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domingo, 31 de julio de 2011

¡Providencia Divina: Dios irrumpe en la Historia y Hace posible que el Creyente Reciba y Construya el Reino!

DOMINGO 18 del Tiempo Ordinario - Ciclo "A" - 31 de Julio de 2011 -El tema de la Liturgia de hoy es el de la Providencia Divina y la confianza que debe tener el cristiano de que Dios, que es Padre infinitamente misericordioso, se ocupa de todas nuestras necesidades: tanto espirituales, como materiales. Dios se ocupa de los lirios del campo y de las aves del cielo, y más aún se ocupa de cada uno de nosotros, sus creaturas que, como El mismo nos dice, valemos mucho más que las flores y los animales (cfr. Mt. 6, 28).



En la Primera Lectura de hoy, tomada del Profeta Isaías (Is. 55, 1-3), podemos apreciar el cuidado amoroso de un Dios que es Padre, ocupándose de sus creaturas. Así nos dice el Señor a través del Profeta: “Todos ustedes, los que tienen sed, vengan por agua; y los que no tienen dinero, venga, tomen trigo y coman; tomen vino y leche sin pagar. ¿Por qué gastar el dinero en lo que no es pan, y salario en lo que no alimenta? Escúchenme atentos y comerán bien, saborearán platos sustanciosos. Préstenme atención, venga a Mí, escúchenme y vivirán” (Is. 55, 1-3). En esta Lectura podemos intuir, tanto los bienes y alimentos materiales, como los espirituales. Y todos ellos nos vienen de Dios, aunque nos toque trabajar para obtenerlos. Para los bienes materiales, El nos da la posibilidad de encontrarlos poniendo nosotros nuestro aporte, que es el trabajo cotidiano. Para los espirituales nuestro aporte consiste en nuestra respuesta a la Gracia Divina, es decir, nuestro “sí” a la Voluntad de Dios. Recordemos esto cada vez que recemos el Padre Nuestro, pues “el Pan nuestro de cada día” que pedimos en esa oración con que Jesús nos enseñó invocar a Su Padre, nuestro Padre, se refiere al alimento material y también al alimento espiritual.

El Salmo nos recuerda esa confianza en la Providencia Divina. Así hemos rezado: “Abres, Señor, tu mano y nos sacias de favores ... A todos alimentas a su tiempo ... Todos quedan satisfechos”. (Sal. 144) Dentro de esa confianza que debe tener el cristiano de que Dios todo lo provee y de que Dios no permite nada que no sea conveniente para nuestra salvación, está la Segunda Lectura del Apóstol San Pablo a los Romanos (Rm. 8, 35, 37-39). Nada -absolutamente nada- puede apartarnos del amor que sabemos que Dios nos tiene: ni las tribulaciones, ni las angustias, ni la persecución, ni el hambre, ni el peligro, ni la guerra, ni la muerte, ni la vida, ni los demonios, ni el presente, ni el futuro. Así es la seguridad del cristiano que confía en su Padre, Dios. Con esta confianza construye lo que le corresponde en la historia de los hombres y mujeres.

El Evangelio nos trae uno de los milagros más recordados de Jesús, el de la Multiplicación de los Panes y los Peces: alimento multiplicado y gratis para saciar a todos los que le seguían en ese momento. Pero, más allá del milagro multiplicador, es interesante descubrir en este texto del Evangelista San Mateo (Mt. 14, 13-21), algunos detalles que rodearon este impresionante milagro. Lo primero que llama la atención es el hecho de que para el momento de este acontecimiento, Jesús se acaba de enterar de la muerte de su primo, su Precursor, San Juan Bautista. Nos dice el Evangelista que “al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, subió a una barca y se dirigió a un lugar solitario”. Es decir, que en ese momento el Señor estaba de duelo y quería retirarse a solas, seguramente a orar, o simplemente a recuperarse de la tristeza de este hecho. Sabemos que, como Dios, Jesús conocía de antemano lo que iba a suceder a su primo. Pero, como Hombre verdadero que era también, sentía aflicción por tal pérdida y por tan vil asesinato (cfr. Mt. 14, 1-12). Pero... ¿por qué llama la atención esto? Llama la atención por lo que nos cuenta el Evangelista: al saber la gente que Jesús estaba por allí, lo siguieron por tierra y El, al ver aquella muchedumbre, “se compadeció de ella y curó a los enfermos”. Y la atención de Jesús para con esa gente no se queda allí, sino que posteriormente, les da de comer a todos. Si observamos bien, entonces, nos damos cuenta de que Jesús se olvida de lo que inicialmente iba a hacer, se olvida de su retiro en soledad, se olvida de su duelo, de su dolor, y se somete a la solicitud de una muchedumbre hambrienta de pan material y de pan espiritual. Y nosotros, que debemos captar los valores de Cristo, ¿es así como actuamos con relación a las necesidades de los demás? El otro detalle que llama la atención de este milagro multiplicador de comida es el hecho de que Jesús le pregunta a sus discípulos cuánta comida tienen. Y ellos le informan: son sólo cinco panes y dos pescados. La muchedumbre era grande: cinco mil hombres, más las mujeres y los niños. Si tomamos en cuenta que a Jesús lo seguían muchas más mujeres que hombres, probablemente en total podían haber sido unas quince mil personas. ¿Cómo podían los discípulos, preocupados por el gentío, seguir la indicación del Señor que les dice: “Denles ustedes de comer”?

El Señor les pedía un imposible: dar de comer a una multitud con cinco panes y dos pescados. Ellos obedecen, aunque parecía imposible. ¿Cómo actuamos cuando el Señor nos pide algo que creemos imposible? ¿Confiamos plenamente en Dios u olvidamos que Dios nunca nos pide algo que no podamos cumplir con su Gracia? ¿Qué sucedió, entonces, en esta escena evangélica? ¡Sucedió lo imposible! Los Apóstoles sí pudieron cumplir la instrucción del Señor, pues, acto seguido, Jesús efectúa el milagro: de los cinco panes y dos peces iban saliendo muchísimos panes y pescados... ¡tantos! que al final se recogieron doce cestas de sobras. Pero este milagro fue ¡nada! en comparación con otro milagro que este milagro pre-anuncia: la Sagrada Eucaristía, en la cual Jesús se convierte El mismo en nuestro “Pan bajado del Cielo” (Jn. 6, 41). En efecto, Jesús es nuestro “Pan de Vida” que alimenta nuestra vida personal e interpersonal, que se da a nosotros como alimento en la Hostia Consagrada, cada vez que queramos recibirlo: diariamente, si deseamos o podamos. Recordemos: Dios espera que pongamos lo poco que tengamos (nuestros cinco panes y dos pescados) para El multiplicarlos para los demás. El Reino es primero un don que nos permite construir nuestra historia donde Dios es el centro actual y fin de la historia.

(*) Estudiante de Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule

Colectivo Cultural Jorge Yáñez Olave.

viernes, 29 de julio de 2011

UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL MAULE: PROFANACIÓN, LUCRO Y VOCACIÓN DEL PROFESOR DE RELIGIÓN Y FILOSOFÍA.

Han pasado varias semanas desde que un grupo significativo de alumnos de la Universidad Católica del Maule, se tomara esta casa de estudio y decidió unirse al Movimiento Estudiantil nacional y a la vez presentar un Petitorio interno relacionado con la realidad del alumnado que estudia aquí. La generosidad que ánima el espíritu del movimiento es innegable.
Es importante saber encontrar lo esencial para no perder el sentido de la causa por lo que se está luchando, porque no han faltado algunos hechos negativos y aislados que sería exagerado usarlos para restarle legitimidad al movimiento. Por lo mismo, esto no impide desaprobar un hecho grave como fue la profanación que se ha cometido en la capilla de la Universidad, donde hay un responsable que actuó a título personal y no representa al movimiento estudiantil.
Hemos podido conocer diversas posiciones de alumnos (as) frente a la toma y al movimiento en general. Los temas de la educación son muchos, algunos unen otros nos diferencian. Entre ellos está el lucro. Se puede conjeturar que crece en el país la conciencia que el lucro en la educación es nefasto, pone sobre los hombros de la familia media y popular chilena un peso muy difícil de llevar. La educación no es una mercancía, es un medio para que las personas nos humanicemos y esto se refleje en una sociedad más justa y democrática y más cristiana en la vivencia concreta de los que son cristianos, que por supuesto no son todos los chilenos(as), pues entre nosotros hay otros credos y no-creyentes.
En medio de estos acontecimientos que están ocurriendo en nuestro país y en particular en la UCM., han surgido opiniones encontradas sobre temas relacionados con la misión de una Universidad Católica, la Vocación de un Profesor de Religión, su catolicidad, la tolerancia, etc. Todo no puede ser analizado en este breve artículo. Destacaremos algunos.
Algunos sostienen tozudamente que la UCM, es un recinto donde se cultiva el pensamiento crítico con un acento Católico. Pero este pensamiento no es compartido por todos los alumnos. Algunos piensan que el catolicismo que profesa es derechamente un “opio” para debilitar la conciencia de clase y justificar la injusticia y la violencia de nuestra sociedad. Es un sector muy pequeño pero muy activo que se potencia aprovechando el “apoliticismo” de una masa que se dice católica pero no se “contamina” con un compromiso de generar desde esta Universidad un cambio social concreto, que tiene que ser político con todo lo que esto significa, pues no logran rescatar la política con sentido cristiano y separarla de su mala fama. Egresan de sus carreras para perderse en este sistema socio-económico excluyente. Muy pocos asumen un Liderazgo para vivir un cristianismo liberador. Es decir algo de verdad tiene este grupo minoritario. Sin embargo, nos interesa promover una visión crítica que afirma que el cristianismo no puede justificar la injusticia, no debe, porque contradice su misión y esencia.
En Chile, lamentablemente, han sido las Universidades Católicas las que más han promovido un sistema que no origina los valores cristianos de fraternidad y justicia que nuestra sociedad necesita hoy con urgencia. También hay quienes piensan que hay un “cierto cinismo teológico” que no asume la historicidad del misterio de Cristo, es decir hay creyentes que se pueden escandalizar de una profanación al Santísimo, pero no ven la profanación que Cristo sufre en la persona del pobre, del maltratado, explotado, etc. Este cinismo se entrecruza con otro cinismo que es aparentar una fe que no se tiene para poder llegar ser un profesor de Religión y Filosofía. En todo el país hay profesores de Religión que no tienen vocación, sólo les interesa ganar dinero y algunos ni siquiera son creyentes. Esto es grave y hay casos concretos.
Pensamos que sin imponer a nadie el sentido católico que tiene la Carrera de Pedagogía en Religión y Filosofía, se debe salvaguardar el valor de la vocación que supone. Tal vez, se debiera diseñar una carrera de Pedagogía en Filosofía que podría ser liberadora para algunos jóvenes que no les interesa la Religión. Sería tener otra opción. Tal vez, hace falta un diálogo efectivo entre jóvenes creyentes y no-creyentes al interior de la Universidad Católica del Maule. Hace falta otra teología, otro ambiente humano y católico.



Mario Díaz Estudiante de Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule
Colectivo Cultural Jorge Yáñez Olave.

sábado, 23 de julio de 2011

¡EL REINO DE DIOS ES INTERIOR E HISTÓRICO!

¡EL REINO DE DIOS ES INTERIOR E HISTÓRICO!

DOMINGO 17 del Tiempo Ordinario - Ciclo "A" - 24 de Julio de 2011 - Hoy el Evangelio de San Mateo nuevamente nos trae tres parábolas: la del Tesoro escondido, la de la Perla fina y la de la Red de pescar. Y Jesús usa esas tres cosas para explicarnos el significado del Reino de los Cielos y su importancia. (Mt. 13, 44- 52).

Son muchas las veces que Jesús nos habla en el Evangelio del “Reino de Dios”, del “Reino de los Cielos”. Y, además ¡cuántas veces hemos repetido esa frase del Padre Nuestro “venga a nosotros tu Reino”! Quiere decir, entonces, que es importante entender qué es el “Reino de los Cielos”. Veamos primero la última de las tres parábolas, la de la Red de pescar. Es una parábola escatológica, que se refiere a lo mismo que veíamos el Domingo pasado sobre el trigo y la cizaña; es decir, a que en esta vida convivimos buenos y malos, para luego, al final, quedar divididos: unos para la salvación eterna y otros para el Infierno. La “pesca” es un símbolo preferencial sobre lo que es la misión de la Iglesia, que es misión de todos los que formamos la Iglesia: pescar gente. Recordemos lo que Jesús le dijo a Pedro y a su hermano Andrés cuando, estando ellos echando sus redes en el Lago de Galilea los llamó para que lo siguieran, diciéndoles: “Síganme y los haré pescadores de hombres” (Mt. 4, 18-19). Y en esa pesca viene toda clase de gente: unos se van, otros se quedan, unos son muy pecadores, otros menos pecadores, unos se salvan unos se condenan. Esta parábola, entonces, también nos recuerda cómo es la Iglesia: santa porque su fundador es Santo y su misión es santificar a todos, pero también es pecadora, porque los que formamos parte de ella somos pecadores. Al final, cuando Jesús vuelva como Juez, separará a unos de otros, los buenos irán al Cielo y los malos serán “echados al horno ardiente, donde habrá llanto y desesperación”. En el caso de la Parábola del Tesoro escondido y la de la Perla fina, ambas plantean cuán valioso es el Reino de los Cielos si se compara con otras riquezas. En el primer caso, se trata de un tesoro que alguien encuentra y, “lleno de alegría, vende todo lo que tiene”, para poder comprar ese terreno. La segunda parábola cuenta que un comerciante de perlas finas encuentra “una perla muy valiosa” y, entonces, va y vende todo lo que tiene para comprarla. Como vemos, ambas comparaciones dadas por el Señor nos indican la superioridad que tiene el Reino de los Cielos frente a cualquier otra cosa, y nos hace ver la actitud que tiene quien lo llega a descubrir: se propone adquirirlo a cualquier costo, vende todo lo que tiene, para poder lograr tener lo que verdaderamente vale.
El Reino de los Cielos es, ciertamente, la presencia de Cristo en medio de nosotros y el anuncio de su mensaje de salvación. Pero la salvación que El nos vino a traer se completa en la eternidad cuando lleguemos a participar de la plenitud de la presencia de Dios en el Cielo. ¿Qué significa “vender todo”? Es otra forma de decir: “Amar a Dios sobre todas las cosas”. San Pablo nos recuerda en la Segunda Lectura de Romanos (Rom. 8,28-30) la salvación a que hemos sido llamados. El designio salvador de Dios consiste en que reproduzcamos en nosotros la imagen de Cristo Jesús. El Reino se construye con Cristo y es el mismo Cristo en nosotros. “Busquen primero el Reino de Dios y lo demás les vendrá por añadidura” (Mt. 6, 33) La añadidura es obra de Dios y parte del Reino que está en la historia y estará en la eternidad.

La Primera Lectura del Primer Libro de los Reyes (1 Re 3.5.7-12) nos trae un personaje que entendió esto y pudo vivir lo que significa esto de lo primero y la añadidura. Se trata Salomón que le pidió a Dios sabiduría para gobernar a Israel. Y resulta muy interesante ver que cuando Dios le dice a Salomón que le pida lo que quiere, Salomón no le pide la “añadidura”, sino que le pide “sabiduría de corazón, para poder distinguir entre el bien y el mal”, y así poder cumplir con la misión que Dios le había encomendado, que era gobernar al pueblo de Israel. Nos dice la Escritura que “al Señor le agradó que Salomón le hubiera pedido esto y no una larga vida, ni riquezas, ni la muerte de sus enemigos”. Y por eso le otorgó no sólo lo que le pidió, sino que también le dio la añadidura: “Te voy a conceder”, Dios le dijo, “lo que me has pedido y también lo que no me has pedido: tanta gloria y riqueza que no habrá rey que se pueda comparar contigo”. Y así fue. Necesitamos la añadidura, pero primero está el Reino de Dios y su Justicia. Siempre se dará la añadidura, porque también la necesitamos.