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domingo, 25 de noviembre de 2012

¡LA UTOPÍA NOS DEBE ILUMINAR, NO QUEMAR NI DESHUMANIZAR! “Mario Vargas Llosa manifestó: Pienso que la necesidad de la utopía se encuentra en el corazón del hombre, que es la fuente de todas las grandes realizaciones humanas. Pero los intentos de llevar a cabo una utopía social e histórica conducen a una catástrofe. Hay que extirpar la utopía de estos ámbitos y plantarla en donde pueda ser positiva sin provocar sacudimientos. Algunas de sus formas pueden enriquecer al ser humano mismo. Uno puede convertirse en santo, pero la santidad colectiva es imposible. La literatura y el arte pueden ser una fiesta constante de la irrealidad. En grupos pequeños se puede construir un paraíso. Pero cuando se trata de colectivizarlo, comienza la violencia y la destrucción de la libertad.” No estamos cien por ciento de acuerdo con Mario Vargas Llosa. Pero tiene mucha razón. Sin embargo, si Cristo es posible, es posible una nueva humanidad cristificada. Pero, esta “santificación colectiva” supone una superación de la dialéctica histórica. Los cristianos creemos en un proyecto escatológico que supone un “ya” y un “todavía no”. El “ya” es lo que vamos concretizando en nuestra actual situación existencial. Intentamos construir una Iglesia fraternal, que siempre va a ser perturbada por los defectos humanos. Por eso los Escritores Patrísticos decían que la Iglesia era “santa y prostituta”. Intentamos construir una sociedad civil basada en los valores evangélicos, pero una vez más nos volvemos a encontrar con la miseria humana. El espíritu de dominio, de explotación, las injustas diferencias de clases, el conflicto que está en el fondo de nuestra sociedad consumista y depredadora es la negación de la fraternidad cristiana y ecuménica-cívica. Si analizamos la historia, la cizaña y el trigo crecen en el surco mismo de la naturaleza humana. La fe cristiana es testimonial. La contemplación del misterio lumínico transforma la vida concreta del creyente. El culto y la liturgia tienen efectos sociales en todo sentido. Por eso, si de una forma solapada, a través de las lecturas bíblicas, de las celebraciones sagradas, se busca representar un orden social donde una clase tiene privilegios y otra le está sometida; esto no es menor, porque se reflejará en una “ideología de lo cotidiano”, donde la opresión y la injusticia social son consideradas como de “derecho divino”. Para los ateos militantes anticatólicos y anacrónicamente intolerantes, orar es una mera forma de concientización, no tiene un valor trascendental. (Por eso la combaten fanáticamente, la intentan ridiculizar entre la juventud). Para nosotros es importante mantener en el tiempo una “liturgia redentora”, que sea una expresión legítima del Cristo resucitado, liberador y creador de una convivencia que está en la historia y, a la vez, la trasciende. Es el “todavía no”, es la meta-historia. Los materialismos no cuentan, para sus motivaciones vitales, con esta “trascendentalización del tiempo humano”. Cuando Moisés quiso organizar la sociedad israelita en base a una estricta ley, al hacerla efectiva cayó en procedimientos que hoy nos parecen bárbaros. (La guerra de conquista de la Tierra Santa tiene una cara horripilante. Actualmente algunos judíos fundamentalistas justifican una guerra de exterminio contra los palestinos, en base a algunos textos del Antiguo Testamento). En la Edad Media se cometieron atrocidades que tuvieron un “apoyo doctrinal” en el Antiguo Testamento. Los sistemas fascista y soviético atropellaron los derechos humanos por “razones de Estado”. Justificación final: Defender y promover una sociedad basada en una ideología utópica y excluyente. La “raza superior” se sustentaba sobre la aniquilación de las razas que consideraba inferiores o degeneradas. La destrucción de la burguesía justificaba una dictadura burocrática que fue generando una forma de dominación que no tenía nada de proletaria (la nomenclatura). Un clero que al hacerse clase social esterilizó la radicalidad del amor cristiano; se “alejó” de los laicos, quitándoles su función profética, sacerdotal y de servicio o haciéndola irrisoria frente a su protagonismo paternalista y seudo-jerárquico. Hasta el día de hoy, mayoritariamente los laicos católicos se sientes marginados más bien que integrados a la iglesia. Es el drama de una Iglesia Católica que luchó y lucha por los derechos humanos y la democracia y, curiosamente, no encuentra el rumbo, para facilitar a los fieles laicos una real participación, basada en el respeto y reconocimiento de los carismas que el Espíritu Santo infunde en todos los creyentes. Los fieles que han tomado conciencia de su “sacerdocio bautismal” encuentran más obstáculos que comprensión. Pero, el único futuro de la fe católica es la renovación auténtica de la Iglesia y el compromiso activo para seguir construyendo una sociedad civil tolerante, abierta a la trascendencia, donde creyentes y no creyentes coexistan como personas libres y capaces de superar los conflictos con justicia y diálogo. El cristianismo, al poner a la persona humana como valor supremo de la convivencia social, hace un aporte al discernimiento colectivo. La persona no puede ser anulada por los intereses de clase o de raza. El mercado no puede ser un mecanismo que, en forma fría e impersonal, le da la fortuna a algunos y la pobreza a otros. El Estado no puede ser el botín de una clase dominante. El pueblo no puede quedar reducido a una mera masa consumista o electora. En el horizonte indeterminado están escritas todas las utopías globalizantes, que se excluyen unas a otras. Es legítimo caminar en pos de ideales que toleran los ideales del Otro. En el camino de la realidad, el respeto a los derechos humanos, que se ubica en un campo muy específico de la historia: la persona racional y libre, no puede ser anulado. No es legítimo sacrificar la dignidad humana en el “altar” de una ideología totalitaria o clasista. Toda utopía que se creyó con el derecho de ocupar en forma exclusiva la totalidad de la historia, cometió aberraciones, cuyas víctimas clamaron y claman al cielo. Así sucedió con los “campesinos” en tiempo de La Reforma Protestante, que fueron exterminados o violentamente sometidos por potentados que profesaban ser católicos o luteranos. Los españoles católicos conquistaron América brutalmente e impusieron sus creencias, pero no lograron crear una sociedad cristiana, porque ni ellos mismos vivían realmente el cristianismo. Lo mismo podemos decir de los invasores protestantes anglosajones: racistas y genocidas. En ambos casos el trigo creció junto a la cizaña. La tolerancia y la aplicación de la justicia en el conflicto social nos deben llevar a la realización de un proyecto pluralista, donde la fuerza ética y socio-cultural de los oprimidos, apunte a la superación de la opresión de los que usan el poder injustamente, para mantener los abusos del sistema imperante. MARIO ANDRÉS DÍAZ MOLINA: Estudiante en Práctica Profesional de 5° año de Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule. Colectivo Cultural Jorge Yáñez Olave.

sábado, 24 de noviembre de 2012

¡LA REALEZA DE JESUCRISTO, ES UN PODER DE SERVICIO Y FRATERNIDAD, TEMPORAL Y ETERNO!

¡LA REALEZA DE JESUCRISTO, ES UN PODER DE SERVICIO Y FRATERNIDAD, TEMPORAL Y ETERNO! Solemnidad de Cristo Rey del Universo -Domingo 34 del Tiempo Ordinario - Ciclo "B"-25 de Noviembre de 2012 -Con esta fiesta de Jesucristo Rey del Universo concluimos el presente Año Litúrgico, para comenzar el próximo domingo con el Adviento, en preparación para la Navidad. Las lecturas de hoy, entonces, nos hablan del reinado de Cristo. El Evangelio nos trae el interrogatorio de Pilatos a Jesús y sus respuestas. Poco, poquísimo, habló Jesús en el injustísimo juicio sumario a que fue sometido, pero algo de lo que sí habló fue de su Reino, el Reino del cual El es Rey. “Tú lo has dicho. Sí soy Rey... Pero mi Reino no es de aquí, no es de este mundo” (Jn. 18, 33-37), fue la respuesta que dio Jesús, cuando Pilatos quiso precisarlo para ver si, tal como estaba siendo acusado, pretendía ser rey de los judíos. Este mundo no es solamente la realidad física, en el sentido bíblico, es sobre todo la forma de ejercer el poder como dominación aplastante del prójimo. Y, efectivamente, Jesús no es rey de este mundo político, entendido como dominación egoísta. El mismo lo dijo durante ese interrogatorio acelerado que tuvo lugar antes de ser condenado a muerte: “Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera en manos de los judíos”. Los reinos de este mundo son temporales por más largos que sean, pues aún los vitalicios terminan algún día y son sustituidos por otros. Los reinos de este mundo son limitados, porque por más que ocupen grandes territorios y ejerzan influencia en la tierra entera, tienen como límite sus fronteras o las fronteras hasta donde llegue su influencia y su poder. Por más poderosos que se crean los reyes de la tierra, su poder es limitado en el tiempo y en el espacio. Cristo no vino a establecer un reinado así. Su reinado será diferente a los reinados de la tierra. Su reinado será como es Dios: eterno e infinito, sin límite de tiempo ni de espacio. Su reinado nunca se acabará y su reino nunca será destruido. Y ese reinado ya comenzó, pero será establecido definitivamente y para siempre en la Parusía, en su segunda venida en gloria. Su reinado no es de este mundo, pero está hoy mismo en medio del mundo. En la realidad del mundo se hace visible. Los valores del evangelio, los valores del Reino, se viven aquí, en este mundo. Por lo mismo el Hijo de Dios, se encarnó y nació entre nosotros, asumiendo la realidad humana y su contexto mundano. Los cristianos que ejercen un poder, no lo hacen según un espíritu de dominación, lo hacen como un servicio, según el espíritu de Jesús: un rey-servidor-único salvador del mundo. La Primera Lectura es del Profeta Daniel, quien desde el Antiguo Testamento hace ya referencia al reinado de Cristo: “Entonces recibió la soberanía, la gloria y el reino. Y todos los pueblos y naciones de todas las lenguas lo servían. Su poder nunca se acabará, porque es un poder eterno, y su reino jamás será destruido” (Dn. 7, 13-14). Llegado el momento del reinado de Cristo, se acabarán todos los poderes temporales y sólo existirá el poder de Dios. Todos seremos sus súbditos, pero ¡qué clase de súbditos! Todos estaremos sometidos a El, pero ¡qué clase de sometimiento! Pues seremos coherederos y reinaremos con El. Es lo que nos quiere decir San Juan en la Segunda Lectura tomada del Apocalipsis: “Ha hecho de nosotros un reino de Sacerdotes para su Dios y Padre” (Ap.1, 5-8). Esto mismo lo expresa muy bien San Pablo cuando nos dice que somos hijos de Dios y herederos con Cristo: “Ustedes recibieron el Espíritu que los hace exclamar’ ¡Abba, Padre!’. El mismo Espíritu le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos también herederos. Y nuestra herencia es Dios, y la compartiremos con Cristo; pues si ahora sufrimos con El, con El recibiremos la Gloria” (Rom. 8, 15-17). Ahora bien, ¿cómo será ese momento cuando Cristo venga a establecer su Reino? La Sagrada Escritura, en boca de Jesús o de los antiguos profetas y en la pluma de los Apóstoles, nos trae repetidas descripciones de esa segunda venida de Cristo: “Vi a alguien semejante a un hijo de hombre, que venía entre las nubes del cielo”, leemos en la Primera Lectura del Profeta Daniel. “Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad” (Mc. 13, 26), nos decía el mismo Jesús en el Evangelio del domingo pasado. “Miren: El viene entre las nubes, y todos lo verán, aun aquéllos que lo traspasaron”, nos dice la Segunda Lectura de hoy. Será ése el momento de la complementación definitiva del reinado de Cristo, aquel Reino que El mismo refirió a Pilatos y del que tanto habló en sus predicaciones cuando estuvo en la tierra. He aquí algunas citas de Jesús sobre su Reino: “Busquen primero el reino de Dios y su justicia y lo demás vendrá por añadidura” (Mt. 6, 33). “No es el que dice ¡Señor! ¡Señor! el que entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre” (Mt. 7, 21). “Les aseguro que si no cambian y vuelven a ser como niños, no podrán entrar al Reino de los Cielos” (Mt. 18, 3). También el Apóstol San Juan nos da en la Segunda Lectura, tomada del Apocalipsis, algunas referencias del reinado de Cristo. El es “el Alfa y el Omega”, principio y fin de todo. Recordemos que a Moisés Dios se le reveló como “Yo soy el que soy” (Ex. 3, 14). Y a San Juan, el discípulo amado, se le revela como “el que es, el que era y el que ha de venir, el Señor del universo” (Ap. 1, 8).Dios siempre ha sido, es y será. Y vendrá de nuevo. Sí, volverá para mostrar su realeza, para mostrar que es “el Señor del universo”, el Todopoderoso. Y, tal como anunció el Arcángel Gabriel a la Santísima Virgen María “gobernará por siempre a su pueblo y su Reino no tendrá fin” (Lc. 1, 33). (*) Estudiante en Práctica Profesional de 5° año de Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule. Educador Comunitario.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

¡PARA INICIAR UN ANÁLISIS DEL MORMONISMO!

¡PARA INICIAR UN ANÁLISIS DEL MORMONISMO! Para iniciar un análisis del mormonismo. Para esto es necesario, no quedarse con esta información, sin investigar más a fondo. Los mormones: “Creen que Dios era Adán, un hombre normal, y que gracias a su esfuerzo personal se convirtió en divinidad. Además, que tuvo relaciones sexuales con María y con ella concibió a Jesús, que tuvo varias mujeres como Marta y María Magdalena. Aseguran también en su Credo que la Biblia no es la única palabra revelada y que Jesús gobernará el mundo desde los Estados Unidos. Es la Iglesia mormona, y éstas son parte de sus creencias. Ahora han dado un paso más: después de años “peinando” calles y plazas de medio mundo de dos en dos, elegantemente vestidos y con una amplia sonrisa en la cara, los mormones cambian de técnicas. O mejor, amplían su variedad. Los mormones han irrumpido en Facebook en los últimos días, con publicidades en la página de inicio y también en el muro personal de los registrados. Una inversión incuantificable de dinero y muy inteligentemente presentada. La forma de presentarse genera ya curiosidad a quien está navegando en las redes sociales. El equipo de comunicación de la Iglesia mormona se ha esforzado por presentar una iglesia amigable y abierta, moderna y natural. Preguntas cómo “¿Son cristianos los mormones?”, “¿Hay algún secreto? Descubra la verdad” o testimonios del tipo “Yo creo en la sustentabilidad, la naturaleza y la comida rica. Me llamo Max y soy mormón” o “Soy una amputada, conquistadora del miedo y maestra de lección. Soy Ingrid y soy mormona”. Son varios los anuncios y se pueden encontrar tanto en la home inicial de Facebook como en la propia página personal de cada usuario. Al pinchar, el navegador lleva a la sección de preguntas frecuentes de la página oficial de los mormones en España, pensada para darse a conocer al gran público. Preguntas como “¿Cómo puedo llegar a ser miembro de la Iglesia mormona?”, “¿Cómo es el estilo de vida mormón?”, “¿Es cierto que Jesucristo apareció en América después de su crucifixión y resurrección, de acuerdo con el Libro de Mormón?” o “¿Practican la poligamia?”, la sección responde a decenas de preguntas, algunas de manera ciertamente ambigua precisamente por la polémica que pueden generar. Por ejemplo, ante la pregunta “¿Por qué los mormones efectúan bautismos por los muertos?”, la página web responde que “debido a que no todas las personas que han vivido sobre la tierra han tenido la oportunidad de ser bautizadas bajo la debida autoridad, se pueden efectuar bautismos vicarios, esto es, que una persona que esté viva puede ser bautizada a favor de una persona fallecida”. La Iglesia mormona realiza muchísimos bautismos por los difuntos cada año, recibiendo grandes sumas de dinero por ello, y además aprovecha para crear un gigantesco registro informático de los millones de difuntos «bautizados» de esa manera. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días fue fundada por José Smith en Estados Unidos en 1830. Cuenta él mismo que, cuando tenía 14 años, recibió una visión en la que se le advertía que no debía practicar ninguna religión porque Dios, por medio de él, quería restablecer el Evangelio auténtico, que ya no era realmente respetado por ninguna de las religiones existentes. Siete años después, se le apareció el ángel Moroni que le indicó dónde encontrar el Libro de Mormón. Pero el libro estaba escrito en un idioma ininteligible, mezcla de hebreo, griego y egipcio antiguos, lenguas que José Smith no podía entender. El problema fue resuelto de una manera prodigiosa: junto al libro se encontraban unas gafas milagrosas con las que pudo leer y traducir sin dificultad el libro. Hasta aquí la historia contada por él. La realidad es que el Libro del Mormón está acusado de ser una copia de la novela de ficción bíblica escrita por Solomon Spaulding, cuya familia y herederos han litigado durante décadas bajo la acusación de fraude, contando incluso con el testimonio de peritos en caligrafía. Además, expertos en idiomas antiguos han examinado con detenimiento los caracteres que se publican en la historia escrita por José Smith y han declarado que no tiene que ver con el egipcio, el caldeo, asirio, árabe ni ninguna otra lengua oriental. Después de todo esto, la “religión” mormona se expandió por todo el mundo y ha recibido acusaciones de poligamia, racismo, abusos sexuales, estafas económicas y fraudes históricos de diversa índole. Hoy son catorce millones de adeptos, según sus propias estadísticas, en las que aseguran no incluir a los muertos «bautizados» a posteriori. En 1835, José Smith profetizó el fin del mundo para 1891. De momento, aquí seguimos”. Fuente: Artículo de Sara Martín en Religión en Libertad. Hay un criterio, entre otros, para evaluar una religión: el sentido de vida que entrega a un creyente. Esto se puede medir relativamente, desde la salud mental y la integración social, el aporte significativo a la sociedad y el testimonio de amor al prójimo. Conozco personas que han reorientado positivamente sus vidas al ingresar a esta Iglesia. ¿Qué sentido tiene entonces este análisis? Tiene sentido si descubrimos que el discernimiento sobre lo religioso no es una discusión desde criterios exclusivamente racionales. Lo racional tiene su momento, pero no es exclusivo. También el criterio bíblico-magisterial tiene un prudencial pronunciamiento. Lo religioso se valora desde la vivencia religiosa, donde lo dogmático no se niega, pero tampoco está en primer plano. Una persona puede tener ideas religiosas muy falsas según yo, pero tener una profundidad espiritual, que se hace muy palpable, en su forma de ser, de relacionarse con los demás y darle un significado a la vida en todo sentido. En este caso un auténtico cristiano capta esta situación de un creyente de otro credo y sabe que allí está Dios operando. Para esto no relativiza su dogmática, simplemente contempla un hecho concreto y deja que Dios juzgue. El amor es tolerante sin negar la verdad y la verdad tiene su propia manera para darse a conocer y hacer posible la conversión. Conocer lo que creen los mormones es un primer paso para valorar sus dichos y hechos, desde nuestra vivencia cristiana del evangelio y los sacramentos. (*) Estudiante en Práctica Profesional de 5° año de Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule. Colectivo Cultural Jorge Yáñez Olave.

sábado, 17 de noviembre de 2012

PARUSÍA: LA PLENITUD DE LA HISTORIA ESTÁ EN CRISTO.

PARUSÍA: LA PLENITUD DE LA HISTORIA ESTÁ EN CRISTO. DOMINGO 33 del Tiempo Ordinario - Ciclo "B" -18 de Noviembre de 2012 -Ya acercándonos al final del Año Litúrgico, el cual suele terminar en el mes de Noviembre de cada año, este último Domingo del Ciclo “B”, ciclo que concluye la próxima semana con la Fiesta de Cristo Rey, las Lecturas nos invitan a reflexionar sobre la Parusía. “Parusía” es una palabra que intriga -cuando no se conoce su significado- y que tal vez asusta cuando sí se conoce. En efecto, en su sentido estricto, “Parusía” significa la segunda venida de Cristo. Y eso asusta. En su sentido más amplio se refiere a la plenitud de la salvación de la humanidad, salvación efectuada ya por Cristo, pero que será completada precisamente con su segunda venida en gloria, cuando venga a establecer su reinado definitivo, cuando como nos dice San Pablo en la Segunda Lectura, “sus enemigos sean puestos bajo sus pies” (Hb. 10, 11-14.18). De allí que no haya que temer, porque la Parusía será el momento de nuestra salvación definitiva. Será, además, el momento más espectacular y más importante de la historia de la humanidad: ¡Cristo viniendo en la plenitud de su gloria, de su poder, de su divinidad! Si hace dos mil años Cristo vino como un ser humano cualquiera, en su segunda venida lo veremos tal cual es, “cara a cara” (1 Cor. 13, 12). Será el momento de nuestra definitiva liberación: nuestros cuerpos reunidos con nuestras almas en la resurrección prometida para ese momento final. Es cierto que la Primera Lectura del Profeta Daniel nos hace algunos anuncios aterradores. Pero ese momento será terrible para algunos, para “los que duermen en el polvo y que despertarán para el eterno castigo” (Dn. 12, 1-3). Pero ésos serán los que no hayan cumplido la voluntad de Dios en esta vida terrena, los que se hayan opuesto a Dios y a sus designios, los que hayan buscado caminos distintos a los de Dios. Es decir, ese castigo será para los que le han dado la espalda a Dios. Pero los justos, los que hayan buscado cumplir la voluntad de Dios en esta vida, los que por esa razón “están escritos en el libro... despertarán para la vida eterna... brillarán como el esplendor del firmamento... y resplandecerán como estrellas por toda la eternidad” (Dn. 12, 1-3).Notemos que Daniel nos habla de “los guías sabios” y “los que enseñan a muchos la justicia”. La gloria esplendorosa será para los guías que sean sabios, que estén llenos de la Sabiduría Divina y que guíen a otros con esa Sabiduría. También será esa gloria para aquéllos que enseñen la justicia. La justicia, en lenguaje bíblico, significa santidad. Es decir, esa gloria esplendorosa será también para aquéllos que viviendo en santidad, viviendo de acuerdo a la voluntad de Dios, enseñen a otros la santidad, el cumplimiento de la voluntad de Dios, tanto con su ejemplo, como con su palabra. Es cierto que nos dice también el Profeta, que ese momento será precedido por “un tiempo de angustia, como no lo hubo desde el principio del mundo”. Ahora bien, no hay que temer este tiempo final, pues dentro de su Providencia Divina, Dios prepara todo para bien de los que le aman, para bien de aquéllos que han vivido acorde a su Voluntad en esta vida –la que estamos viviendo antes de que vuelva glorioso como justísimo Juez en la Parusía. De allí que las pruebas y sufrimientos de esa tribulación serán la última llamada –la última oportunidad- de conversión para los que se encuentren en estado de pecado y decidan –por fin- no seguir dándole la espalda a Dios. Será también la última ocasión de expiación para los que, aun andando en la Voluntad de Dios, requieren de esa etapa de purificación para poder ver a Dios cara a cara. Porque “bienaventurados los limpios de corazón, pues ellos verán a Dios” (Mt. 5, 8) y, refiriéndose a la entrada a la Jerusalén Celestial, nos dice el Apocalipsis: “En ella no entrará nada manchado” (Ap. 21, 27) y “Felices los que lavan sus ropas…se les abrirán las puertas de la Ciudad” (Ap. 22, 14). En ese sentido, esa etapa de sufrimientos es, entonces, fruto de la infinita misericordia de Dios que quiere que todos sus hijos sean salvados y disfruten eternamente con El la gloria del Cielo que nos ha preparado desde toda la eternidad. Es por ello que para el verdadero seguidor de Cristo, las tribulaciones de ayer, de hoy y del futuro, tribulaciones personales o grupales, tribulaciones de ciudades, de países, del mundo, son vistas como preparación de todos los seres humanos a esa venida final de Cristo en gloria. El Evangelio también nos habla de lo mismo. Es Cristo predicando sobre ese momento. Y nos dice que será un momento en que “el universo entero se conmoverá, pues verán al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y El enviará a sus Ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo” (Mc. 13, 24-32). Es bueno hacer notar que tanto la profecía de Daniel, como el anuncio del Evangelio, se referían también a hechos que sucedieron ya en la historia, pues así es la Palabra de Dios: para todo momento. En el caso de Daniel, se refería a la persecución de los judíos por parte de los reyes paganos. En el caso del Evangelio, se trataba de la destrucción de Jerusalén. Pero en sentido pleno, estas lecturas se refieren a la Parusía, al fin de los tiempos. En ese momento seremos resucitados y reunidos todos: unos resucitarán para una vida de felicidad eterna en el Cielo y otros para una vida de condenación eterna en el Infierno. En ese momento grandioso, inimaginable, esplendoroso, tal vez el momento más espectacular y más importante de toda la historia humana, habrá “cielos nuevos y tierra nueva” para los salvados. Será el Reinado definitivo de Cristo (cfr. Ap. 21 y 1 Pe. 3, 10-13). Con esta esperanza se comprende cómo -desde el comienzo de la Iglesia hasta nuestros días- los cristianos, deseosos de volver a ver el rostro glorioso de Cristo, han esperado siempre la Parusía y hasta han creído sentirla muy próxima en algunos momentos de la historia de la humanidad. De allí que con el deseo de ese momento toda la Iglesia ore con las palabras finales de la Biblia: “Ven, Señor Jesús” (Ap. 22, 20). MARIO ANDRÉS DÍAZ MOLINA: Estudiante en Práctica Profesional de 5° año de Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule. Educador Comunitario.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

¡EL MUNDO ES UN JARDIN Y UN ESTERCOLERO A LA VEZ, PERO ES HUMANO A PESAR DE TODO!

Manifiesto Comunitarista- Personalista. A Eduardo Nicanor Frei Montalva, un líder humanista cristiano histórico (1911-1982) y, a todos los luchadores sociales, religiosos y políticos de todas las ideologías y tradiciones seculares y religiosas, que buscan construir una nueva sociedad más fraterna, comunitaria, libre, justa, tolerante y democrática. Es nuestro proyecto: Construir una civilización de la persona humana. Encender la antorcha de la Revolución Democrática. Darle un cauce heroico al Humanismo Cristiano. Agudizar la conciencia popular. Comunitarizar la fraternidad planetaria. Unificar la identidad en la diversidad. Cultivar el fruto de la Razón. Promover las relaciones cooperativas entre el Oeste-Este y el Norte-Sur. Liberar a los pueblos de la crueldad del mercado. Incitar la pasión de la renovación ideológica. Globalizar la demanda de los Derechos y Deberes Humanos. Sembrar la sensibilidad ecológica en los niños, Jóvenes, adultos y ancianos. Fomentar la trascendencia de la cultura artesanal y Folklórica. Propagar los valores perennes de las idiosincrasias de la tierra. Asumir el conflicto social en la praxis de los pobres. Desintegrar el sub-mundo del terrorismo y la tortura. Desangrar el corazón del fanatismo. Anunciar la ultra- urgencia de un nuevo hombre y una nueva mujer con hechos de humanización. Incinerar las huellas de las dictaduras y sistemas de intolerancia. Extender el arte, la ciencia y la tecnología. Vigorizar el largo aliento del Diálogo entre culturas, etnias, credos y sistemas. Superar la mera utopía del ensueño. Trabajar en la cantera épica de la vida comunitaria. Consagrar la existencia cotidiana. Prevenir a las nuevas generaciones de la presencia de la sombra impía de la intolerancia anti-religiosa. Aprender a ver al universo envuelto en la belleza de Dios. Evitar el vacío del sin sentido. Abrazar el heroísmo de la fragilidad humana. Acariciar la energía sexuada de la humanidad. Conservar el aíre puro que nos queda. Agradecer la vitalidad de la lluvia y de las estaciones del año. Compartir la tierra con todos los hombres y mujeres, dentro de los valores de un desarrollo sustentable. Sintonizar con toda la creación. Cristificar lo profano y efímero. Olfatear cotidianamente el aroma del esfuerzo extremo. Sobre los logros de cada día, esperar de Dios lo humanamente imposible. Modelar el barro de nuestra condición en el taller de la sabiduría eterna. Asumir la urgencia concreta del ideal. Dar pasos históricos hacia la construcción mundana de la justicia y equidad. Vivir el drama de la liberación. Destruir la maquinaria maldita del narcotráfico. Impulsar la acción no-violenta en los límites de la opresión. Activar la rebelión legítima, como último recurso, contra el capitalismo depredador. Mantener la posición avanzada del testimonio de la paz. Es nuestro proyecto final más cristiano: Edificar la Iglesia fraternal, profética y liberadora en la roca de los siglos. Desarrollar en plenitud los derechos y deberes de los laicos en la asamblea ecuménica. DEL LIBRO: “CANTOS Y ANTI-CANTOS DEL UNGIDO Y DE LA ÚLTIMA CUMBRE” DE MARIO A. DÍAZ MOLINA. (*) Estudiante en Práctica Profesional de 5° año de Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule. Colectivo Cultural Jorge Yáñez Olave.

domingo, 4 de noviembre de 2012

“NO ASISTAS A MISA SI ODIAS A ALGUIEN O ESTAS HACIENDO MAL A ALGUIEN: ¿TE CREES MEJOR DE LOS QUE NO CREEN EN DIOS, PERO SABEN AMAR Y RESPETAR?”.

“NO ASISTAS A MISA SI ODIAS A ALGUIEN O ESTAS HACIENDO MAL A ALGUIEN: ¿TE CREES MEJOR DE LOS QUE NO CREEN EN DIOS, PERO SABEN AMAR Y RESPETAR?”. DOMINGO 31 del Tiempo Ordinario - Ciclo B" -4 de Noviembre de 2012 -En el Evangelio de hoy presenciamos un diálogo entre Jesús y un letrado de la Ley, que le hace una pregunta clave al Señor: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?” (Mc. 12, 28- 34). Y al concluir este diálogo Jesús le hace un comentario final: “No estás lejos del Reino de Dios”.Y en esta respuesta el Señor hace gala de una promesa anterior: “No crean que yo vine a suprimir la Ley o los Profetas. No vine a suprimirla, sino a darle forma definitiva” (Mt. 5, 17). Efectivamente, para responder a la pregunta, Jesús recordó un texto antiguo que nos trae la Primera Lectura tomada del Deuteronomio (Dt. 6, 2-6). Este libro es uno de los libros de la Ley antigua y la Primera Lectura contiene el texto que los judíos repetían dos veces al día como plegaria de la mañana y de la tarde, el cual comienza con la palabra: “Escucha” y continúa con el mandato: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas”. Pero no se queda el Señor con el solo mandamiento de amar a Dios, sino que le da a éste un toque nuevo, agregando que hay un segundo mandamiento también: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Con esta novedad complementaria del precepto antiguo, Jesús está cumpliendo lo que había dicho sobre la Ley de Moisés en el Sermón de la Montaña, cuando advirtió que no la eliminaría, sino que la completaría, dándole la forma final. Ahora bien, ¿por qué el precepto antiguo comienza con la palabra “escucha”? ¿Por qué la oración judía comienza también con esa palabra? “Escucha” es una invitación a meditar el precepto del Señor, para vivir de acuerdo a ese precepto. No es casual que el mandato de Yahvé comience con esa orden de “escuchar”. Porque para hacer vida la Palabra de Dios y sus mandatos no basta hablar y pedir, sino que hay que escuchar. Hay que escuchar a Dios. Es necesario orar, escuchando, para poder dejar que la Palabra de Dios penetre y se haga vida en nosotros, para poder ir haciendo la Voluntad de Dios en cada instante de nuestra vida, no importen las circunstancias. Siempre es necesario “escuchar” para poder cumplir lo que Dios nos pide, pero la oración en escucha se hace particularmente importante cuando las “circunstancias” se vuelven especialmente difíciles en nuestro amor a Dios y al prójimo, y requerimos gracias especiales de Sabiduría y Fortaleza del Espíritu Santo. Sobre la necesidad de orar escuchando para poder hacer la Voluntad de Dios, también nos advierte el mismo Jesús: “No es el que me dice ¡Señor! ¡Señor! el que entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre del Cielo” (Mt. 7, 21). No hay que orar siempre pidiendo y pidiendo. Hay que orar amando. ¿Cómo oramos amando a Dios? Amar es darse. Debemos orar buscando darnos a Dios. Y ¿qué es darnos a Dios? Es entregarnos a los designios que El tiene para nuestra vida. Es aceptar su voluntad y buscar hacer su voluntad en todo. Eso es amar. Mejor que pedir esto o aquello, es decirle a Dios: me entrego a Ti, Señor, a lo que Tú tengas dispuesto. Guíame en tu camino para seguirte. Muéstrame tus deseos para cumplirlos. Volviendo al personaje del Evangelio, el letrado que había hecho la pregunta a Jesús no podía dejar de estar de acuerdo con El, pero no se queda sólo en decir que está de acuerdo, sino que agrega que el amar a Dios y el amar al prójimo como a uno mismo, “vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Se ve que conocía la Ley y los Profetas, pues con esto recuerda palabras de los antiguos Profetas. Uno de ellos, Samuel, que fue el último Juez de Israel y también profeta dijo: “A Yahvé no le agradan los holocaustos y sacrificios, sino que se escuche su voz.” (1 Sam. 15, 22). También Oseas, que supo bien lo que era el perdón y la misericordia, ya que a él el Señor le hizo experimentar el dolor y la vergüenza de la traición, nada menos que de su esposa, a quien nunca dejó de amar. Así dice el Señor por su boca: “Misericordia quiero y no sacrificios” (Os. 6, 3-6). Ahora bien ¿significa esto que Dios no desea nuestras ofrendas? De ninguna manera. Significa que primero que nuestras ofrendas desea que lo amemos a El sinceramente y que amemos a nuestros hermanos, como El nos ama. De allí que posteriormente Jesús profundice esta idea con esta exigente advertencia: “Si al presentar tu ofrenda en el altar, te recuerdas que un hermano tuyo tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ahí ante el altar, anda primero a reconciliarte con tu hermano y vuelve luego a presentar tu ofrenda” (Mt. 5, 23-24). Esto textos son exigentes. ¡Bien exigentes! Responder bien por mal no es fácil. Perdonar cuando se nos ha ofendido injustamente no es fácil. Saludar y amar a quien es nuestro enemigo no es fácil. Amar a quien nos ha hecho daño no es fácil. Y más que difícil, es imposible. Imposible si pretendemos cumplir estas exigencias con nuestras fuerzas “humanas”, que más bien nos orientan hacia otras direcciones: hacia el rencor, la venganza, el desquite, la discordia, la pelea, etc. De allí que la oración en escucha a Dios sea indispensable para poder cumplir los mandatos exigentes y nada fáciles del Señor. De allí que requiramos ese “escuchar” a Dios, el experimentar su misericordia para con nosotros, para dejar que sea El Quien ame a través de nosotros, ya que por nosotros mismos no podemos amar. Esta incapacidad de amar por nosotros mismos nos lo recuerda San Juan en su Evangelio y en sus Cartas: “Este en mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como Yo los he amado” (Jn. 15, 12). “Amémonos los unos a los otros, porque el Amor viene de Dios. Todo el que ama conoce a Dios. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es Amor ... El Amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que El nos amó primero” (1 Jn.4, 7-8 y 10). El Amor viene de Dios. Es decir: no podemos amar por nosotros mismos, sino que Dios nos capacita para amar. Es más: es Dios Quien ama a través de nosotros. Si oramos con sinceridad, amando a Dios “con todo el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas”, dándonos a El,y si amamos a nuestros hermanos “como a nosotros mismos”, tratándolos como deseamos ser nosotros tratados, haciéndoles el bien, reconciliándonos cada vez que sea necesario, perdonando aunque seamos ofendidos, tal vez así Jesús pueda decirnos como al letrado: “no estás lejos del Reino de Dios”. Mario Andrés Díaz Molina: Estudiante en Práctica Profesional de 5° año de Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule. Educador Comunitario.

viernes, 2 de noviembre de 2012

CARLOS MARCIO CAMUS LARENAS: UNA IGLESIA COMUNITARIA, PROFÉTICA Y LIBERADORA.

CARLOS MARCIO CAMUS LARENAS: UNA IGLESIA COMUNITARIA, PROFÉTICA Y LIBERADORA. Monseñor Carlos Camus Larenas, Obispo emérito de Linares, nació en Valparaíso el 14 de enero de 1927. Hijo de Carlos Camus Gómez e Isaura Larenas Romo. Egresado de Ingeniería Química de la Universidad Técnica Federico Santa María. Estudió en el Seminario de Santiago y en la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Chile. Bachiller en Filosofía. Licenciado en Teología. Ordenado sacerdote en Valparaíso el 21 de septiembre de 1957 por Mons. Rafael Lira, obispo de Valparaíso. Párroco en Peñablanca, Quilpué, Población Achupallas (Viña del Mar) y La Matriz, en Valparaíso. Asesor de la Juventud Obrera Católica y de la Acción Católica Rural. Pablo VI lo eligió Obispo de Copiapó el 31 de enero de 1968. Consagrado en la Parroquia Matriz de Valparaíso el 3 de marzo de 1968 por Mons. Emilio Tagle, Arzobispo-Obispo de Valparaíso. Co-consagrantes principales: Mons. José Manuel Santos, Obispo de Valdivia y Mons. Carlos González, Obispo de Talca. El Papa Pablo VI lo trasladó a Linares el 14 de diciembre de 1976. Sucedió a Mons. Augusto Salinas, quien había renunciado por razón de edad. Tomó posesión por procurador en enero de 1977 y personalmente el 17 de abril de ese mismo año. Desempeñó diversos cargos en la Conferencia Episcopal y en el CELAM. Hizo la Visita ad limina en 1979, 1984, 1989 y 1994. Retirado, el 17 de enero de 2003. Estos son datos objetivos que nunca dejarán de encontrarse en una biografía de Don Carlos Camus. Pero, lo que escribiremos es una opinión personal sobre su importancia pastoral y espiritual en la historia de la Iglesia Chilena y Universal. No puede ser menos y veremos porque. Hay lecturas ideológicas sobre el Obispo Camus, que no valoran su impronta pastoral desde una experiencia religiosa. No se puede hacer este análisis desde criterios de fe que no se tienen. El “Obispo de Chile”, como alguien dijo, es primero un Pastor de la Iglesia, desde este dato concreto se puede situar toda su labor pastoral, que se concretizó en la defensa de los derechos humanos; en su lucha contra el centro de tortura que funcionó en Colonia Dignidad; en su convocatoria pluralista que hizo visible la doctrina social de la Iglesia como núcleo que ilumina las diversas opciones políticas de los fieles: es legítimo ser católico y ser de izquierda, de centro o de derecha, etc., pero, “viviendo los valores evangélicos como fundamentos de la acción política del cristiano”; y sobre todo, se concretizó en su apoyó a los campesinos para que se organizaran en comunidades cristianas alrededor de una capilla; este hecho social-religioso por si mismo significó una educación cívica-eclesial: hombres, mujeres, jóvenes aprendieron a organizarse y dar pasos de superación del asistencialismo y paternalismo del pasado. Una Iglesia fraternal, comunitaria, profética y liberadora emergió en la conciencia religiosa del católico de base, como un ideal más cercano y posible. En función de esta actividad eclesial-social desarrolló un “pensamiento pastoral” que quedó registrado en cientos de pequeñas publicaciones: cartas a los fieles, jóvenes, entrevistas, libritos, etc.; en resumen: renovó con moderación y realismo la pastoral diocesana. Hay un “estilo Camus”, es un “carisma”, que muchos fieles sienten que no se replica en la actualidad. Algunos ven solamente los efectos políticos que inevitablemente están incorporados a toda pastoral, pues lo eclesial o religioso no funciona o no se realiza fuera de los conflictos socio-históricos. Conozco gente de izquierda que utilizó y propagó la imagen de un Obispo Camus “comunista”, nunca tuvieron un interés eclesial, les importaba la propia “acción política partidaria”; otros, usando el mismo calificativo, desvaloraron su labor humanitaria-pastoral, eran exponentes de una derecha dura, que no aceptaba que un Obispo asumiera un compromiso valiente y acusador de la barbarie que contaminaba la convivencia nacional. Ambas lecturas son parciales e ideológicamente abusivas. ¿Era posible ser cristiano, un líder moral, un Obispo y ser neutral frente a los casos de derechos humanos que hoy se conocen y es imposible no dejar de calificarlos de brutales y crímenes de lesa humanidad? ¿Es un tema político? Por supuesto que sí, en el buen sentido de una ética política y evangélica. Y desde la perspectiva de un Obispo, es un tema pastoral con consecuencias políticas, pero sobre todo hay un valor moral-humano. Esto hizo Don Carlos Camus. Es lo esencial, que nunca debe dejar de ser lo “epistemológicamente central”, en un análisis de su labor como Obispo de Linares. No ver esta dimensión moral y espiritual y hablar en términos de una actitud, donde solamente un ideal político excluyente es lo que mide y valora su labor pastoral y los otros son simplemente enemigos y falsos, es una mentira ideológica, muy común en una forma cínica de hacer política en nombre de una supuesta fe. ¿Toda persona de derecha es falsamente católica? ¿Toda persona de izquierda es no-creyente o es falsamente católica?. Pienso que no. No es tan simple, como una mera lectura ideológica-partidista, sin perspectivas antropológicas más amplias. Si se analiza la visión pastoral de Don Carlos Camus, es moderada, pero realizadora. No es un exaltado. Es demasiado lúcido para dejarse arrastrar por un “infantilismo pastoral revolucionario”. Creo que su pensamiento pastoral es digno de ser estudiado. Es una experiencia que puede nutrir una “teología pastoral” que al tener criterios, se puede reubicar en el proceso socio-religioso cambiante de los ambientes eclesiales actuales. Si estamos convencidos del valor de su pensamiento y su acción, rescatemos su “impronta” desde todas las posibilidades realmente pastorales y creyentes. Don Carlos Camus, acercó la Iglesia a los pobres y humildes y si bien no realizó una “revolución” hizo factible ver los “ideales renovadores” como posibles. Cuando hay una capilla donde no se comenta la palabra de Dios en la misa, porque el celebrante no quiere hacerlo a pesar del reclamo de los fieles, o no se toma en cuenta a los laicos para reconstruir el templo parroquial o cuando un grupo de fieles le reclama a una autoridad eclesiástica que su párroco es alcohólico y “esclavo del dinero” y esta autoridad les dice: “soportan los vicios de su párroco o se quedan sin sacerdote” y así, se siente que este ideal de Iglesia “más fraternal y respetuoso de los laicos” se hace de nuevo lejano. No son pocos los que se van de las parroquias y capillas. Mucha gente habla detrás de sus puertas, como típicos chilenos sin “personalidad social”. Personalmente hablo ahora, porque mañana hablarán otros intereses. Recuerdo a un ministro laico, que ideológicamente ponía su visión política por sobre lo pastoral-eclesial. Se definía como “camusista” en primer lugar, y no quiso seguir participando en la Iglesia, cuando llegó el nuevo Obispo. Dejó de ir a misa. Era impresionante escuchar su discurso anti-católico, después de verlo “adorar al Santísimo”. Hace tiempo que no lo veo. Su lectura era exclusivamente política-partidista. ¿Alguna vez fue un creyente o era un enviado de su partido o un infiltrado? Creo que era creyente, pero su ideología mal ubicada en su escalada de valores, destruyó su fe. Don Carlos Camus, siempre ha insistido en el pluralismo como una nota de la Doctrina Social de la Iglesia. Espero que por entre ciertos intereses no muy puros, se pueda seguir leyendo el legado pastoral de Don Carlos, Obispo emérito de Linares. ¿Quién podría negar argumentativamente que su labor pastoral se pueda valorar a nivel de la Iglesia universal? Por lo tanto, podemos seguir aplicando su “sabiduría pastoral”. Tenemos sus libritos y cartas, etc. y nuestra historia de fe que vivimos junto a su labor episcopal. Mario Andrés Díaz Molina. Estudiante en Práctica Profesional de 5° año de Pedagogía de Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule.