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viernes, 21 de junio de 2013

CRISTO, NO ES UN HOMBRE QUE SE HIZO DIOS.

1.- Nuestra relación con Cristo, depende en alguna medida de la identidad que le atribuyamos. ¿Es un maestro ascendido, reencarnación de otros maestros del pasado? ¿Es otro Buda o equivalente? ¿Es un revolucionario preocupado de lo social con una mentalidad exclusivamente política que no se refleja en la biblia, porque esta estaría falsificada? Es impresionante la cantidad de lecturas ideológicas, esotéricas y seudocientíficas que hoy deforman la visión sobre Jesucristo y a veces con la complicidad de gente que se dice creyente. Pero, de estos intentos de utilización de la figura de Cristo queda muy poco o casi nada que nos acerque realmente a su presencia salvadora en el mundo de hoy. Cristo no es un hombre que se hizo Dios. Su salvación asume la integridad del drama humano y no es parcial como una ideología clasista o cerrada a la trascendencia. Cristo es Dios encarnado o humanado. Esto es lo que lo hace absolutamente diferente a Buda, Platón y a cualquier sabio de todos los tiempos. Los que “tutean” a Cristo como si fuera un simple profeta, maestro o iluminado, no lo conocen. Viven una alienación autocomplaciente. 2.- Jesucristo, no se reduce a un tema teológico o metafísico. La cristología más profunda, reconoce su limitación, cuando pide ser complementada o enriquecida con un conocimiento que supera la racionalidad y hace necesaria la oración contemplativa para seguir creciendo en la comunión con la divinidad trinitaria, que nos revela Cristo como el Verbo encarnado de Dios. Un creyente que no ora con amor a Cristo, simplemente no es cristiano. Un Cristo que es solamente hombre y no es Dios, no es Cristo. Es una caricatura usada para intentar validar un “nuevo arrianismo” con fines ideológico-políticos o seudo-religiosos. 3.- Cristo es el mesías, el Ungido de Dios, esperado por Israel y presentido, deseado o buscado por la humanidad de todos los tiempos. Hoy se le busca en medio de la crisis actual del mundo hedonista, secularizado y a la vez falsamente religioso. El mayor escándalo moral que está marcando radicalmente nuestro tiempo no es solamente el ateísmo o agnosticismo, es la mediocridad, de no pocos, que dicen creer en Dios, principalmente de miles de cristianos, que han hecho del cristianismo una superstición más, donde no se ama realmente al prójimo y que en su última versión deformante hace una dicotomía entre la fe y lo socio-económico-cultural, para terminar privatizando el evangelio y así confundir una recta tolerancia con una relativización de los valores cristianos y humanos. Así se apoya la legalización del aborto, la ideología de género, se entrega poder a líderes políticos que tienen como objetivo “descristianizar” el medio social y cultural, lo que más se pueda, etc. ¿Dónde se ubica a Cristo que pide una total aceptación de su verdad o cambio radical de vida? Potencias o países económicamente desarrollados, con una población que mayoritariamente se dice cristiana, por mantener su calidad de vida están sacrificando a miles de seres humanos que mueren de hambre; tienen toda la tecnología y recursos para hacer efectiva una solidaridad internacional y nada hacen realmente efectivo. 4.-En Lc 9, 18-24 está expuesto lo esencial de Jesucristo como salvador o mesías. Jesús, preguntó a sus discípulos: “¿quién dice la gente que soy yo?” (Lc 9, 18). Como hoy hay muchas respuestas sobre esta pregunta. Pero, la pregunta de fondo es la que Jesús hace a sus discípulos: “y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” (Lc 9, 20) Jesús hace hoy a cada cristiano esta pregunta: “tú, ¿quién dices que soy?”. Pedro, tiene la respuesta verdadera: “Tú eres el Mesías de Dios”. Jesús, conoce el mesianismo político y triunfalista que hay entre los judíos y con toda intención les habla de su pasión, muerte y resurrección y esto es duro de asimilar para sus discípulos. La idea de un Mesías sufriente que purificaría al Pueblo de Dios de sus pecados había sido anunciada por los Profetas. Eso lo vemos en Zc. 12, 10-11; 13, 1. El Profeta Isaías, (cf. Is. 53) es elocuente en su descripción de los sufrimientos del Mesías esperado. El sacrificio de Jesús, se realiza dentro de un contexto de opresión, aparentemente no busca cambiar esta situación de injusticia y al contrario parece que fue vencido por el mundo. Pero, no es así, en realidad la radicalidad del Sacrificio de Cristo hace posible la transformación del mundo. El cristiano cambia el mundo con el poder de este Cristo que sufrió, murió y resucitó. “el que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga” (Lc 9, 23), y “el que pierda su vida por mi causa, la salvará” (Lc 9, 24). El nuevo mundo solamente se construye después que se deja de odiar, de asesinar, de explotar, de mentir, de utilizar, etc. De las dictaduras de los ex-oprimidos que usan la fuerza, el odio y la opresión que los hace repetir las injusticias que cuestionaban, se sigue generando el mal que deshumaniza y destruye los valores del espíritu que enriquecen al hombre y mujer redimidos por Cristo. Anunciar y promover con hechos esta concepción de la liberación puede significar la muerte, pero la muerte fue vencida por Cristo y de la sangre de los mártires, siempre emergerá una sociedad más justa. Para una obra de esta naturaleza se necesita ser realmente cristiano y vivir bajo el Espíritu de Dios. 5.- En Gál 3, 26-29 San Pablo, nos dice que el bautismo “nos reviste de Cristo” y las diferencias raciales y sociales son superadas por Cristo. Este es un germen de una nueva fraternidad que desde la Iglesia de los bautizados se incorpora en el mundo. Sin tener como misión directa fomentar el bienestar temporal, la Iglesia es signo de purificación y transformación de las realidades temporales. Un cristiano no puede ser un rico explotador o un pobre egoísta que vive sin compartir sus bienes con los demás. 6.- Cantemos con el Salmo 62. Señor mi alma tiene sed de Ti. “Señor, Tú eres mi Dios, a ti te busco, de ti está sedienta mi alma. Señor, todo mi ser te añora como el suelo reseco añora el agua. Para admirar tu gloria y tu poder, con este afán te busco en tu santuario. Pues mejor es tu amor que la existencia; siempre, Señor te alabarán mis labios. Podré así bendecirte mientras yo viva y levantar en oración mis manos. De lo mejor se saciará mi alma. Te alabaré con jubilosos labios”. Sin orar, sin alabar al señor, no podemos nutrirnos de su fuerza liberadora que vence la radicalidad de la muerte y del mal. Al pie de la cruz de Cristo, se reúnen todos los sacrificios liberadores y hechos solidarios que los creyentes realizan para transformar al mundo y hacer cercano el Reino definitivo de Dios. Mario Andrés Díaz Molina: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule.

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