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viernes, 5 de julio de 2013

IGLESIA MISIONERA: CREYENTES Y TIEMPOS POST-ECLESIÁSTICOS.

IGLESIA MISIONERA: CREYENTES Y TIEMPOS POST-ECLESIÁSTICOS. 1.- Los católicos son en realidad una minoría. Responder a un censo que registra el número de católicos que hay en Chile, es casi un mero dato, porque hay una dicotomía entre vida y fe en la gran mayoría de los que se dicen católicos. La secularización creciente y agresiva en algunos casos que vive Chile actualmente, fomentada por sectores políticos y culturales y en general por los medios de comunicación social; contrasta con una Jerarquía Eclesiástica más bien pasiva y reactiva y que en sus documentos y acciones sobre temas valóricos, por ejemplo, apela más bien a los poderes establecidos para intentar detener proyectos de leyes y anti-valores que vienen con esta secularización hostil a la moral católica. No se parte en este tema, de un encuentro vivo y personal que supone el respeto a la conciencia de las personas, que pueden discrepar. Miles de chilenos que se dicen católicos no tienen mucha claridad sobre los llamados temas valóricos. ¿Hay un trabajo de educación valórica masiva y de calidad? Se ha criticado la calidad de la educación en Chile. Dentro de esta crítica hay que incluir la educación moral y religiosa formal e informal de la Iglesia católica chilena. ¿Se ha hecho una evaluación objetiva y responsable de esta área? Hay que rescatar lo bueno siempre. Pero, estas preguntas son muy válidas. Hay demasiadas catequesis que se reducen a dinámicas y sobre todo falta formación en no pocos catequistas. Es muy notoria la confusión que hay en muchos católicos sobre el ecumenismo o diálogo inter-religioso que se confunde con un sincretismo o relativismo religioso. 2.- En medio de la crisis de la post-modernidad, el testimonio de vida de un cristiano se hace vital. Sin pretender una unanimidad nacional para fortalecer los valores cristianos, es posible establecer mayorías que asuman estos valores para ir renovando la vida moral privada y pública. Cada cristiano es un misionero y el diálogo con el prójimo que piensa de otra manera es un procedimiento de acuerdo a estos tiempos que son de tolerancia y respeto a la diversidad. El mundo actual necesita conocer como los cristianos abordan los problemas valóricos que atormentan a muchas personas. Frente al materialismo y al consumismo que todo lo hacen superficial y desechable, el hombre y mujer de hoy anhelan encontrar una paz profunda y una plenitud que sean fruto de una verdad que no se pueda relativizar y que sea el centro de la vida. El relativismo y subjetivismo en los temas valóricos no dan una seguridad en el fondo del ser. El cristiano de hoy tiene la misión de demostrar vitalmente que la vida religiosa no es culposa. Sentirse pecador no es lo mismo que sentirse culpable sin poner acudir a un Padre Misericordioso que purifica y restaura la alegría de vivir. El mundo post-moderno necesita conocer el gozo espiritual de cristianos que viven la alegría prometida a Jerusalén en Is 66, 10-14. “Alégrense con Jerusalén, gocen con ella todos los que la aman, alégrense de su alegría todos los que por ella llevaron luto, para que se alimenten de sus pechos, se llenen de sus consuelos y se deleiten con la abundancia de su gloria. Porque dice el Señor: "Yo haré correr la paz sobre ella como un río y la gloria de las naciones como un torrente desbordado. Como niños serán llevados en el regazo y acariciados sobre sus rodillas; como un hijo a quien consuela su madre, así Yo los consolaré a ustedes. Por Jerusalén serán ustedes consolados. Cuando ustedes vean todo esto, les saltará de gozo el corazón y su cuerpo rejuvenecerá como la hierba. La mano de Yavé se dará a conocer a sus servidores y hará que sus enemigos vean su enojo” 3.- Nuestros tiempos no son post-cristianos, son más bien post-eclesiásticos. La Iglesia no es un poder de unos pocos sobre una masa de gente que no tiene iniciativa sino solamente tiene que obedecer. Una religión de sometimiento hoy es incompatible con los valores del Evangelio que liberan y ponen todas las formas de autoridad o poder en un contexto de fraternidad y respeto a la dignidad de las personas. La Iglesia, pueblo de Dios, está llamada a ser un modelo de servicio para todos los pueblos y poderes de la tierra. Su Jerarquía espiritual no está fundada en apetitos de poder ni en el sometimiento de la conciencia personal. No hay una superioridad de unos cristianos sobre otros cristianos. El ministerio no hace superior a nadie. San Pablo, dice en Ga 6, 1-16 “No permita Dios que yo me gloríe en algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo. Porque en Cristo Jesús de nada vale el estar circuncidado o no, sino el ser una nueva creatura. Para todos los que vivan conforme a esta norma y también para el verdadero Israel, la paz y la misericordia de Dios”. No hay ningún rito que haga superior a nadie en la Iglesia. Hoy menos, con la creciente conciencia sobre la dignidad humana, que la misma Iglesia promueve. 4.- En Lc 10, 1-12.17-20 se nos dice que Jesús envió a 72 discípulos de dos en dos a anunciar el Reino, sanar enfermos, expulsar demonios y otros signos de salvación a las aldeas y lugares de Israel. Sabemos que en la tradición judía las naciones de la tierra eran 72. Este envío es un anticipo de una misión universal de la Iglesia. Leyendo con una buena exégesis este texto del evangelio de Lucas, podemos concluir que hoy necesitamos una Iglesia misionera, con gestos liberadores concretos, con testimonios de vida cristiana y tolerancia, dejando a Dios el juicio definitivo de la historia de los pueblos. Necesitamos una Iglesia que asuma estos tiempos de tolerancia y diversidad y enseñe con claridad su doctrina sobre el diálogo con el mundo actual y con humildad diga cuales son los límites de la tolerancia para un cristiano y promueva una educación por sobre un adoctrinamiento en los temas valóricos. Esto se hace hoy y está en el Concilio Vaticano II. 5.- Cantemos con el salmo 65. Las obras del Señor son admirables. “Que aclame al Señor toda la tierra; celebremos su gloria y su poder, cantemos un himno de alabanza, digamos al Señor: "Tu obra es admirable" Que se postre ante ti la tierra entera y celebre con cánticos Tu nombre. Admiremos las obras del Señor, los prodigios que ha hecho por los hombres. El transformó el mar Rojo en tierra firme y los hizo cruzar el Jordán a pie enjuto. Llenémonos por eso de gozo y gratitud: El Señor es eterno y poderoso. Cuantos temen a Dios vengan y escuchen, y les diré lo que ha hecho por mí. Bendito sea Dios que no rechazó mi súplica, ni me retiró su gracia” Los salmos no le cantan a situaciones ilusorias, la fe se vive en la realidad terrestre y transforma esta realidad, es nuestra misión en este mundo post- moderno aparentemente ganado por las fuerzas del mal y el anti-cristianismo. Mario Andrés Díaz Molina: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule.