder de los que usan la superstición de la gente para dominar y abusar. La unidad cristiana efectiva, tiene como desafío superar la fragmentación clasista y egoísta de la actual sociedad neo-liberal. Han sido los intereses más sórdidos los que han dañado la misión de la Iglesia, debilitando su fuerza transformadora, evitando que se construya una civilización inclusiva, fundada en la misericordia cristiana, tolerancia civil, formas comunitarias de vida y solidaridad. Los peores enemigos de la Iglesia, siempre son los internos. Un mal sacerdote hace más daño moral y espiritual que un anti-cristiano o anti-clerical. Un grupo de laicos que se adueñan de una comunidad cristiana impidiendo la diversidad, hacen más daño que una televisión materialista y promotora del sexo como libertinaje y evasión. 2.- En el mismo caso de los abusos sexuales, los laicos conscientes tienen que organizarse como redes de prevención, denuncia y reparación a nivel mundial, relacionándose con entidades o fundaciones que se han especializado en este tema. Hoy es posible organizarse en redes, gracias a la moderna tecnología digital. A través de la red, se hace posible promover una Iglesia masiva de laicos. Un laicado adulto consecuente y fiel a Cristo, hará posible depurar y renovar la vida interna y pública de la Iglesia y un fruto muy importante, será un nuevo modelo de sacerdote, obispo o cardenal, que no siga perpetuando el clericalismo y apoye la construcción de una Iglesia fraternal, comunitaria e inclusiva, que sea una organización de la misericordia que a su vez, ayude a que la sociedad civil, sea una organización de la tolerancia y el pluralismo centrado en el valor de la persona y en sus derechos y deberes de alcance universal. 3.- Contra este ideal de creyente cristiano e Iglesia, se opone una forma alienante de religiosidad, que no es una relación de personas libres en lo espiritual y mental. Hay creyentes que ya hemos mencionado aquí, que no se relacionan con los demás y con Dios sanamente: comprar o creen comprar lo sagrado y alguien se los vende, tienen miedos pseudo-religiosos, se hacen cómplices de abusos, etc. Pierden su integridad personal. Un caso concreto, es la víctima de un abuso sexual que no denuncia a su abusador y deja que este siga abusando de otras víctimas. No importa que se siga abusando de otros niños o adolescentes, el abusado se transforma en un cómplice. Es un círculo vicioso que hace posible la impunidad. Conclusión: Los laicos católicos, que viven su fe-esperanza-amor, y son conscientes que son Iglesia, tarde o temprano sienten que tienen que organizarse desde donde viven, para compartir la vida espiritual que llevan en su interior y necesitan discernir, ojalá con el apoyo de sacerdotes sanos y santos, consagrados a una vida religiosa auténtica. Si no hay sacerdotes cercanos y sanos en sentido espiritual, de todas maneras tienen que organizarse y crecer en conciencia eclesial, su perseverancia tendrá como fruto el desarrollo de la Iglesia y el surgimiento de vocaciones sacerdotales que completarán la vida sacramental. Así fue en la Iglesia primitiva, primero se generó la santidad de la familia que hizo posible ambientes, donde germinaron las vocaciones a una vida consagrada en castidad y virginidad de hombres y mujeres. Los primeros obispos, presbíteros y diáconos eran casados en su mayoría. Basta leer el Nuevo Testamento. Un celibato sano y santo es fruto de una Iglesia de familias cristianas sanas y santas. (*) Mario Andrés Díaz Molina: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule (Este comentario fue publicado en El Heraldo, diario local de Linares, el domingo 11 de octubre del 2015)

domingo, 4 de octubre de 2015

La mejor manera de defender a la Iglesia ¿Es el encubrimiento del abuso de algunos de sus miembros? Reflexiones Teológicas Dominicales. 4-octubre-2015.

La mejor manera de defender a la Iglesia ¿Es el encubrimiento del abuso de algunos de sus miembros? Reflexiones Teológicas Dominicales. 4-octubre-2015. Hace unos años, mientras terminaba mi carrera de pedagogía en Religión y Filosofía en la UCM, Talca. Publiqué una carta abierta que tenía como objetivo motivar a un párroco de Linares que me había revelado la “doble vida” de otro párroco de esta Diócesis. En esta publicación le pedía que formalmente denunciara a este sacerdote, que él, caracterizaba como un abusador sexual, homosexual, borracho, corrompido por la sed de dinero, un mal ejemplo para la sociedad, especialmente para los jóvenes y sobre todo un peligro permanente para los niños y adolescentes que pudieran estar a su alcance. Nada hizo este párroco, que a su vez fue acusado de ser un abusador. Aparentemente todo quedó en nada. La desconfianza entre muchos fieles de Linares, es evidente. No me refiero a los que atacan a la Iglesia desde afuera, sino a los creyentes que necesitan creer, esperar y amar en un ambiente, fraternal, sagrado y seguro, como podría decirlo el papa Francisco. También, es evidente la “sensación de impunidad” que miles de personas sienten como un “lastre que oscurece la forma” como algunos clérigos están abordando o han abordado estos graves delitos y el dolor moral asociado a una “sensación de impotencia”, de “no poder hacer algo efectivo” que muchos católicos hemos experimentado o experimentamos frente a hechos de esta naturaleza que a veces encontramos en el camino de nuestra vida. ¿Qué hacer? 1.- Con no poca repugnancia recuerdo el comentario de un sacerdote, que reaccionó con un “espíritu de cuerpo”, frente al caso que menciono al inicio de este artículo: “él no puede denunciar a un colega” y un “profesor de religión tampoco debe denunciarlo”, “la gente ama a su Iglesia y no quiere dañarla más de lo que está”. Es decir el secretismo es casi un deber y “tapar los vicios de algunos curas” es un acto de “amor a la Iglesia”. ¿Y las víctimas de abusos? Un cardenal dijo: refiriéndose a “unos abusados” que no eran niños o menores de edad “sabían lo que hacían, comentó”. ¿Eso es todo? ¿Denunciar estos abusos es traicionar a la Iglesia? ¿No se hace irrespirable el ambiente moral de la Iglesia, el saber que hay un abusador en el clero y que es un secreto a voces y pareciera que nada se puede hacer? ¿No es esto lo que está dañando a la Iglesia católica? 2.- La Iglesia Católica, ha sido siempre perseguida y esta constante se terminará al final de la historia. Los sacerdotes y consagrados en general, son objeto de ataques y calumnias. Pero, no todo es persecución o calumnia. Encarcelar al “cura tato” por abusos sexuales, no fue una persecución. “Enclaustrar” en un convento o monasterio a un abusador, con la pena o penitencia de rezar diariamente por sus víctimas, se siente como una burla o una “caricatura de castigo”. No es una calumnia. ¿Qué testimonio de conversión y penitencia está dando el tristemente famoso “cura Karadima” viviendo en un ambiente bastante cómodo? Este siniestro personaje era considerado como un santo por sus discípulos. Y es probable que algunos de ellos lo sigan considerando una víctima, a juzgar por sus “cartas apologéticas” que enviaron al Vaticano y solamente “acataron” las “órdenes verticales de arriba” y “convenientemente guardan silencio” de lo que realmente piensan de su “formador”. Esta es la duda que no pocas personas tienen hasta el día de hoy. Los enemigos de la Iglesia son oportunistas y evidentemente usan estos casos. ¿El secretismo se justifica por este motivo? 3.- El 13 de abril del 2013, una abuela muy afectada nos reveló a mí y a mi esposa, que “su nieto había sido abusado sexualmente por el segundo párroco que se menciona aquí”. Su nieto fue monaguillo. Escuchamos con mi señora, los detalles y como quedó este adolescente. Nos comunicó que habían intentado comunicarse con el Obispo, pero no supieron llegar y al parecer esto hizo abortar el intento. Le sugerimos que denunciara este hecho ante un tribunal civil. Quedó de hablar con su nieto. Desde entonces he hablado con sacerdotes, para compartir este hecho y poder hacer algo efectivo y abordarlo como corresponde. Pero, han pasado los largos meses y siento que nada he podido hacer. No he podido hablar personalmente con esta persona, que ahora es un joven y cuando sufrió este abuso era un adolescente. Siento a la Iglesia que está más cercana, como un “ambiente de impunidad”, donde podemos estar rodeados de cientos de católicos, pero completamente solos para asumir estos casos de conciencia que “golpean brutalmente el corazón mismo de la moral” que se dice que hay que vivir o intentar vivir. Estoy muy decepcionado por lo que está ocurriendo en la Iglesia y “soy católico gracias a Dios y al testimonio que desde niño recibí de mi santa madre” y comparto con mi esposa, el “dolor moral” de la impotencia que se siente por no poder hacer algo efectivo frente a estos hechos tan nefastos. Me siento más en la frontera de la Iglesia, que en una “Iglesia institucional” demasiadas veces muy poco fraternal y si muy verticalista y autoritaria, controlada por unos pocos. Conclusión: Creo sinceramente, que el ocultar un abuso de un sacerdote y ver las denuncias por abuso sexual o de otro tipo, como un querer hacer daño a la Iglesia o al prestigio de los sacerdotes o grupos parroquiales, etc. es un grave error y además, es una complicidad y así lo ven millones de personas. ¿Por qué el Papa Francisco ha creado un tribunal en el Vaticano para investigar estos abusos sexuales de miembros del clero? ¿Será por querer ser simpático o porque hay demasiado secretismo que está “pudriendo” de alguna manera, la vida interna y pública de la Iglesia? El sacerdote, que me comentó con “espíritu de cuerpo” sobre los dos párrocos mencionados aquí, es un formador y publica comentarios de documentos de la Iglesia. Lo leo a veces, pero es como si leyera a un fantasma, me cuesta llamarlo “padre”, prefiero decirle señor. ¿Cómo podría considerarlo un “padre”? ¿Qué valor tiene su supuesta “paternidad espiritual o pastoral”? Este sentimiento, no parece ser marginal entre los católicos de hoy. ¡Qué se entienda alguna vez: el secretismo eclesiástico, que es un encubrimiento o una complicidad, está matando la “paternidad espiritual de los curas, obispos y cardenales” y la “maternidad de la iglesia” y esto, es grave, porque necesitamos “padres espirituales” y la Iglesia, “cuerpo místico de Cristo”, tiene que ser depurada para ser “fiel Esposa del Señor y Madre, en Cristo, de todos los creyentes”! (*) Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule. (Este comentario fue publicado en El Heraldo, diario local de Linares, el domingo 4 de octubre del 2015)