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jueves, 27 de diciembre de 2012

“¿No sabían que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?”

“¿No sabían que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?” Solemnidad SAGRADA FAMILIA - Tiempo de Navidad - Ciclo "C" -30 de diciembre de 2012- La Iglesia nos coloca la Fiesta de la Sagrada Familia enseguida de la Navidad, para ponernos de modelo a la Familia en que Dios escogió nacer y crecer como Hombre. Jesús, María y José. Tres personajes modelo, formando una familia modelo. Y fue una familia modelo, porque en ellos todo estaba sometido a Dios. Nada se hacía o se deseaba que no fuera Voluntad del Padre. El Evangelio (Lc. 2, 41-52) nos narra el incidente de la pérdida de Jesús durante tres días y de la búsqueda angustiosa de José y María, que culmina con aquella respuesta desconcertante de Jesús: “¿No sabían que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?”. El Padre y las cosas del Padre de primero. Así, en la casa de Nazaret todo estaba sometido al Padre. Jesús mismo pertenece al Padre Celestial, antes que a María y José. La familia está hoy en crisis. Y seguirá estándolo mientras los esposos y los hijos no tengan como modelo a Jesús, María y José. Todo en ellos giraba alrededor de Dios. Como en la Sagrada Familia, con los esposos debe haber un “TERCERO” que debe estar siempre de “PRIMERO”: DIOS. Entre padres e hijos, debe estar ese mismo “tercero”, (Dios) pero siempre de “primero”. De otra manera las relaciones entre los miembros de la familia pueden llegar a ser muy difíciles y hasta imposibles. La presencia de Dios en el hogar, entre los miembros de la familia, es lo único que garantiza la permanencia de la familia y unas relaciones que, sin ser perfectas, como sí lo fueron en la Sagrada Familia, sean lo más parecidas posibles al modelo de Nazaret. Por eso Dios elevó el matrimonio a nivel de Sacramento, para que la unión matrimonial fuera fuente de gracia para los esposos y para los hijos. Pero... ¿qué sucede, entonces? Para responder, cabe hacernos otras preguntas: ¿Dónde está Dios en las familias? ¿Qué lugar se le da a Dios en las familias? ¿Es Dios el personaje más importante en las familias? ¿Se dan cuenta las parejas que se casan ante el altar, que para cumplir el compromiso que están haciendo al mismo Dios, deben poner a ese Dios de primero en todo? ¿Se recuerdan de esto a lo largo de su vida de casados? ¿Ponen a Dios de primero entre sus prioridades? ¿Enseñan esto a sus hijos? ¿Rezan los esposos? ¿Rezan con los hijos? “Familia que reza unida permanece unida” es el lema de la Campaña del Rosario en Familia. ¿Rezan unidas las familias? Sin la oración, nada es posible, menos aún la unión familiar y las buenas relaciones entre los miembros de una familia. ¿Cómo, entonces, poder cumplir con las exigencias del amor cristiano, que piensa primero en el otro antes que en uno mismo, que complace al otro antes de complacerse a sí mismo? ¿Cómo cumplir con los consejos que San Pablo nos da en la Segunda Lectura: “Sean compasivos, magnánimos, humildes, afables y pacientes. Sopórtense mutuamente y perdónense cuando tengan quejas contra otro. Y sobre todas estas virtudes, tengan amor, que es el vínculo de la perfecta unión”? (Col. 3, 12-21). ¿Cómo ser así los miembros de la familia si no obtienen las gracias necesarias a través de la oración? ¿Cómo poder ser así si Dios no está de primero en la vida de cada uno? La Primera Lectura del libro del Eclesiástico o de Sirácide (Eclo 3, 3-7.14-17) nos trae consejos muy prudentes y oportunos sobre las relaciones entre los miembros de la familia, haciendo un desarrollo muy apropiado del Cuarto Mandamiento: honrar padre y madre. Cuando los miembros de la familia ponen a Dios en primer lugar y buscan a Dios en la oración, es posible seguir estos antiguos consejos que siempre están vigentes. Con la oración, la vida familiar se hace más fácil, los hijos honran a sus padres, éstos se aman y se comprenden mutuamente, aman a los hijos y los educan para que Dios sea también el “primero” en sus vidas. Ese es el secreto de la felicidad familiar. Este modelo de familia no se impone a nadie. Es un fruto de una vivencia de la fe, esperanza y caridad. No es la suerte o la mera educación lo que hace posible la estabilidad de un matrimonio o familia. Ser católico no es una obligación, nadie puede obligar a aceptar los valores de una espiritualidad cristiana de la familia. El cristianismo aporta a la sociedad civil, una familia centrada en Dios, libremente asumida. En este espacio básico de la vida social, la secularización no puede significar un debilitamiento de la sacramentalidad del matrimonio. La familia cristiana es una presencia concreta de Cristo, que santifica la sexualidad como donación de amor. La centralidad de Dios no anula la autonomía personal. Para aceptar la “ideología divorcista”, hay que salirse de estos criterios. Si las pasiones humanas superan el mensaje de Cristo sobre el matrimonio, no hay “algo sólido” donde fundamentar la familia. El “te dejé de querer o desear” lo decide todo. Dios, aquí no es nada. Es un adorno del lenguaje, una superstición. El condicionamiento que produce Dios en la vida humana, siempre supone la libertad personal. La libertad interior acompaña todo el proceso “religador: persona-Dios”. Dios es el único ser que se puede dar sin desaparecer, como alimento, como todo y es el único ser que nos hace capaces de darnos a los demás sin anularnos en nuestra esencia de seres libres, racionales, afectivos y trascendentes. Esto hace posible que el amor tenga exigencias heroicas. MARIO ANDRÉS DÍAZ MOLINA: Estudiante de 5° año (post-práctica profesional) de Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule. Colectivo Cultural Jorge Yáñez Olave.

lunes, 24 de diciembre de 2012

CARTA ABIERTA AL CÍRCULO DE COMUNICADORES SOCIALES DE LINARES.

CARTA ABIERTA AL CÍRCULO DE COMUNICADORES SOCIALES DE LINARES. Estimados integrantes del Círculo de Comunicadores Sociales de Linares: no fue posible que pudiera estar presente en la fiesta de navidad del Círculo. Pero, de alguna manera, la esencia de esta organización es la comunicación humana y el uso de medios masivos de comunicación social. Usando uno de estos medios, la prensa, me dirijo a ustedes para invitarlos a una reflexión sobre el ser mismo de nuestra entidad. Hace muy poco que soy miembro de esta importante organización de Linares. En una de las últimas reuniones fui elegido como encargado de capacitación. Asumiendo esta función les propongo en primer lugar, este ejercicio de auto-conciencia. En el Círculo se dan tres elementos que hacen de esta entidad un buen grupo organizado. Hay personalidades. Cada uno de ustedes tiene un sello propio y público. Comunican valores y visiones que repercuten en la sociedad civil local y regional. Por si mismos convocan a la gente. Son líderes de opinión. Son estimados por esta expresión singular. Como ciudadanos tienen acceso a una información estratégica que los hace capaces de iniciar y promover obras sociales de bien común. Esto no es menor. Otro elemento es la experiencia de comunidad. El Círculo está bien constituido. Son personas que se reconocen como partes de un cuerpo. Se tratan de “colegas”. Hay afecto mutuo muy notorio. Se planifican objetivos y se van logrando en el tiempo. Hay una historia de logros comunes y aspiraciones de superación comunitaria y profesional. Esto valida al grupo ante la sociedad y a cada integrante; se ha desarrollado un claro sentido comunitario. Está presente un liderazgo visible, positivo, inclusivo y reconocido por todos. Esto es notable por que los integrantes, sean hombres y mujeres, son líderes naturales en sus medios de trabajo comunicacional. Un grupo de personas autónomas requiere de un líder visible de grandes cualidades: buen negociador, saber escuchar, unir, proponer tareas dentro de un clima de diálogo, resolver problemas emergentes, etc. Este es el tercer elemento. Miguel Ángel, es un líder carismático, un prototipo de comunicador social y periodista. Admirado por los que reconocemos que ser un Comunicador social es clave hoy, para inculturizar valores y nuevas visiones culturales para mejorar la calidad de vida de la gente que está bajo la influencia de los medios de comunicación social. El Círculo funciona realmente como organización socio-cultural a diferencia de otras entidades que son “organizaciones fantasmas”. No digo que sea la única organización que opera. Pero es de las pocas que funciona realmente con todos los elementos constitutivos de una estructura comunitaria. En segundo lugar, los invito a reflexionar, sobre los valores de la Navidad. Nuestro presidente dice al iniciar una reunión: “en nombre de Dios se abre la sesión”. Me llama mucho la atención esta invocación. El siguiente texto que escribí como parte del artículo de este pasado domingo plantea un desafío de educación no-formal para todos nosotros. “Es importante rescatar, por entre medio del consumismo, que llegó para quedarse, el verdadero sentido de la Navidad. No es una fiesta exclusiva para los niños. Es una fiesta de la humanidad. Celebramos el nacimiento del Hijo de Dios encarnado. Él hace posible nuestra esperanza de salvación. No es el ser humano el que se salva por medio de la meditación o una técnica de auto-liberación, es Dios el que se hace cercano al hombre y asume su naturaleza humana; ahora cada ser humano, hombre y mujer, se puede encontrar con Dios. La iniciativa salvífica es primero de Dios, después está la cooperación humana. Que esto sea posible, es una gran noticia, que al ser anunciada es motivo de gozo y alegría. Es la buena nueva vital que ilumina el sentido de la historia cotidiana y pública. El anuncio del misterio de la encarnación es motivo de fiesta y celebración. Este es el sentido esencial de la Fiesta de Navidad. Recuperar este sentido en los ambientes más cercanos al cristianismo es una tarea de todos. Darle una relectura bíblica o cristocéntrica al pesebre, incluso al árbol de pascua, como “Árbol de la Vida”, que simboliza a Cristo como salvador, o darle al viejo pascuero que trae regalos como símbolo de la paternidad de Dios que gratuitamente nos envía a su único hijo para salvarnos y nos enseña a darnos unos a otros, es una inculturación evangelizadora. Es nuestra tarea hoy”. Les deseo una feliz navidad junto a sus seres queridos, amigos, vecinos, compañeros de trabajo y en especial que sean una voz de alegría y esperanza para todas las personas que los escuchan, ven y leen. Es nochebuena, es navidad Es nochebuena, es navidad. Un viejo vestido de invierno, nos trae en su sonrisa robusta un dios del culto imperial. Un dios desechable. Un dios que regala una alucinación. Un dios que nunca fue hijo de Dios ni menos un pobre sin pan. Repican las campanas de los templos y capillas. El lucro parece ser humano. La fiesta parece ser de todos. Los pobres juegan a ser ricos consumiendo una ilusión. Los menos pobres empeñan hasta el alma para comer sin moderación. Los más ricos y potentados, siguen comiendo y bebiendo y fornicando en una alcoba presidencial. Niños y viejos defecan presurosos para volver a degustar grasas dulces. Pero, ¿Qué celebran afanosos? Algunos hablan de un tal Cristo, que habría nacido en Israel. Otros, muestran sus ganancias y costos de producción. Otros, sólo desean reposar para hacer la digestión. ¿Dónde está el pesebre de Francisco de Asís? Es nochebuena, es navidad. Todo está preparado para la celebración . Sólo falta el invitado principal. ¿Cuándo llegará? ¿Quién es? ¿Quién lo recibirá?...poeta: Mario Díaz Molina MARIO ANDRÉS DÍAZ MOLINA: Educador Comunitario. Encargado de Capacitación del Círculo de Comunicadores Sociales de Linares.

sábado, 22 de diciembre de 2012

MARÍA, LA MADRE DEL REDENTOR, NOS ENSEÑA A VIVIR EL VERDADERO SENTIDO DE LA NAVIDAD.

MARÍA, LA MADRE DEL REDENTOR, NOS ENSEÑA A VIVIR EL VERDADERO SENTIDO DE LA NAVIDAD. DOMINGO 4 del Tiempo de Adviento - Ciclo "C" -23 de Diciembre de 2012-Termina el Adviento y ya llega la Navidad. Ya nace el Redentor del mundo en Belén, esa “pequeña entre las aldeas de Judá”. Pero, dice la profecía de Miqueas (Mi. 5, 1-4) “de tí saldrá el jefe de Israel, cuyos orígenes se remontan a los días más antiguos”. La profecía hacía alusión al Mesías, a su origen antiguo (eterno), por lo tanto a su divinidad. Y también a la omnipotencia y grandeza de Dios: “la grandeza del que ha de nacer llenará la tierra y El mismo será la Paz”. Los israelitas sabían que el Mesías debía nacer en Belén. Prueba de ello es que cuando los Magos llegan a Jerusalén preguntando por El, los sumos sacerdotes refirieron al Rey Herodes esta profecía de Miqueas (cfr. Mt. 2, 1-6). Suponemos, entonces, que la Virgen y San José conocían esta profecía y que el viaje obligado de José a Belén para el censo, les daría una certeza adicional de que Quien nacería del seno de la Virgen, era verdaderamente el Mesías. Lo curioso es que pareciera que el César controlara su gran imperio. Pero –si nos fijamos bien- es Dios el que está al mando de la situación. Dios utiliza este decreto sorpresivo del César para que se cumpla el decreto previo de Dios: el Mesías ha de nacer en Belén. Un detalle que nos muestra que Dios es el Señor de la Historia: la de cada uno, la de cada nación, la de cada pueblo. Somos actores, pero Dios dirige…aunque no nos demos cuenta. La profecía también anunciaba a María, la Madre del Redentor. “Si Yahvé abandona a Israel, será sólo por un tiempo, mientras no dé a luz la que ha de dar a luz”. María, la que habría de dar a luz, preanunciada desde el comienzo de la Escritura (Gn. 5, 30) como la que aplastaría la cabeza de la serpiente con su descendencia divina, es la Madre del Mesías. Además es la vencedora del Demonio por su fe y su entrega a Dios. María era simple criatura de Dios, adornada -es cierto- de dones inmensos, pero tuvo que tener fe y tuvo que dar su sí. Y con su fe y con su sí se realizó el más grande milagro: Dios se hace Hombre y nos rescata de la esclavitud del Demonio. “Dichosa tú que has creído que se cumpliría cuanto te fue anunciado de parte del Señor” (Lc. 1, 39-45). Son palabras de Santa Isabel, su prima, cuando María encinta llegó a visitarla. Isabel conocía de sobra la importancia de la fe, pues su marido, Zacarías, no había creído lo que el Ángel le había anunciado a él sobre la concepción milagrosa de su hijo, San Juan Bautista, el Precursor del Mesías. Milagrosa, porque eran una pareja estéril y añeja. Zacarías quedó mudo hasta después del nacimiento de Juan, por no haber creído que lo anunciado se cumpliría. (cfr. Lc. 1, 5-25 y 57-80). La fe es muy importante en nuestro camino hacia Dios. ¿Qué hubiera pasado si María no hubiera creído, si hubiera sido racionalista, incrédula, desconfiada, escéptica? De allí que la primera cualidad en imitar de la Virgen es su fe en Dios, en que todo es posible para Dios, aún lo más increíble, tan increíble como lo que a Ella sucedió, que sin conocer varón, el Espíritu Santo la haría concebir a Dios mismo en su seno, en forma de bebé. Increíble, pero “para Dios nada es imposible” (Lc. 1, 37). Lo segundo en María es su entrega a la Voluntad de Dios. Después de conocer lo que Dios haría, la Virgen se entrega en forma absoluta a los planes de Dios: “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra” (Lc. 1, 38). Estas palabras con las que la Virgen hace su entrega a Dios recuerdan las del Salmo 40, 8, que Ella seguramente conocía: “Aquí estoy para hacer tu voluntad”. San Pablo también las retoma cuando habla del sacrificio de Cristo y pone a Cristo a decir: “No te agradan los holocaustos ni los sacrificios... entonces dije -porque a Mí se refiere la Escritura: ‘Aquí estoy, Dios mío; vengo a hacer tu voluntad” (Hb. 10, 5-10). Fe y entrega a la Voluntad de Dios, tanto en la Madre como en el Hijo, son condiciones indispensables para seguirlos, para que se cumpla en nosotros lo que Dios nos ha prometido y lo que nos trae en Navidad: nada menos que nuestra salvación! Es importante rescatar, por entre medio del consumismo, que llegó para quedarse, el verdadero sentido de la Navidad. No es una fiesta exclusiva para los niños. Es una fiesta de la humanidad. Celebramos el nacimiento del Hijo de Dios encarnado. Él hace posible nuestra esperanza de salvación. No es el ser humano el que se salva por medio de la meditación o una técnica de auto-liberación, es Dios el que se hace cercano al hombre y asume su naturaleza humana; ahora cada ser humano, hombre y mujer, se puede encontrar con Dios. La iniciativa salvífica es primero de Dios, después está la cooperación humana. Que esto sea posible, es una gran noticia, que al ser anunciada es motivo de gozo y alegría. Es la buena nueva vital que ilumina el sentido de la historia cotidiana y pública. El anuncio del misterio de la encarnación es motivo de fiesta y celebración. Este es el sentido esencial de la Fiesta de Navidad. Recuperar este sentido en los ambientes más cercanos al cristianismo es una tarea de todos. Darle una relectura bíblica o cristocéntrica al pesebre, incluso al árbol de pascua, como “Árbol de la Vida”, que simboliza a Cristo como salvador, o darle al viejo pascuero que trae regalos como símbolo de la paternidad de Dios que gratuitamente nos envía a su único hijo para salvarnos y nos enseña a darnos unos a otros, es una inculturación evangelizadora. Es nuestra tarea hoy. MARIO ANDRÉS DÍAZ MOLINA: Educador Comunitario.

jueves, 20 de diciembre de 2012

MAÑANA 21 DE DICIEMBRE 2012 NO SE ACABA EL MUNDO

Ante la fecha del 21 de diciembre de 2012 MAÑANA SERÁ UN DÍA CON SOL Y EN LA NOCHE ESTARÁ LA LUNA...SE SEGUIRÁN PAGANDO LAS CUENTAS DE AGUA Y LUZ...ESTE ARTÍCULO ME PARECE BASTANTE RAZONABLE...SIN EMBARGO, HABLA DE ENERGIAS NEGATIVAS...DE LUZ INTERIOR, ETC. NO ES EL LENGUAJE TEOLÓGICO CATÓLICO O CRISTIANO TRADICIONAL...PERO NO IMPORTA, NOSOTROS PENSAMOS COMO ÉL, QUE MAÑANA NO SE ACABA EL MUNDO Y CONFIAMOS EN EL PODER DE DIOS, NO EN ENERGIAS POSITIVAS O LUCES INTERIORES AUTOSALVADORAS...CRISTO ES LA INICIATIVA SALVADORA DEL PADRE, ES LA MISMA SALVACIÓN...MAÑANA SEGUIRÁ LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD...NUESTRA FE-ESPERANZA-AMOR SEGUIRÁN SIENDO DONES QUE DIOS-TRINO INFUNDE EN NUESTRAS VIDAS.HAY QUE SEGUIR ORANDO Y PERSEVERANDO EN LA CONFIANZA Y AMISTAD CON NUESTRO SEÑOR JESÚS, EN SU MADRE MARÍA SANTÍSIMA Y EN LA IGLESIA REDIMIDA POR JESÚS. Mañana viernes, 21 de diciembre de 2012, a las 11:12 horas del tiempo universal coordinado (UTC), se inicia el solsticio (de invierno en el hemisferio norte, de verano en el hemisferio sur). Es un momento que marca el fin de un ciclo en la cuenta larga del calendario maya, pero es también la más reciente fecha que algunos apocalípticos han señalado como “El Fin del Mundo”. Este viernes será el más corto del año, pero hay quienes fatídicamente creen que será “el último día” y otros muchos que han tomado precauciones, haciendo acopio de agua, alimentos e insumos, ante el supuesto apagón de tres días que habrá en el mundo por una falsa alineación de los planetas, o por la falsa llegada de un inexistente cometa, o por unos no comprobados efectos de tormentas magnéticas o radiaciones solares… En el imaginario de muchas personas existe la posibilidad de que el mundo se acabe, a pesar de que la NASA ya lo ha aclarado científicamente: que el 21 de diciembre no habrá tal desaparición de la especie humana y que la Tierra aún tiene vida para rato; ya cuenta con 4.600 millones de años de antigüedad y le quedan todavía muchos millones de años más, a pesar de lo mucho que la estamos maltratando y de todo el daño que le estamos haciendo… Sin embargo, por sugestión, por superstición, por contagio de miedos infundados, por influencia de personas o grupos de diversas tendencias místico-esotéricas y/o grupúsculos sectarios -cuyos líderes o dirigentes sí tienen intereses concretos y muy determinados-, o también por simple ignorancia, hay quienes todavía “se la creen” y están expresando y dando muestras de distintas formas y maneras de sus temores, dudas e incertidumbres. Si hay algo que realmente debamos temer que suceda mañana, no será por ningún suceso o acontecimiento relacionado con la actividad de la Naturaleza, ya que éstos pueden suceder tanto mañana como cualquier otro día. Lo que hay que temer es la posibilidad, más que real, de que en diversas partes del mundo sucedan muertes, o se produzcan suicidios colectivos, o haya quienes cometan estupideces de todo tipo y puedan ocasionar una seria desgracia… Una psicosis colectiva pudiera ser mucho peor de lo que realmente pueda pasar este día. A nivel de energías, el hecho de que haya mucha gente que esté preocupada y pensando en la misma cosa, puede concentrar mucha energía negativa y ello puede causar muchísimos más desastres que cualquier otra cosa. No hay que tener ningún temor, ningún miedo, ninguna incertidumbre. El mundo no se va a acabar mañana, ni pasado, ni en muchos años más… Habrá, eso sí, cambios; cambios importantes en nuestro camino evolutivo, cambios a nivel personal y colectivo, como especie, y muchos de estos cambios se han iniciado hace ya varias décadas, porque a estos niveles nada sucede de un día para otro, sino que se van produciendo de manera progresiva. Y hemos de comenzar a entender que la gran mayoría de estos cambios positivos han de tener lugar a nivel espiritual, han de iniciarse en nuestro propio interior, dentro de nosotros mismos. Y la que sí hay que mantener encendida, en todo momento, es nuestra Luz Interior. En ella no hay tinieblas, no hay oscuridad, no hay incertidumbres… porque esa misma Luz se alimenta de la fe y la confianza en nuestro Creador. por Aguamarine y Josep

jueves, 13 de diciembre de 2012

Lo importante es vivir cada día como si fuera el último día de nuestra vida en la tierra.

Lo importante es vivir cada día como si fuera el último día de nuestra vida en la tierra. DOMINGO 3 de Adviento - Ciclo "C" -16 de Diciembre de 2012 -Ya más entrado el Adviento, las lecturas nos hablan de alegría, pues ya está más cerca la venida del Señor. La Primera Lectura (So. 3, 14-18). “Alégrate, hija de Sión, da gritos de júbilo... No temas... el Señor tu Dios está en medio de tí. El se goza y se complace en ti”. ¿Por qué hemos de estar alegres? Porque “el Señor ha levantado la sentencia contra ti, ha expulsado a todos tus enemigos”. Es la salvación realizada por Cristo lo que se nos anuncia aquí. Tanto es así que el Arcángel Gabriel hace eco de estas palabras cuando anuncia a la Santísima Virgen María la Encarnación del Hijo de Dios en su seno: “Alégrate, el Señor está contigo ... No temas María, porque has encontrado el favor de Dios ... concebirás y dará a luz a un Hijo” (Lc. 1, 28 y 30). Desde que Jesús vino al mundo como Dios verdadero y como Hombre también verdadero, podemos decir con San Pablo en la Primera Lectura (Flp. 4, 4-7): “el Señor está cerca”, porque cada día que pasa nos acerca más a la venida del Señor. «Sí, vengo pronto», nos dice el final del Apocalipsis (Ap 22, 20) ¿Cuándo será ese momento? Nadie, absolutamente nadie, lo sabe con certeza. Eso nos lo ha dicho Jesús. Pero también nos ha hado algunos signos que El mismo nos invita a observar. (Mt 24, 4-51; Lc 21, 5-36) 1.) Muchos tratarán de hacerse pasar por Cristo. 2.) Sucederán guerras y revoluciones que no son aun el final. 3.) Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. 4.) Terremotos, epidemias y hambres. 5.) Señales prodigiosas y terribles en el cielo. 6.) Persecuciones y traiciones para los cristianos. 7.) El Evangelio habrá sido predicado en todo el mundo. 8.) La mayor parte de la humanidad estará imbuida en las cosas del mundo y habrá perdido la fe. 9.) Después se manifestará el anti-Cristo, que con el poder de Satanás realizará prodigios con los que pretenderá engañar a toda la humanidad. ¿Cómo volverá Jesucristo? Primeramente aparecerá en el cielo su señal -la cruz-; vendrá acompañado de Ángeles y aparecerá con gran poder y gloria. (Mt. 24, 30-31) Entonces... ¿qué hacer? También nos lo dice el mismo Jesús: «Por eso estén vigilando y orando en todo momento, para que se les conceda escapar de todo lo que debe suceder y estar de pie ante el Hijo del Hombre.» (Lc 21, 36) San Pablo también nos responde con la misma consigna: “No se inquieten por nada; más bien presenten sus peticiones a Dios en la oración y la súplica, llenos de gratitud”. La oración es, sin duda, un ingrediente importantísimo de entre las cosas que hemos de hacer para prepararnos a la venida del Señor. Pero ¿qué más hacer? Con la oración como punto de partida, la Misa dominical que no debe faltar, arrepentimiento y Confesión sacramental de nuestros pecados y la Comunión lo más frecuente posible, debemos realizar el ideal del cristiano que conocemos. Sin embargo, el Evangelio nos presenta a un personaje muy central de esta temporada de Adviento, preparatoria a la Navidad. Se trata de San Juan Bautista, el precursor del Mesías. El era primo de Jesús, recibió el Espíritu Santo aun estando en el vientre de su madre, cuando la Santísima Virgen la visitó enseguida de la Encarnación del Hijo de Dios. Llegado el momento, San Juan Bautista comenzó su predicación para preparar el camino del Señor; es decir, para ir preparando a la gente a la aparición pública de Jesús. Y al Bautista le preguntaban “¿qué debemos hacer?” (Lc. 3, 10-18). Y él les daba ya un programa de vida que parecía un preludio del mandamiento del amor que Jesús nos traería. “Quien tenga dos túnicas que dé una al que no tiene ninguna, y quien tenga comida, que haga lo mismo”. A los publicanos, funcionarios públicos les decía: “No cobren más de lo establecido, sino conténtense con su salario”. A los soldados: “No extorsionen a nadie, ni denuncien a nadie falsamente”. Ahora bien, siguiendo la tónica del Adviento, este tiempo preparatorio a la Navidad, las lecturas nos llevan de la primera a la segunda venida del Salvador. El mismo Precursor del Señor nos habla no sólo de la aparición pública del Mesías allá en Palestina hace poco menos de dos mil años, sino que también nos habla de su segunda venida: “El tiene el bieldo en la mano para separar el trigo de la paja; guardará el trigo en su granero y quemará la paja en un fuego que no se extingue”. Clarísima alusión al fin del mundo, cuando Cristo separará a los buenos de los malos: unos irán al Cielo y otros al Infierno, al fuego que no se extingue. En la segunda venida de Cristo, seremos resucitados: los buenos a una resurrección de gloria y los malos a una resurrección de condenación para toda la eternidad. Felicidad o infelicidad eternas. Pensando en la primera venida de Cristo, cuando nació en la humildad de nuestro cuerpo mortal, recordemos también nuestra futura resurrección al final de los tiempos, de manera que ésta y todas las Navidades nos sirvan para aprovechar las gracias divinas que se derraman en recordatorio del nacimiento de Jesús en la tierra, para que esas gracias se traduzcan en gracias de gloria para su segunda venida, cuando nuestro cuerpo mortal será transformado en cuerpo glorioso en la resurrección del día final. Es así como la Navidad o primera venida del Mesías continúa siendo un recordatorio y un anuncio de su segunda venida. Oración y vigilancia es lo que nos pide el Señor: orar y actuar como si hoy -y todos los días- fueran el último día de nuestra vida terrena. Lo importante no es saber el cómo. Lo importante no es saber el cuándo. Lo importante es estar siempre preparados. MARIO ANDRÉS DÍAZ MOLINA

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Amadeus Knödlseder, el incorregible buitre de los Alpes [Cuento. Texto completo.]

Amadeus Knödlseder, el incorregible buitre de los Alpes [Cuento. Texto completo.] Gustav Meyrink -¡Knödlseder, hazte a un lado! -ordenó Andreas Humplmeier, el águila real, apoderándose bruscamente del trozo de carne que la mano dadivosa del guardián había arrojado a través de las rejas. -Porquería de animal, ojalá se muera -protestaba indignadísimo el anciano buitre de los Alpes, que en los largos años de encierro se había vuelto terriblemente corto de vista y no podía soportar que se aprovecharan de una manera tan irrespetuosa de su inferioridad; voló hacia una de las barras y desde ahí escupió finalmente con la esperanza de dar en su adversario. Pero Humplmeier no se turbó en absoluto; con la cabeza metida en un rincón devoró impasible la carne recién hurtada limitándose tan solo a levantar despectivamente las plumas de su cola mientras se mofaba: -¡No te pongas belicoso, que te doy una cachetada! ¡Y esta ya era la tercera vez que Amadeo Knödlseder se quedaba sin cenar! -¡Esto no puede seguir así -rezongaba cerrando los ojos para no tener que ver la sonrisa desvergonzada que le dirigía el marabú de la jaula vecina y que quietecito en su rincón aparentaba estar "dando gracias a Dios", una actividad a la que su condición de pájaro sagrado parecía obligarlo sin darle casi ningún descanso-, esto no puede seguir así! Knödlseder dejó que los acontecimientos de las últimas semanas volvieran a sucederse en su memoria: tenía que reconocer que al principio la conducta indudablemente original del águila real le había causado cierta gracia; especialmente en aquella oportunidad en que a la jaula vecina habían traído dos pajarracos delgadísimos -zancudos igual que las cigüeñas- y tremendamente petulantes; cuando hicieron su entrada, el águila exclamó: -¡Epa, epa, qué es esto! ¿Qué clase de alimañas son? -Somos grullas vírgenes -fue la respuesta. -Para quien se lo quiera creer -había respondido el águila real para regocijo de todos los presentes; pero lástima que pronto el carácter zumbón de este muchacho también se volvió contra él, y fue así que un día se puso secretamente de acuerdo con un cuervo, que hasta entonces había sido un compañero bastante agradable, y aprovechando el hecho de que una niñera se había acercado imprudentemente al enrejado con su cochecito de bebé, le sustrajeron la goma de una de las ruedas; luego colocaron el caño de goma en el comedero de la jaula y el águila real había tenido el tupé de señalarlo con el pulgar diciendo: -Amadeo, ahí tienes un chorizo. Y él, que hasta el momento había sido el orgullo del Jardín Zoológico, él, el venerado buitre de los Alpes... se lo creyó: se apoderó del caño de goma y lo llevó en rápido vuelo hasta su barra, donde comenzó a tironear y tironear hasta que el caño se fue haciendo cada vez más largo y finito, rompiéndose por fin arrojándolo hacia atrás con violencia, de modo que, por primera vez en su vida, cayó al suelo provocándose una dolorosa torcedura en el cogote. Inconscientemente, Knödlseder se estaba tanteando ahora, al recordarlo, la parte lastimada. Y de nuevo lo acometió un ataque de furia, pero se dominó rápidamente para no darle al marabú la ocasión de una nueva burla. Echó una rápida mirada hacia abajo: no, por suerte el antipático animalejo no había notado nada y seguía tranquilamente hincado "dando gracias a Dios". Esta noche se concreta una huida, resolvió el buitre de los Alpes tras largo cavilar: "prefiero la libertad con su lucha por la vida, antes que permanecer un solo día más con ese ser indigno". Un breve ensayo le confirmó que las bisagras de la puerta de la jaula seguían oxidadas -un secreto que ya conocía desde hacía mucho tiempo y que guardaba celosamente para sí-, lo que facilitaba considerablemente sus planes. Consultó su reloj de bolsillo: ¡Las nueve! ¡Pronto sería de noche! Esperó una hora más y comenzó a empacar silenciosamente su maleta. Un camisón, tres pañuelos (se los acercó uno por uno a los ojos: ¿llevaban las iniciales A. K.?, sí, eran los suyos), su libro de misa con el trébol de cuatro hojas guardado cuidadosamente entre las gastadas páginas, y por fin -una lágrima nostálgica mojó sus párpados- el viejo y querido braguero, pintado amorosamente para simular un cuero de víbora, que su dulce madrecita le había regalado para Pascuas pocos días antes de que manos humanas lo secuestraran ... y con el que tanto le había gustado jugar. Bueno, ya estaba todo listo. La maleta cerrada y la llave bien guardada en su buche. Casi me convendría, pensaba Knödlseder, esperar a que el señor Director me diera un certificado de buena conducta. Nunca se puede saber...; pero desechó este pensamiento casi de inmediato; no sin razón, se dijo que a pesar de su proverbial ingenuidad, la dirección del Jardín Zoológico podría no estar de acuerdo con su partida. -No, creo que me conviene más dormir una horita. Ya estaba a punto de cobijar la cabeza bajo el ala, cuando lo sobresaltó un ruido sospechoso. Aguzó el oído. No era nada de importancia: el marabú, que secretamente era un gran adicto a los juegos de azar, estaba jugando al par o impar bajo palabra de honor consigo mismo a la tenue luz de la luna. Y lo hacía de la siguiente manera: tragaba un puñado de piedritas y volvía a escupir algunas: si el número que resultaba de esta operación era impar, había "ganado". El buitre de los Alpes lo estuvo observando durante un buen rato divirtiéndose de lo lindo al ver que el marabú perdía a cada rato, hasta que un nuevo ruido -proveniente esta vez de la construcción de cemento que embellecía el interior de la jaula- distrajo abruptamente su atención. Era un cuchicheo y estaba dirigido a él: -Pst, señor Knödlseder. -¿Qué hay? -contestó el buitre de los Alpes con el mismo tono de voz y bajó volando suavemente de su barra. Era un erizo, que si bien era un bávaro de nacimiento igual que el águila real, se diferenciaba fundamentalmente de este por su carácter apacible y bonachón, enemigo declarado de las bromas pesadas. -Usted está por huir -comenzó diciendo mientras señalaba la maleta. Por un instante el buitre de los Alpes pensó terminar con esta intromisión cerrando la boca del erizo para siempre -por pura cautela, se entiende-, pero la confiada mirada de su interlocutor lo desarmó por completo-. ¿Conoce usted bien los alrededores de Munich, señor Knödlseder? -No -tuvo que reconocer sorprendido el buitre de los Alpes. -Ya me parecía. Yo le puedo ser de utilidad. Bueno, primero: en cuanto salga, doble hacia la izquierda y se mantiene sobre su mano derecha. Después usted mismo se va a dar cuenta. Y después ... -el erizo hizo una pausa para aspirar con admirable rapidez una pizquita de rapé-, y después sigue volando derechito para adelante. Y mucha suerte en el viaje, señor vecino -cerró el erizo su locución y desapareció. Todo resultó a las mil maravillas. Antes de que amaneciera, Amadeo Knödlseder había logrado abrir silenciosamente la puerta de la jaula, y después de haberse apoderado del sombrerito tirolés y los tiradores bordados propiedad de Humplmeier, que a la sazón roncaba como un aserradero, tomó su maletita y ahuecó el ala puntualmente. Y aunque toda esta actividad logró sacar al marabú de su sueño siempre tan liviano, nada desagradable sucedió, ya que el muy beato se creyó nuevamente obligado a colocarse en su rincón para dar gracias a Dios. -¡Uf, cuánta chatura! -protestaba el buitre de los Alpes a la vista de la ciudad sumida en sueños, tal como se le mostraba a la primera luz rosada del día mientras volaba hacia el Sur- ¡y a esto lo llaman metrópolis del arte! Acalorado por el esfuerzo desacostumbrado, pronto se sintió sediento, y al divisar un pueblito que le pareció simpático se decidió a bajar y regalarse con una buena medida de cerveza. Comenzó a pasearse muy orondo por las calles dormidas. A esa hora parecía no haber ninguna taberna abierta. La única tienda que ofrecía una excepción a esta inactividad mortal era una cuyo cartel rezaba: Almacén de Ramos Generales, de Bárbara Muschelknaus. El buitre de los Alpes se detuvo delante del abigarrado escaparate y lo estudió con atención: de pronto cruzó por su cerebro un pensamiento luminoso. Abrió la puerta de la tienda y entró muy decidido. Durante la noche anterior ya lo había estado atormentando el problema de cómo ganarse la vida una vez que estuviera afuera. ¿Andar volando por ahí en busca de un botín? ¿Con esta vista que ya no me sirve para nada? ¿Probar qué tal me va con la fabricación de guano? Humm, para eso se necesita en primer término, comer, y comer mucho: ex nihilo nihü fit; pero ahora, súbitamente, se le abría un camino nuevo. -¡Cielos, qué animalejo más repulsivo! -chilló la vieja señora Muschelknaus al contemplar el primer cliente de la jornada; pero se tranquilizó muy pronto cuando Amadeo Knödlseder, tras palmearle cariñosamente las mejillas, le dio a entender con palabras cuidadosamente escogidas que necesitaba completar su equipaje con una colección de corbatas de muy buen gusto, como las que estaban expuestas en el escaparate. Conquistada por el comportamiento tan educado y jovial del buitre de los Alpes, la vieja comenzó a apilar con diligencia docenas de corbatas sobre el mostrador. Y al distinguido caballero le gustaban todas, tanto es así que pidió que se las fuera acomodando en una caja de cartón, sin discutir el precio. Con respecto a la más cara de todas, una color rojo fuego, solo comentó que quería llevarla puesta, y mirando a la dueña con ojos soñadores le rogó que se la atara alrededor de su flaco cuello; mientras ella así lo hacía, él canturreaba: Un beso ardiente de tu boca de rosa me recuerda aquellos rojos amaneceres, hurrá; hurrá, hurrá, hurrá. -Vaya, qué bien le queda -exclamó feliz la vieja-. ¡Pero si parece un verdadero (picapleitos de parranda, casi se le escapa)... duque! -Bueno, ahora, y si no le ocasiona demasiadas molestias, le pediría un vaso de agua fresca -trinó el buitre de los Alpes. Casi loca de contento, la pobre salió corriendo hacia las habitaciones traseras de la casa; y apenas hubo desaparecido de la vista, Amadeo Knödlseder tomó la caja de cartón, salió como disparado de la tienda y en menos de un minuto ya se hallaba flotando por los aires rumbo al azul del cielo. Y aunque pronto se hicieron oír los improperios lanzados a viva voz por la tendera, el desalmado no sintió el menor remordimiento; con la maleta en la izquierda y la caja de cartón bien sujeta entre las garras de la derecha, siguió tranquilamente su camino a través del éter. Recién a altas horas de la tarde -los rayos del sol poniente se aprestaban ya a dar el beso de despedida a las sonrosadas cumbres de los Alpes-, condujo su raudo vuelo hacia abajo. Los aromas balsámicos del terruño abanicaban mimosos su rostro y su vista se perdía embriagada en el paisaje. De las verdes praderas se elevaba melodioso el melancólico cantar de los pastores, acompañado por el argentino tintinear de las manadas. Guiado por el instinto certero de un hijo de los aires, Amadeo Knödlseder descubrió bien pronto, para su enorme regocijo, que un destino benévolo había conducido su vuelo hasta las cercanías de una próspera aldea de lirones. Y si bien es cierto que apenas avistado el peligroso visitante, los lugareños corrieron a buscar la protección de sus hogares, sus temores se aquietaron casi tan rápidamente como habían surgido al observar que Knödlseder no solo no le tocó ni un solo pelo a un lirón muy viejito que no había podido huir a tiempo y que se dirigía al comercio de granos que había en la localidad, sino que se inclinaba respetuosamente ante él, quitándose el sombrero, para preguntarle si no le podría recomendar una buena posada con precios razonables. -A juzgar por su acento usted no es de aquí, ¿verdad? -dijo para entablar una conversación, después de que el lirón, tartamudeando de miedo, le dio la información requerida. -No, no -balbuceó el anciano caballero. -¿Del sur tal vez? -No. De... de Praga. -Ah, y por lo tanto judío, ¿no? -siguió inquiriendo el buitre de los Alpes, mientras le sonreía amigablemente guiñando un ojo. -¿Yo? ¿Y... yo? ¡Pero, qué ocurrencia señor buitre de los Alpes! -negó enfáticamente el lirón, temiendo seguramente tenérselas que ver con un ruso-. ¿Judío yo? Todo lo contrario, por más de diez años fui shabes-goy con una familia judía pero buena. Una vez que el buitre de los Alpes se hubo enterado de toda suerte de detalles acerca de la vida y las costumbres del lugar, y después de haber manifestado su profunda satisfacción por el hecho de que no existiera allí ninguna clase de lugares nocturnos, ni buenos ni malos, dejó al pobre lirón en libertad y se dispuso a buscar un lugar donde afincarse. La suerte le seguía sonriendo, y antes de que cayera la noche ya había conseguido alquilar en las cercanías del mercado una tienda elegantísima con su correspondiente vivienda, que daba a los fondos de la casa, cada habitación con entrada independiente. Los días y las semanas fueron transcurriendo en la mayor de las calmas; los vecinos ya habían olvidado por completo sus temores del comienzo y las calles del pueblo se hallaban animadas como siempre por el murmullo alegre de sus habitantes. Prolijamente escrito con letra cursiva, podía leerse en el cartel de madera que colgaba sobre la entrada de la tienda recién inaugurada: CORBATAS EN TODOS LOS COLORES. Vende AMADEO Knödlseder (se conceden rebajas), y todos se agolpaban para admirar las llamativas mercancías expuestas en el escaparate. Antes, cuando pasaban las bandadas de patos silvestres haciendo alarde de las brillantes corbatas con que los había obsequiado la naturaleza, en la aldea reinaba siempre cierto malestar motivado por la mal disimulada envidia. ¡Pero cómo habían cambiado las cosas ahora! Todo vecino que se preciaba de ser alguien poseía una corbata de primerísima calidad y mucho, mucho más brillante todavía. Las había rojas, azules, amarillas, y hasta hubo quien hallara una a cuadros entre tanta maravilla; sin hablar del señor alcalde, que se había conseguido una tan larga, que al andar se le enredaba constantemente entre las patas delanteras. La firma Amadeo Knödlseder se hallaba en boca de todo el pueblo para señalar, antes que nada, las virtudes personales de que hacía gala su propietario, de todas las virtudes ciudadanas. Ahorrativo, trabajador, diligente y medido en sus costumbres (solo bebía limonada). Durante el día atendía a su clientela, en la tienda propiamente dicha, y de tanto en tanto invitaba a algún comprador especialmente seleccionado a que pasara a las dependencias del fondo, donde solía permanecer luego largo rato, haciendo seguramente anotaciones en el libro mayor. Tal la creencia general, ya que en esas ocasiones se lo oía eructar ruidosamente, y todo el mundo sabe que, tratándose de un comerciante próspero, eso es signo de una gran actividad mental. El hecho de que el visitante no abandonara nunca el comercio por la parte de adelante, no llamaba mayormente la atención. ¡Habiendo tantas salidas por la parte de atrás! Después del cierre, Amadeo Knödlseder solía sentarse en un escarpado para tocar melodías románticas en su dulzaina, hasta que la adorada de su corazón -una gamuza solterona, con lentes y manta escocesa- se acercaba con sus breves pasitos por las rocas de enfrente. Entonces la saludaba con un mudo y rendido gesto y ella contestaba con un recatado movimiento de su cabecita. Ya se estaba corriendo la voz de que ahí tenía que haber algo, y los enterados aprobaban con regocijo la tierna relación, ya que resultaba realmente edificante poder presenciar con los propios ojos un cambio tan favorable en la vida de un individuo con las taras hereditarias que necesariamente debía tener todo buitre de los Alpes. Lo único que impedía que la felicidad del pueblito fuese completa, era la circunstancia -tan desdichada como sorprendente- de que el número de la población disminuía de un modo inexplicable, casi se podría afirmar que de semana en semana. Ya no quedaba una sola familia de lirones que no hubiera registrado a uno de sus miembros en la sección de personas desaparecidas. Se barajaban un sin fin de posibilidades, y se seguía aguardando, pero ninguno de los familiares echados de menos regresaba al hogar. Y cierto día se notó la falta de... ¡nada menos que la señorita gamuza! Hallaron su frasquito de sales al borde de unos riscos; parecía casi evidente que había caído al fondo del abismo a consecuencia de alguno de sus acostumbrados vahídos. La congoja de Amadeo Knödlseder era total. Una y otra vez descendía con las alas desplegadas hasta el lugar en que presumiblemente yacía su bienamada para -así afirmaba él con desconsuelo-, hallar por lo menos sus restos y poder darles cristiana sepultura. Y, entre vuelo y vuelo, se le podía ver sentado entre las piedras -en la boca un mondadientes- con la vista perdida en el vacío. Llegó al extremo de descuidar por completo su comercio de corbatas. Y entonces, cierta noche, se produjo una relación terrible. El propietario del inmueble -un viejo gruñón y chismoso- hizo su aparición en el destacamento de policía exigiendo que se forzara la entrada a la tienda y se secuestraran todas las existencias, ya que no estaba dispuesto a seguir esperando un solo día más el pago del alquiler adeudado. -¡Hum! ¡Qué extraño! ¿El señor Knödlseder adeuda el alquiler? -el oficial de guardia no podía creerlo-, ¿y para qué demonios tirar abajo la puerta? ¡A esta hora debe estar en casa durmiendo, con despertarlo basta! -¿Ese y en casa? -el viejo lirón estalló en una sonora carcajada- ¿Nada menos que ese? ¡Pero si nunca regresa antes de las cinco de la madrugada y siempre borracho como una cuba! -¿Borracho? -el oficial de guardia comenzó a impartir órdenes. Ya comenzaban a asomar las primeras luces del alba, y los esbirros seguían chorreando sudor tratando de forzar el pesado candado que mantenía cerrada la parte del fondo de la tienda. Una multitud excitadísima se paseaba de aquí para allá en la plaza del mercado. -¡Quiebra fraudulenta! No, falsificación de letras de cambio -y así iban cambiando sucesivamente las diversas versiones. -¡Jí, jí, quiebra fraudulenta! ¡Háganme el favor! ¡Jí! El que así se expresaba era nada menos que el anciano comerciante de granos, que desde aquel encuentro tan enojoso con Knödlseder no se había dejado ver nunca más en la vía pública. El desconcierto general iba creciendo y creciendo. Hasta las elegantes damitas que regresaban a casa -de vaya a saber uno qué diversiones- envueltas en sus finas pieles, hacían parar sus coches para preguntar qué sucedía. Y de pronto un ruido formidable: la puerta había cedido por fin a la presión de los más forzudos. ¡Y qué horrible espectáculo se ofrecía ahora a la vista de los azorados concurrentes! De la habitación abierta salía un olor nauseabundo y adonde quiera que uno dirigiera la mirada: trozos de piel masticados y vueltos a escupir, huesos roídos apilados en montones que llegaban hasta casi el cielorraso, huesos sobre la mesa, huesos en los estantes, hasta en los cajones de la cómoda y en la caja fuerte: huesos y más huesos. La multitud quedó como paralizada; ahora ya no cabía duda acerca del paradero de los vecinos desaparecidos. Knödlseder se los había comido, no sin antes despojarlos de la mercadería previamente adquirida... ¡un segundo "Joyero Cardillac" de la novela de la señorita de Scuderi! -¿Y qué me cuentan ahora de la quiebra fraudulenta? -comenzó de nuevo el viejo marmota acaparador de granos. Ahora todos lo admiraban por haber sido tan inteligente como para prohibirle a su familia todo trato con ese asesino sinvergüenza. -¿Cómo es posible, estimado vecino, que usted fuese el único que mantuviera en pie su desconfianza? ¡Había tantas razones para suponer que podía haber cambiado...! -¿Un buitre de los Alpes cambiar? -preguntó el anciano, siempre con el mismo tono de burla-. ¡El que fue buitre alguna vez, seguirá siendo buitre durante el resto de su vida, y más si se trata de un buitre de los Alp...! -no pudo seguir hablando: voces humanas se acercaban. ¡Turistas! En un abrir y cerrar de ojos, todos los lirones desaparecieron. Incluido el marmota sabio. -¡Qué belleza! ¡Una verdadera maravilla! ¡Qué soberbio amanecer! ¡Ohhhh! -exclamaba una de las voces. Pertenecía a una rubicunda damisela, de nariz respingada, que acto seguido se hizo ver en la meseta horadando el aire con su ondulante busto, los ojos muy abiertos y redondos como dos huevos fritos (solo que no tan amarillos, sino más bien azules) y enterando a quien quisiera enterarse de su romántica apreciación de la naturaleza-. ¡Ohhhh! Y ahora, en medio de este paisaje, con el que madre natura ha sido tan, pero tan pródiga, ya no le permitiría repetir, señor Klempe, lo que me dijera abajo en el valle acerca de los italianos. Ya verá usted. Cuando la guerra haya terminado, los italianos van a ser los primeros en venir a tendernos la mano y reconocer: -¡Querida Alemania, perdónanos, pero esta vez prometemos cambiar! FIN "Amadeus Knödlseder, der unverbesserliche lämmergeier", 1916

domingo, 9 de diciembre de 2012

LA INMACULADA CONCEPCIÓN.

Es un "dogma", pertenece al misterio de la fe, es decir, de la vida. Es un dogma "católico", de una Iglesia que quiere ofrecer su buena nueva a todos los hombres y pueblos del mundo. Un dogma, no una demostración. Ha sido proclamado por un Papa (Pío IX) en un momento duro de la vida de la Iglesia. Pero no es dogma por haber sido "definido" de un modo solemne (imagen inferior), sino por haber surgido en la conciencia y vida de una mayoría de católicos, a lo largo de la historia. Un dogma, no una imposición. Si se impusiera dejaría de ser, para convertirse en norma. Un dogma a contra-corriente, pues la experiencia de la vida nos habla de mancha, de exclusión, de imposición... en un mundo donde sólo valen los papeles, el dinero... María no pudo darle buenos papeles a su hijo, pero le dio la vida con José, le abrió un camino de amor. Por eso decimos que ella (y con ellas muchos, empezando por José, esposo) ha sido y es Inmaculada, es decir, persona buena. Creer en la Inmaculada es apostar por la vida, amar la vida, amando a las personas. Este es el dogma "definido" por un Papa que se llamaba Pío Nueve, en una bula "extraña y entrañable", titulada Dios Inefable (Ineffabilis Deus, 1884). Pero los que de verdad definen y prueban que María es Inmaculada son todos los hombres y mujeres que aceptan y aman la vida, amándose unos a otros, porque el amor es Dios. Los cristianos ortodoxos nunca han tenido necesidad del dogma de la Inmaculada, pues ellos no han insistido en el pecado original, como hicieron los latinos a partir de San Agustín (inspirándose en un tipo de lectura de la carta de San Pablo a los Romanos). Para los ortodoxos, María ha sido la Siempre Santa, sin necesidad de dogmas especiales. Los protestantes no aceptan en general este dogma. Ellos han insistido (a partir de una lectura de Pablo y de San Agustín) en el pecado original, impuesto sobre todos los hombres. Así han pensado que María no es una excepción. Desde ese fondo han tenido a condenar el “exceso mariano” de la Iglesia católica. Los católicos han estado muchos siglos divididos por el tema. A lo largo de toda la Edad Media y hasta el siglo XIX había partidarios de la Inmaculada (más en la línea de los franciscanos, en clave de piedad) y otros contrarios a la Inmaculada (más en la línea de los dominicos, en clave de teología). Las disputas fueron muy intensas, generaron una especie de guerra dentro de la iglesia. Pero venció la tendencia popular y así Pío XI definió en 1854 el Dogma de la Inmaculada, en medio de las protestas de los protestantes y de la oposición de los ortodoxos, que pensaban que era y perjudicial proclamar un dogma nuevo. Teniendo eso en cuenta, y siguiendo las dos postales anteriores, quiero ofrecer hoy una síntesis del dogma de la Inmaculada, presentando después como apéndice la Bula donde el Papa Pío IX declara el dogma. Buen día a todos, felicidades a los que celebran la fiesta de María, la Santa del Adviento. De esta forma completo el triduo que este año he querido dedicar a la memoria y presencia de María Inmaculada Un dogma en su contexto Al dogma pertenece no sólo la definición (hecha por un Concilio o Papa), sino también, y de un modo especial, la recepción: es decir, la acogida y desarrollo de ese dogma dentro de la comunidad cristiana, cosa que puede durar mucho tiempo (como sucedió con las declaraciones de Nicea y Calcedonia). Son muchos los que piensan que hubiera sido mejor que no se hubieran hecho esas definiciones, que sería mejor olvidarlas. Otros pensamos que, a pesar de algunas cuestiones de fondo, esas definiciones pueden ofrecer un aporte muy significativo para la comprensión del misterio cristiano, en un camino de diálogo eclesial y cultural que sigue abierto. Evidentemente, ellas no pueden imponerse, sino sólo ofrecerse en gesto dialogal, a los ortodoxos y protestantes; sólo podremos decir que esas definiciones se vuelven dogmas de verdad si logramos ofrecerlas como camino de humanización al conjunto de las iglesias. En esa última línea, el dogma de la Inmaculada y el de la Asunción puede abrir caminos de experiencia y de vinculación cristiana muy valiosos para el futuro, siempre que no se impongan por decreto sobre las iglesias. Desde ese fondo, como expresión de una antropología inclusiva, abierta a todos los cristianos y en el fondo a todos los hombres y mujeres de la historia humana, queremos ahora presentarlo. María no aparece aquí simplemente como «la mujer», en contraposición con los varones, sino como la cristiana ejemplar, como la persona humana ya realizada, en el camino entero que va del nacimiento a la muerte. Siguiendo las dos postales anteriores, mis lectores habrán podido observar que estoy elaborando una mariología inclusiva, que no niega en modo alguno el carácter único de la Madre de Jesús (fue una mujer concreta, con una historia muy particular, con una identidad que nadie más podrá tener en el trascurso de la historia), pero que la sitúa y expande hacia todos los creyentes. En ese sentido interpretamos los «dogmas» de la inmaculada y de la ascensión, como elementos básicos de una antropología cristiana, centrada, como hemos dicho, en el carácter natal y mortal del hombre. Un dogma católico, definido por el Papa El dogma de la Inmaculada es de tipo antropológico y pascual y sólo ha podido expresarse a lo largo de una determinada historia de la iglesia. Carece de sentido buscar su demostración o prueba en la Escritura, pues sus presupuestos e intereses desbordan los planteamientos de los creyentes de las comunidades más antiguas (del tiempo en que se escribieron los libros del Nuevo Testamento y los grandes tratados de los Padres de la Iglesia). Sin embargo, vivido desde la totalidad del misterio cristiano, ese dogma resultan no sólo coherentes, sino que puede iluminar el sentido más hondo de la vida humana, tal como ha venido desplegarse en María, la Madre de Jesús Las disputas sobre la eugenesia, con todo lo que implican sobre la posible manipulación del origen humano (fecundación partenogenética e implantación in vitro, clonación y gestación extrauterina...), han cambiado de forma radical las formas anteriores de relacionar placer sexual y pecado original. Ya nadie puede vincular en serio la generación con el pecado, como se ha venido haciendo por siglos. A pesar de ello, existe el misterio y problema de la generación y resulta más fuerte que en otros tiempos. Éste es el misterio de la «santidad» de la generación y nacimiento humano, que aparecen como signo y presencia del Espíritu de Dios, de manera que podemos afirmar que todo verdadero nacimiento humano es obra del Espíritu, ampliando así la formulación mariana. Pero, al mismo tiempo, la generación se ha convertido en problema clave, en el momento central de una gran disputa en curso sobre el sentido, límites y riesgos de la manipulación y/o mejora genética. La iglesia sabe que hay un tipo de «pecado original», un poder histórico del mal que nos precede y amenaza, vinculada a nuestra propia violencia, a las estructuras sociales de muerte que dominan sobre el mundo. Durante siglos se ha pensado que ese pecado se expresaba de forma privilegiada en el placer sexual y en los procesos de la concepción. Pues bien, en contra de eso, Pío IX definió en 1854 el dogma de la Inmaculada, conforme a la Bula que presentaré como anejo. Un dogma abierto al diálogo Quedan sin responder las disputas con el protestantismo. Queda sin resolver el diálogo con las iglesias ortodoxas. Se trata de saber si la Inmaculada es un dogma estrictamente dicho (como los de Nicea y Calcedonia) o si es una opinión piadosa de los católicos, que otras iglesias pueden dejar un poco a un lado. Esos son problemas discutidos y discutibles. Pero los católicos podemos y debemos situar este dogma, dentro de la nueva sensibilidad creyente, sin imponerlo a los demás, sin exigir que lo empiecen aceptando. Este dogma nos introduce en el lugar de las disputas sobre el origen pecaminoso del ser humano, en un contexto donde la misma concepción aparecía vinculada a un tipo de 'suciedad' básicamente sexual, para transformar de raíz esos presupuestos. Pero, al mismo tiempo, este dogma puede abrirnos una ventana hacia el carácter sagrado y positivo de toda vida humana. Este es un dogma sobre la concepción, es decir, sobre el surgimiento humano de María. Se trata, por principio, de una concepción normal, dentro de la historia israelita (y universal). A partir del Proto-evangelio de Santiago, la tradición litúrgica cristiana ha dado un nombre a los padres de María: Ana y Joaquín. Ellos se unieron un día al modo acostumbrado y concibieron a una hija, a la que llamaron María. Pues bien, en contra de las tendencias normales de una piedad y teología anteriores, que habían estado obsesionadas por el pecado del origen (engendramiento) humana, el Papa afirmó que la concepción de María (realizada, de un modo sexual y personal, por la unión de varón y mujer) estuvo libre de todo pecado o, mejor dicho, fue un acto de purísima gracia. Al decir eso, la iglesia realizó una opción antropológica de grandes consecuencias, que aún no ha sido suficientemente valorada, superando una visión negativa del surgimiento humano, que se solía unir con el pecado. Este dogma tiene un carácter pro-sexual: la cohabitación fecunda de Joaquín y Ana queda integrada en la providencia de Dios, es un gesto de gracia. La misma carne, espacio y momento de encuentro humano del que surge un niño (María) aparece así como 'santa', es decir, como revelación de Dios. Este dogma tiene un carácter genético y natal: el origen del hombre, con todo lo que implica de fecundación y cuidado de la vida que se gesta, viene a presentarse como revelación de Dios. En este contexto, la santidad está vinculada a la misma vinculación genética de los padres (a su amor total) y, de un modo especial, al surgimiento personal del niño (en este caso de la niña) que nace por cuidado y presencia especial de Dios. Este «dogma» es inclusivo, no excluyente: lo que se dice de María puede y debe afirmarse de cualquier vida que nace. Toda historia humana es sagrada, presencia de Dios (es inmaculada, por utilizar el lenguaje del dogma), pero no por algún tipo de racionalidad abstracta, sino «en atención de los méritos de Cristo». Cada vida que nace es, según eso, una revelación del misterio mesiánico, abierto a la promesa de la Vida que es Dios. Este dogma es anti-helenista, pues va contra aquellos que, en línea de espiritualismo o gnosis, suponen que «el mayor pecado del hombre es haber nacido» (Calderón de la Barca) en un mundo dominado por la culpa, condenado a muerte. Este dogma ha sido y sigue siendo causa de gran consuelo para muchísimos cristianos, que asumen como propio este misterio del origen de María: lo que en ella ha sucedido no se puede interpretar de una manera aislada, como simple excepción, sino que es garantía del valor más hondo de la fecundidad humana, en clave familiar, social, cultural. Desde ese fondo, sólo podemos hablar de Inmaculada Concepción si hablamos de Inmaculado nacimiento e Inmaculada educación, pues ambas cosas van incluidas en el surgimiento personal humano. María es Inmaculada de manera personal, acogiendo la vida y cariño, la presencia y palabra que le ofrece los padres, y es Inmaculada de manera activa, respondiendo de forma personal al don de la vida que le ofrecen otros. De esta forma, la Inmaculada Concepción es signo de providencia histórica de Dios, que se expresa a través de los padres de María, a quienes la tradición ha concebido como plenitud de la historia israelita, y como signo de providencia personal de María, que a lo largo de su vida ha respondido a la gracia de su nacimiento. Éste es un dogma que se abre al conjunto de la historia humana, especialmente a la israelita, situándola a la luz de la gracia de Dios, en un sentido carnal, muy concreto. La santidad de Dios no se revela en un pensamiento o idea separada de la vida, sino en el mismo origen carnal de la vida. De manera sorprendente, este argumento encaja, desde una perspectiva confesional y religiosa, con los argumentos de una antropóloga judía como H. ARENDT, La condiciòn humana, Paidós, Barcelona 1993, sobre el carácter genético y natal del hombre. Yo mismo he desarrollado estas bases antropológica en Anropología bíblica, Sígueme, Salamanca 2006. A continuación ofrezco el documento Papal declarando el dogma de la Inmaculada. Es un documento desigual, y gran parte de sus argumentaciones bíblicas e incluso antropológicas resultan hoy muy discutibles. Pero el tono de fondo de documento ayuda a entender el dogma. Sobre su sentido he tratado en las postales anteriores. No voy a repetirme más. Buen día de la Inmaculada a Todos. Pío IX, "Ineffabilis Deus", Sobre la Inmaculada Concepción (Del 8 de diciembre de 1854) 1. María en los planes de Dios. El inefable Dios, cuya conducta es misericordia y verdad, cuya voluntad es omnipotencia y cuya sabiduría alcanza de límite a límite con fortaleza y dispone suavemente todas las cosas, habiendo, previsto desde toda la eternidad la ruina lamentabilísima de todo el género humano, que había de provenir de la transgresión de Adán, y habiendo decretado, con plan misterioso escondido desde la eternidad, llevar al cabo la primitiva obra de su misericordia, con plan todavía más secreto, por medio de la encarnación del Verbo, para que no pereciese el hombre impulsado a la culpa por la astucia de la diabólica maldad y para que lo que iba a caer en el primer Adán fuese restaurado más felizmente en el segundo, eligió y señaló, desde el principio y antes de los tiempos, una Madre, para que su unigénito Hijo, hecho carne de ella, naciese, en la dichosa plenitud de los tiempos, y en tanto grado la amó por encima de todas las criaturas, que en sola ella se complació con señaladísima benevolencia. Por lo cual tan maravillosamente la colmó de la abundancia de todos los celestiales carismas, sacada del tesoro de la divinidad, muy por encima de todos los án¬geles y santos, que Ella, absolutamente siempre libre de toda mancha de pecado y toda hermosa y perfecta, manifestase tal plenitud de inocencia y santidad, que no se concibe en modo alguno mayor después de Dios y nadie puede imaginar fuera de Dios. Y, por cierto era convenientísimo que brillase siempre adornada de los resplandores de la perfectísima santidad y que re¬portase un total triunfo de la antigua serpiente, enteramente inmune aun de la misma mancha de la culpa original, tan venerable Madre, a quien Dios Padre dispuso dar a su único Hijo, a quien ama como a sí mismo, engendrado como ha sido igual a sí de su corazón, de tal manera que naturalmente fuese uno y el mismo Hijo común de Dios Padre y de la Virgen, y a la que el mismo Hijo en persona determinó hacer sustancialmente su Madre y de la que el Espíritu Santo quiso e hizo que fuese concebido y naciese Aquel de quien él mismo procede. 2. Sentir de la Iglesia respecto a la concepción inmaculada. Ahora bien, la Iglesia católica, que, de continuo ense¬ñada por el Espíritu Santo, es columna y fundamento firme de la verdad, jamás desistió de explicar, poner de manifiesto y dar calor, de variadas e ininterrumpidas maneras y con hechos cada vez más espléndidos, a la original inocencia de la augusta Virgen, junto con su admirable santidad, y muy en conso¬nancia con la altísima dignidad de Madre de Dios, por tenerla como doctrina recibida de lo alto y contenida en el depó¬sito de la revelación. Pues esta doctrina, en vigor desde las más antiguas edades, íntimamente inoculada en los espíritus de los fieles, y maravillosamente propagada por el mundo católico por los cuidados afanosos de los sagrados prelados, espléndidamente la puso de relieve la Iglesia misma cuando no titubeó en proponer al público culto y veneración de los fieles la Concepción de la misma Virgen. Ahora bien, con este glorioso hecho, por cierto presentó al culto la Concepción de la misma Virgen como algo singular, maravilloso y muy distinto de los principios de los demás hombres y perfectamente santo, por no celebrar la Iglesia, sino festividades de los santos. Y por eso acostumbró a emplear en los oficios eclesiásticos y en la sagrada liturgia aún las mismísimas palabras que emplean las divinas Escrituras tratando de la Sabiduría increada y describiendo sus eternos orígenes, y aplicarla a los principios de la Virgen, los cuales habían sido predeterminados con un mismo decreto, juntamente con la encarnación de la divina Sabiduría. Y aun cuando todas estas cosas, admitidas casi universalmente por los fieles, manifiesten con qué celo haya mantenido también la misma romana Iglesia, madre y maestra de todas las iglesias, la doctrina de la Concepción Inmaculada de la Virgen, sin embargo de eso, los gloriosos hechos de esta Iglesia son muy dignos de ser uno a uno enumerados, siendo como es tan grande su dignidad y autoridad, cuanta absolutamente se debe a la que es centro de la verdad y unidad católica, en la cual sola ha sido custodiada inviolablemente la religión y de la cual todas las demás iglesias han de recibir la tradición de la fe. Así que la misma romana Iglesia no tuvo más en el corazón que profesar, propugnar, propagar y defender la Concepción Inmaculada de la Virgen, su culto y su doctrina, de las maneras más significativas. 3. Favor prestado por los papas al culto de la Inmaculada. Muy clara y abiertamente por cierto testimonian y declaran esto tantos insignes hechos de los Romanos Pontífices, nuestros predecesores, a quienes en la persona del Príncipe de los Apóstoles encomendó el mismo Cristo Nuestro Señor el supremo cuidado y potestad de apacentar los corderos y las ovejas, de robustecer a los hermanos en la fe y de regir y gobernar la universal Iglesia. Ahora bien, nuestros predecesores se gloriaron muy mucho de establecer con su apostólica autoridad, en la romana Iglesia la fiesta de la Concepción, y darle más auge y esplendor con propio oficio y misa propia, en los que clarísimamente se afirmaba la prerrogativa de la inmunidad de la mancha hereditaria, y de promover y ampliar con toda suerte de industrias el culto ya establecido, ora con la concesión de indulgencias, ora con el permiso otorgado a las ciudades, provincias y reinos de que tomasen por patrona a la Madre de Dios bajo el título de la Inmaculada Concepción, ora con la aprobación de sodalicios, congregaciones, institutos religiosos fundados en honra de la Inmaculada Concepción, ora alabando la piedad de los fundadores de monasterios, hospitales, altares, templos bajo el título de la Inmaculada Concepción, o de los que se obligaron con voto a defender valientemente la Concepción Inmaculada de la Madre de Dios. Grandísima alegría sintieron además en decretar que la, festividad de la Concepción debía considerarse por toda la Iglesia exactamente como la de la Natividad, y que debía celebrarse por la universal Iglesia con octava, y que debía ser guardada santamente por todos como las de precepto, y que había de haber capilla papal en nuestra patriarcal basílica Liberiana anualmente el día dedicado a la Concepción de la Virgen. Y deseando fomentar cada día más en las mentes de los fieles el conocimiento de la doctrina de la Concepción Inmaculada de María Madre de Dios y estimularles al culto y veneración de la mis¬ma Virgen concebida sin mancha original, gozáronse en conceder, con la mayor satisfacción posible, permiso para que públicamente se proclamase en las letanías lauretanas, y en él mismo prefacio de la misa, la Inmaculada Concepción de la Virgen, y se estableciese de esa manera con la ley misma de orar la norma de la fe. Nos, además, siguiendo fielmente las huellas de tan grandes predecesores, no sólo tuvimos por buenas y aceptamos todas las cosas piadosísima y sapientísimamente por los mismos establecidas, sino también, recordando lo determinado por Sixto IV, dimos nuestra autorización al oficio propio de la Inmaculada Concepción y de muy buen grado concedimos su uso a la universal Iglesia. 4. Débese a los papas la determinación exacta del culto de la Inmaculada Mas, como quiera que las cosas relacionadas con el culto está intima y totalmente ligadas con su objeto, y no pueden permanecer firmes en su buen estado si éste queda envuelto en la vaguedad y ambigüedad, por eso nuestros predecesores romanos Pontífices, qué se dedicaron con todo esmero al esplendor del culto de la Concepción, pusieron tam¬bién todo su empeño en esclarecer e inculcar su objeto y doctrina. Pues con plena claridad enseñaron que se trataba de festejar la concepción de la Virgen, y proscribieron, como falsa y muy lejana a la mente de la Iglesia, la opinión de los que opinaban y afirmaban que veneraba la Iglesia, no la concepción, sino la santificación. Ni creyeron que debían tratar con suavidad a los que, con el fin de echar por tierra la doctrina de la Inmaculada Concepción de la Virgen, distinguiendo entre el primero o y segundo instante y momento de la concepción, afirmaban que ciertamente se celebraba la concepción, mas no en el primer instante y momento. Pues nuestros mismos predecesores juzgaron que era su deber defender y propugnar con todo celo, como verdaderoObjeto del culto, la festividad de la Concepción de la santísima Virgen, y concepción en el primer instante. De ahí las palabras verdaderamente decisivas con que Alejandro VII, nuestro predecesor, declaró la clara mente de la Iglesia, diciendo: Antigua por cierto es la piedad de los fieles cristianos para con la santísima Madre Virgen María, que sienten que su alma, en el pri¬mer instante de su creación e infusión en el cuerpo, fue preservada inmune de la mancha del pecado original, por singular gracia y privilegio de Dios, en atención a los méritos de su hijo Jesucristo, redentor del género humano, y que, en este sentido, veneran y celebran con solemne ceremonia lafiesta de su Concepción. (Const. "Sollicitudo omnium Ecclesiarum", 8 de diciembre de 1661). Y, ante todas cosas, fue costumbre también entre los mismos predecesores nuestros defender, con todo cuidado, celo y esfuerzo, y mantener incólume la doctrina de la Concepción Inmaculada de la Madre de Dios. Pues no solamente no toleraron en modo alguno que se atreviese alguien a mancillar y censurar la doctrina misma, antes, pasando más adelante, clarísima y repetidamente declararon que la doctrina con la que profesamos la Inmaculada Concepción de la Virgen era y con razón se tenía por muy en armonía con el culto eclesiástico y por antigua y casi universal, y era tal que la romana Iglesia se había encargado de su fomento y defensa y que era dignísima que se le diese cabida en la sagrada liturgia misma y en las oraciones públicas 5. Los papas prohibieron la doctrina contraria. Y, no contentos con esto, para que la doctrina misma de la Concepción Inmaculada de la Virgen permaneciese intacta, prohibieron severamente que se pudiese defender pública o privadamente la opinión contraria a esta doctrina y quisieron acabar con aquella a fuerza de múltiples golpes mortales. Esto no obstante, y a pesar de repetidas y clarísimas declaraciones, pasaron a las sanciones, para que estas no fueran vanas. Todas estas cosas comprendió el citado predecesor nuestro Alejandro VII con estas palabras:"Nos, considerando que la Santa Romana Iglesia celebra solemnemente la festividad de la Inmaculada siempre Virgen María, y que dispuso en otro tiempo un oficio especial y propio acerca de esto, conforme a la piadosa, devota, y laudable práctica que entonces emanó de Sixto IV, Nuestro Predecesor: y queriendo, a ejemplo de los Romanos Pontífices, Nuestros Predecesores, favorecer a esta laudable piedad y devoción y fiesta, y al culto en consonancia con ella, y jamás cambiado en la Iglesia Romana después de la institución del mismo, y (queriendo), además, salvaguardar esta piedad y devoción de venerar y celebrar la Santísima Virgen preservada del pecado original, claro está, por la gracia proveniente del Espíritu Santo; y deseando conservar en la grey de Cristo la unidad del espíritu en los vínculos de la paz (Efes. 4, 3), apaciguados los choques y contiendas y, removidos los escándalos: en atención a la instancia a Nos presentada y a las preces de los mencionados Obispos con los cabildos de sus iglesias y del rey Felipe y de sus reinos; renovamos las Constituciones y decretos promulgados por los Romanos Pontífices, Nuestro Predecesores, y principalmente por Sixto IV, Pablo V y Gregorio XV en favor de la sentencia que afirma que el alma de Santa María Virgen en su creación, en la infusión del cuerpo fue obsequiada con la gracia del Espíritu Santo y preservada del pecado original y en favor también de la fiesta y culto de la Concepción de la misma Virgen Madre de Dios, prestado, según se dice, conforme a esa piadosa sentencia, y mandamos que se observe bajo las censuras y penas contenidas en las mismas Constituciones. Y además, a todos y cada uno de los que continuaren interpretando las mencionadas Constituciones o decretos, de suerte que anulen el favor dado por éstas a dicha sentencia y fiesta o culto tributado conforme a ella, u osaren promover una disputa sobre esta misma sentencia, fiesta o culto, o hablar, predicar, tratar, disputar contra estas cosas de cualquier manera, directa o indirectamente o con cualquier pretexto, aún examinar su definibilidad, o de glosar o interpretar la Sagrada Escritura o los Santos Padres o Doctores, finalmente con cualquier pretexto u ocasión por escrito o de palabra, determinando y afirmando cosa alguna contra ellas, ora aduciendo argumentos contra ellas y dejándolos sin solución, ora discutiendo de cualquier otra manera inimaginable; fuera de las penas y censuras contenidas en las Constituciones de Sixto IV, a las cuales queremos someterles, y por las presentes les sometemos, queremos también privarlos del permiso de predicar, dar lecciones públicas, o de enseñar, y de interpretar, y de voz activa y pasiva en cualesquiera elecciones por el hecho de comportarse de ese modo y sin otra declaración alguna en las penas de inhabilidad perpetua para predicar y dar lecciones públicas, enseñar e interpretar; y que no pueden ser absueltos o dispensados de estas cosas sino por Nos mismo o por Nuestros Sucesores los Romanos Pontífices; y queremos asimismo que sean sometidos, y por las presentes sometemos a los mismos a otras penas infligibles, renovando las Constituciones o decretos de Paulo V y de Gregorio XV, arriba mencionados. Prohibimos, bajo las penas y censuras contenidas en el Índice de los libros prohibidos, los libros en los cuales se pone en duda la mencionada sentencia, fiesta o culto conforme a ella, o se escribe o lee algo contra esas cosas de la manera que sea, como arriba queda dicho, o se contienen frase, sermones, tratados y disputas contra las mismas, editados después del decreto de Paulo V arriba citado, o que se editaren de la manera que sea en lo porvenir por expresamente prohibidos, ipso facto y sin más declaración." 6. Sentir unánime de los doctos obispos y religiosos. Mas todos saben con qué celo tan grande fue expuesta, afirmada y defendida esta doctrina de la Inmaculada Concepción de la Virgen Madre de Dios por las esclarecidísimas familias religiosas y por las más concurridas academias teológicas y por los aventajadísimos doctores en la ciencia de las cosas divinas. Todos, asimismo, saben con qué solicitud tan grande hayan abierta y públicamente profesado los obispos, aun en las mismas asambleas eclesiásticas, que la santísima Madre de Dios, la Virgen María, en previsión de los merecimientos de Cristo Señor Redentor, nunca estuvo sometida al pecado, sino que fue totalmente preservada de la mancha original, y, de consiguiente, redimida de más sublime manera. 7. El concilio de Trento y la tradición, Ahora bien, a estas cosas se añade un hecho verdaderamente de peso y sumamente extraordinario, conviene a saber: que también el concilio Tridentino mismo, al promulgar el decreto dogmático del pecado original, por el cual estableció y definió, conforme a los testimonios de las sagradas Escrituras y de los Santos Padres y de los recomendabilísimos concilios, que los hombres nacen manchados por la culpa original, sin embargo, solemnemente declaró que no era su intención incluir a la santa e Inmaculada Virgen Madre de Dios en el decreto mismo y en una definición tan amplia. Pues con esta declaración suficientemente insinuaron los Padres tridentinos, dadas las circunstancias de las cosas y de los tiempos, que la misma santísima Virgen había sido librada de la mancha original, y hasta clarísimamente dieron a entender que no podía aducirse fundadamente argumento alguno de las divinas letras, de la tradición, de la autoridad de los Padres que se opusiera en manera alguna a tan grande prerrogativa de la Virgen. Y, en realidad de verdad, ilustres monumentos de la venerada antigüedad de la Iglesia oriental y occidental vigorosísimamente testifican que esta doctrina de la Concepción Inmaculada de la santísima, Virgen, tan espléndidamente explicada, declarada, confirmada cada vez más por el gravísimo sentir, magisterio, estudio, ciencia y sabiduría de la Iglesia, y tan maravillosamente propagada entre todos los pueblos y naciones del orbe católico, existió siempre en la misma Iglesia como recibida de los antepasados y distinguida con el sello de doctrina revelada. Pues la Iglesia de Cristo, diligente custodia y defensora de los dogmas a ella confiados, jamás cambia en ellos nada, ni disminuye, ni añade, antes, tratando fiel y sabiamente con todos sus recursos las verdades que la antigüedad ha esbozado y la fe de los Padres ha sembrado, de tal manera trabaja por li-marlas y pulirlas, que los antiguos dogmas de la celestial doctrina reciban claridad, luz, precisión, sin que pierdan, sin embargo, su plenitud, su integridad, su índole propia, y se desarrollen tan sólo según su naturaleza; es decir el mismo dogma, en el mismo sentido y parecer. 8. Sentir de los Santos Padres y de los escri¬tores eclesiásticos. Y por cierto, los Padres y escritores de la Iglesia, adoctrinados por las divinas enseñanzas, no tuvieron tanto en el corazón, en los libros compuestos para explicar las Escrituras, defender los dogmas, y enseñar a los fieles, como el predicar y ensalzar de muchas y maravillosas maneras, y a porfía, la altísima santidad de la Virgen, su dignidad, y su inmunidad de toda mancha de pecado, y su gloriosa victoria del terrible enemigo del humano linaje. 9. El Protoevangelio. Por lo cual, al glosar las palabras con las que Dios, vaticinando en los principios del mundo los remedios de su piedad dispuestos para la reparación de los mortales, aplastó la osadía de la engañosa serpiente levantó maravillosamente la esperanza de nuestro linaje, diciendo: Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya; enseñaron que, con este divino oráculo, fue de antemano designado clara y patentemente el misericordioso Redentor del humano linaje, es decir, el unigénito Hijo de Dios Cristo Jesús, y designada la santísima Madre, la Virgen María, y al mismo tiempo brillantemente puestas de relieve las mismísimas enemistades de entrambos contra el diablo. Por lo cual, así como Cristo, mediador de Dios y de los hombres, asumida la naturaleza humana, borrando la escritura del decreto que nos era contrario, lo clavó triunfante en la cruz, así la santísima Virgen, unida a Él con apretadísimo e indisoluble vínculo hostigando con Él y por Él eternamente a la venenosa serpiente, y de la misma triunfando en toda la línea, trituró su cabeza con el pie inmaculado. 10. Figuras bíblicas de María. Este eximio y sin par triunfo de la Virgen, y excelentísima inocencia, pureza, santidad y su integridad de toda mancha de pecado e inefable abundancia y grandeza de todas las gracias, virtudes y privilegios, viéronla los mismos Padres ya en el arca de Noé que, providencialmente construida, salió totalmente salva e incólume del común naufragio de todo el mundo; ya en aquella escala que vio Jacob que llegaba de la tierra al cielo y por cuyas gradas subían y bajaban los ángeles de Dios y en cuya cima se apoyaba el mismo Señor; ya en la zarza aquélla que contempló Moisés arder de todas partes y entré el chisporroteo de las llamas no se consumía o se gastaba lo más mínimo, sino que hermosamente reverdecía y florecía; ora en aquella torre inexpugnable al enemigo, de la cual cuelgan mil escudos y toda suerte de armas de los fuertes; ora en aquel huerto cerrado que no logran violar ni abrirfraudes y trampas algunas; ora en aquella resplandeciente ciudad de Dios, cuyos fundamentos se asientan en los montes santos a veces en aquel augustísimo templo de Dios que, aureola¬do de resplandores divinos, está lleno, de la gloria de Dios; a veces en otras verdaderamente innumerables figuras de la misma clase, con las que los Padres enseñaron que había sido vaticinada claramente la excelsa dignidad de la Madre de Dios, y su incontaminada inocencia, y su santidad, jamás sujeta a mancha alguna. 11. Los profetas. Para describir este mismo como compendio de divinos dones y la integridad original de la Virgen, de la que nació Jesús, los mismos [Padres], sirviéndose de las palabras de los profetas, no festejaron a la misma augusta Virgen de otra manera que como a paloma pura, y a Jerusalén santa, y a trono excelso de Dios, y a arca de santificación, y a casa que se construyó la eterna Sabiduría, y a la Reina aquella que, rebosando felicidad y apoyada en su Amado, salió de la boca del Altísimo absolutamente perfecta, hermosa y queridísima de Dios y siempre libre de toda mancha. 12. El Ave María y el Magnificat. Mas atentamente considerando los mismos Padres y escritores de la Iglesia que la santísima Virgen había sido llamada llena de gracia, por mandato y en nombre del mismo Dios, por el Gabriel cuando éste le anunció la altísima dignidad de Madre de Dios, enseñaron que, con ese singular y solemne saludo, jamás oído, se manifestaba que la Madre de Dios era sede de todas las gracias divinas y que estaba adornada de todos los carismas del divino Espíritu; más aún, que era como tesoro casi infinito de los mismos, y abismo inagotable, de suerte que, jamás sujeta a la maldición y partícipe, juntamente con su Hijo, de la perpetua bendición, mereció oír de Isabel, inspirada por el divino Espíritu: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. De ahí se deriva su sentir no menos claro. que unánime, según el cual la gloriosísima Virgen, en quien hizo cosas grandes el Poderoso, brilló con tal abundancia de todos los dones celestiales, con tal plenitud de gracia y con tal inocencia, que resultó como un inefable milagro de Dios, más aún, como el milagro cumbre de todos los milagros y digna Madre de Dios, y allegándose a Dios mismo, según se lo permitía la condición de criatura, lo más cerca posible, fue superior a toda alabanza humana y angélica. 13. Paralelo entre María y Eva Y, de consiguiente, para defender la original inocencia y santidad de la Madre de Dios, no sólo la compararon muy frecuentemente con Eva todavía virgen, todavía inocente, todavía incorrupta y todavía no engaña a por as mortíferas asechanzas de la insidiosísima serpiente, sino también la antepusieron a ella con maravillosa variedad de palabras y pensamientos. Pues Eva, miserablemente complaciente con la serpiente, cayó de la original inocencia y se convirtió en su esclava; mas la santísima Virgen aumentando de continuo el don original, sin prestar jamás atención a la serpiente, arruinó hasta los cimientos su poderosa fuerza con la virtud recibida de lo alto. 14. Expresiones de alabanza Por lo cual jamás dejaron de llamar a la Madre de Dios o lirio entre espinas, o tierra absolutamente intacta, virginal, sin mancha , inmaculada, siempre bendita, y libre de toda mancha de pecado, de la cual se formó el nuevo Adán; o paraíso intachable, vistosísimo, amenísimo de inocencia, de inmortalidad y de delicias, por Dios mismo plantado y defendido de toda intriga de la venenosa serpiente; o árbol inmarchitable, que jamás carcomió el gusano del pecado; o fuente siempre limpia y sellada por la virtud del Espíritu Santo; o divinísimo templo o tesoro de inmortalidad, o la única y sola hija no de la muerte, sino de la vida, germen no de la ira, sino de la gracia, que, por singular providencia de Dios, floreció siempre vigoroso de una raíz corrompida y dañada, fuera de las leyes comúnmente establecidas. Mas, como si éstas cosas, aunque muy gloriosas, no fuesen suficientes, declararon, con propias yprecisas expresiones, que, al tratar de pecados, no se había de hacer la más mínima mención de la santa Virgen María, a la cual se concedió más gracia para triunfar totalmente del pecado; profesaron además que la gloriosísima Virgen fue reparadora de los padres, vivificadora de los descendientes, elegida desde la eternidad, preparada para sí por el Altísimo, vaticinada por Dios cuando dijo a la serpiente: Pondré enemistades entre ti y la mujer, que ciertamente trituró la venenosa cabeza de la misma serpiente, y por eso afirmaron que la misma santísima Virgen fue por gracia limpia de toda mancha de pecado y libre de toda mácula de cuerpo, alma y entendimiento, y que siempre estuvo con Dios, y unida con Él con eterna alianza, y que nunca estuvo en las tinieblas, sino en la luz, y, de consiguiente, que fue aptísima morada para Cristo, no por disposición corporal, sino por la gracia original. A éstos hay que añadir los gloriosísimos dichos con los que, hablando de la concepción de la Virgen, atestiguaron que la naturaleza cedió su puesto a la gracia, paróse trémula y no osó avanzar; pues la Virgen Madre de Dios no había de ser concebida de Ana antes que la gracia diese su fruto: porque convenía, a la verdad, que fuese concebida la primogénita de la que había de ser concebido el primogénito de toda criatura. 15. ¡¡Inmaculada!! Atestiguaron que la carne de la Virgen tomada de Adán no recibió las manchas de Adán, y, de consiguiente, que la Virgen Santísima es el tabernáculo creado por el mismo Dios, formado por el Espíritu Santo, y que es verdaderamente de púrpura, que el nuevo Beseleel elaboró con variadas labores de oro, y que Ella es, y con razón se la celebra, como la primera y exclusiva obra de Dios, y como la que salió ilesa de los igníferos dardos del maligno, y como la que hermosa por naturale¬za y totalmente inocente, apareció al mundo como aurora brillantísima en su Concepción Inmaculada. Pues no caía bien que aquel objeto de elección fuese atacado, de la universal miseria, pues, diferenciándose inmensamente de los demás, participó de la naturaleza, no de la culpa; más aún, muy mucho convenía que como el unigénito tuvo Padre en el cielo, a quien los serafines ensalzan por Santísimo, tuviese también en la tierra Madre que no hubiera jamás sufrido mengua en el brillo de su santidad. Y por cierto, esta doctrina había penetrado en las mentes y corazones de los antepasados de tal manera, que prevaleció entre ellos la singular y maravillosísima manera de hablar con la que frecuentísimamente se dirigieron a la Madre de Dios llamándola inmaculada, y bajo todos los conceptos inmaculada, inocente e inocentísima, sin mancha y bajo todos los aspectos, inmaculada, santa y muy ajena a toda mancha, toda pura, toda sin mancha, y como el ideal de pureza e inocencia, más hermosa que la hermosura, mas ataviada que el mismo ornato, mas santa que la santidad, y sola santa, y purísima en el alma y en el cuerpo, que superó toda integridad y virginidad, y sola convertida totalmente en domicilio de todas las gracias del Espíritu Santo, y que, la excepción de sólo Dios, resultó superior a todos, y por naturaleza más hermosa y vistosa y santa que los mismos querubines y serafines y que toda la muchedumbre de los ángeles, y cuya perfección no pueden, en modo alguno, glorificar dignamente ni las lenguas de los ángeles ni las de los hombres. Y nadie desconoce que este modo de hablar fue trasplantado como espontáneamente, a la santísima liturgia y a los oficios eclesiásticos, y que nos encontramos a cada paso con él y que lo llena todo, pues en ellos se invoca y proclama a la Madre de Dios como única paloma de intachable hermosura, como rosa siempre fresca, y en todos los aspectos purísima, y siempre inmaculada y siempre santa, y es celebrada como la inocencia, que nunca sufrió menoscabo, y, como segunda Eva, que dio a luz al Emmanuel. 16. Universal consentimiento y peticiones de la definición dogmática. No es, pues, de maravillar que los pastores de la misma Iglesia y los pueblos fieles se hayan gloriado de profesar con tanta piedad, religión y amor la doctrina de la Concepción Inmaculada de la Virgen Madre de Dios, según el juicio de los Padres, contenida en las divinas Escrituras, confiada a la pos¬teridad con testimonios gravísimos de los mismos, puesta de relieve y cantada por tan gloriosos monumentos de la veneranda antigüedad, y expuesta y defendida por el sentir soberano y respetabilísima autoridad de la Iglesia, de tal modo que a los mismos no les era cosa más dulce, nada más querido, que agasajar, venerar, invocar y hablar en todas partes con encendidísimo afecto a la Virgen Madre de Dios, concebida sin mancha original. Por lo cual, ya desde los remotos tiempos, los prelados, los eclesiásticos, las Ordenes religiosas, y aun los mismos emperadores y reyes, suplicaron ahincadamente a esta Sede Apostólica que fuese definida como dogma de fe católica la Inmaculada Concepción de la santísima Madre de Dios. Y estas peticiones se repitieron también en estos nuestros tiempos, y fueron muy principalmente presentadas a Gregorio XVI, nuestro predecesor, de grato recuerdo, y a Nos mismo, ya por los obispos, ya por el clero secular, ya por las familias religiosas, y por los príncipes soberanos y por los fieles pueblos. Nos, pues, teniendo perfecto conocimiento de todas estas cosas, con singular gozo de nuestra alma y pesándolas seriamen¬te, tan pronto como, por un misterioso plan de la divina Providencia, fuimos elevados, aunque sin merecerlo, a esta sublime Cátedra de Pedro para hacernos cargo del gobierno de la universal Iglesia, no tuvimos, ciertamente, tanto en el, corazón, conforme a nuestra grandísima veneración, piedad y amor para con la santísima Madre de Dios, la Virgen María, ya desde la tierna infancia sentidos, como llevar al cabo todas aquellas cosas que todavía deseaba la Iglesia, conviene a saber: dar mayor incremento al honor de la santísima Virgen y poner en mejor luz sus prerrogativas. 17. Labor preparatoria. Mas queriendo extremar la prudencia, formamos una congregación, de NN. VV. HH. de los cardenales de la S.R.I., distinguidos por su piedad, don de consejo y ciencia de las cosas divinas, y escogimos a teólogos eximios, tanto el clero secular como regular, para que considerasen escrupulosamente todo lo referente a la Inmaculada Concepción de la Virgen y nos expusiesen su propio parecer. Mas aunque, a juzgar por las peticiones recibidas, nos era plenamente conocido el sentir decisivo de muchísimos prelados acerca de la definición de la Concepción Inmaculada de la Virgen, sin embargo, escribimos el 2 de febrero de 1849 en Cayeta una carta encíclica, a todos los venerables hermanos del orbe católico, los obispos, con el fin de que, después de orar a Dios, nos manifestasen también a Nos por escrito cuál era la piedad y devoción de sus fieles para con la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios, y qué sentían mayormente los obispos mismos acerca de la definición o qué deseaban para poder dar nuestro soberano fallo de la manera más solemne posible. No fue para Nos consuelo exiguo la llegada de las respuestas de los venerables hermanos. Pues los mismos, respondiéndonos con una increíble complacencia, alegría y fervor, no sólo reafirmaron la piedad y sentir propio y de su clero y pueblo respecto de la Inmaculada Concepción de la santísima Virgen, sino también todos a una ardientemente nos pidieron que definiésemos la Inmaculada Concepción de la Virgen con nuestro supremo y autoritativo fallo. Y, entre tanto, no nos sentimos ciertamente inundados de menor gozo cuando nuestros venerables hermanos los cardenales de la S.R.I., que formaban la mencionada congregación especial, y los teólogos dichos elegidos por Nos, después de un diligente examen de la cuestión, nos pidieron con igual entusiasta fervor la definición de la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios. Después de estas cosas, siguiendo las gloriosas huellas de nuestros predecesores, y deseando proceder con omnímoda rectitud, convocamos y celebramos consistorio, en el cual dirigimos la palabra a nuestros venerables hermanos los cardenales de la santa romana Iglesia, y con sumo consuelo de nuestra alma les oímos pedirnos que tuviésemos a bien definir el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen Madre de Dios. Así, pues, extraordinariamente confiados en el Señor de que ha llegado el tiempo oportuno de definir la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios la Virgen María, que maravillosamente esclarecen y declaran las divinas Escrituras, la venerable tradición, el perpetuó sentir de la Iglesia, el ansia unánime y singular de los católicos prelados y fieles, los famosos hechos y constituciones de nuestros predecesores; consideradas todas las cosas con suma diligencia, y dirigidas a Dios constantes y fervorosas oraciones, hemos juzgado que Nos, no debíamos, ya titubear en sancionar o definir con nuestro fallo soberano la Inmaculada Concepción de la Virgen, y de este modocomplacer a los piadosísimos deseos del orbe católico, y a nuestra piedad con la misma santísima Virgen, y juntamente glorificar y más y más en ella a su unigénito Hijo nuestro Señor Jesucristo, pues redunda en el Hijo el honor y alabanza dirigidos a la Madre. 18. Definición. Por lo cual, después de ofrecer sin interrupción a Dios Padre, por medio de su Hijo, con humildad y penitencia, nuestras privadas oraciones y las públicas de la Iglesia, para que se dignase dirigir y afianzar nuestra mente con la virtud del Espíritu Santo, implorando el auxilio de toda corte celestial, e invocando con gemidos el Espíritu paráclito, e inspirándonoslo él mismo, para honra de la santa e individua Trinidad, para gloria y prez de la Virgen Madre de Dios, para exaltación de la fe católica y aumento de la cristiana religión, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los santos apóstoles Pedro y Pablo, y con la nuestra: declaramos, afirmamos y definimos que ha sido revelada por Dios, y de consiguiente, que debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que sostiene que la santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano. Por lo cual, si algunos presumieren sentir en su corazón contra los que Nos hemos definido, que Dios no lo permita, tengan entendido y sepan además que se condenan por su propia sentencia, que han naufragado en la fe, y que se han separado de la unidad de la Iglesia, y que además, si osaren manifestar de palabra o por escrito o de otra cualquiera manera externa lo que sintieren en su corazón, por lo mismo quedan sujetos a las penas establecidas por el derecho. 19. Sentimientos de esperanza y exhortación final. Nuestra boca está llena de gozo y nuestra lengua de júbilo, y damos humildísimas y grandísimas gracias a nuestro Señor Jesucristo, y siempre se las daremos, por habernos concedido aun sin merecerlo, el singular beneficio de ofrendar y decretar este honor, esta gloria y alabanza a su santísima Madre. Mas sentimos firmísima esperanza y confianza absoluta de que la misma santísima Virgen, que toda hermosa e inmaculada trituró la venenosa cabeza de la cruelísima serpiente, y trajo la salud al mundo, y que gloria de los profetas y apóstoles, y honra de los mártires, y alegría y corona de todos los santos, y que refugio segurísimo de todos los que peligran, y fidelísima auxiliadora y poderosísima mediadora y conciliadora de todo el orbe de la tierra ante su unigénito Hijo, y gloriosísima gloria y ornato de la Iglesia santo, y firmísimo baluarte destruyó siempre todas las herejías, y libró siempre delas mayores calamidades de todas clases a los pueblos fieles y naciones, y a Nos mismo nos sacó de tantos amenazadores peligros; hará con su valiosísimo patrocinio que la santa Madre católica Iglesia, removidas todas las dificultades, y vencidos todos los errores, en todos los pueblos, en todas partes, tenga vida cada vez más floreciente y vigorosa y reine de mar a mar y del río hasta los términos de la tierra, y disfrute de toda paz, tranquilidad y libertad, para que consigan los reos el perdón, los enfermos el remedio, los pusilánimes la fuerza, los afligidos el consuelo, los que peligran la ayuda oportuna, y despejada la oscuridad de la mente, vuelvan al camino de la verdad y de la justicia los desviados y se forme un solo redil y un solo pastor. Escuchen estas nuestras palabras todos nuestros queridísimos hijos de la católica Iglesia, y continúen, con fervor cada vez más encendido de piedad, religión y amor, venerando, invocando, orando a la santísima Madre de Dios, la Virgen María, concebida sin mancha de pecado original, y acudan con toda confianza a esta dulcísima Madre de misericordia y gracia en todos los peligros, angustias, necesidades, y en todas las situaciones oscuras y tremendas de la vida. Pues nada se ha de temer, de nada hay que desesperar, si ella nos guía, patrocina, favorece, protege, pues tiene para con nosotros un corazón maternal, y ocupada en los negocios de nuestra salvación, se preocupa de todo el linaje humano, constituida por el Señor Reina del cielo y de la tierra y colocada por encima de todos los coros de los ángeles y coros de los santos, situada a la derecha de su unigénito Hijo nuestro Señor Jesucristo, alcanza con sus valiosísimos ruegos maternales y encuentra lo que busca, y no puede, quedar decepcionada. Finalmente, para que llegué al conocimiento de la universal Iglesia esta nuestra definición de la Inmaculada Concepción de la santísima Virgen María, queremos que, como perpetuo recuerdo, queden estas nuestras letra apostólicas; y mandamos que a sus copias o ejemplares aún impresos, firmados por algún notario público y resguardados por el sello de alguna persona eclesiástica constituida en dignidad, den todos, exactamente el mismo crédito que darían a éstas, si les fuesen presentadas y mostradas. A nadie, pues, le sea permitido quebrantar esta, página de nuestra declaración, manifestación, y definición, y oponerse a ella y hacer la guerra con osadía temeraria. Mas si alguien presumiese intentar hacerlo, sepa que incurrirá en la indignación de Dios y de los santos apóstoles Pedro y Pablo. Dado el 8 de diciembre de 1854. Pío IX. http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Cremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente.