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viernes, 28 de octubre de 2011

Posibles reformas en el Vaticano. Primera parte.

Posibles reformas en el Vaticano. Primera parte.

Thomas J. Reese, sj. es el autor de esta reflexión sobre la reforma del Vaticano. Thomas J. Reese, SJ, hermano de Eduardo A. Reese, SJ, es un católico americano, sacerdote jesuita, escritor y ex editor en jefe de un semanario católico.

Nos propone pensar a partir de preguntas centrales y desde la historia. Hay sectores de la Iglesia que sienten que esta reforma del Vaticano es urgente. Otros no. Pero, lo que tiene que ser un principio común y esencial, es el diálogo, el respeto, tolerancia y amor profundo a la Verdad y a la Iglesia, como misterio esencial del cristianismo católico. ¿Qué puede aprender la Iglesia de otras instituciones? Cambiar la organización del Vaticano adoptando prácticas del mundo político contemporáneo estaría hoy en armonía con la larga tradición de la Iglesia. ¿Será posible esto?

“Cuando alguien propone la reforma de las estructuras de la Iglesia, con mucha frecuencia se critica al reformador por copiarlas del campo político civil, como si esto fuera algo necesariamente malo. Sin embargo, a través de la historia el Vaticano ha imitado a menudo la organización de instituciones políticas seculares. Hoy el gobierno de la Iglesia está más centralizado que en cualquier otro momento de su historia y, para hacer a la Iglesia más colegiada, el Vaticano debería adoptar de nuevo prácticas propias del mundo político secular. Cuando san Pedro llegó a Roma, no designó de inmediato a los cardenales ni instaló las oficinas que vemos hoy en el Vaticano. Él tenía solamente un secretario para ayudarle con su correspondencia. En los primeros siglos, el obispo de Roma contaba con ayudantes como los de cualquier otro obispo: sacerdotes para las iglesias (que funcionaban en casas), diáconos para la ayuda caritativa y la catequesis, y notarios o secretarios para la correspondencia y el mantenimiento de los archivos. Hacia el siglo IV, los notarios eran un elemento permanente en el papado, como lo eran en la corte imperial. Como parte del personal del Papa, estos hombres escribían cartas y guardaban archivos de la correspondencia y de otros documentos oficiales. Tomaron notas en el Concilio de Letrán del año 649 y prepararon sus actas. Debido a su formación y experiencia, fueron enviados a veces por los papas a misiones diplomáticas o a los Concilios Ecuménicos en Oriente.

Ya durante el siglo XIII la Cancillería Apostólica era una oficina importante y el canciller era el principal consejero y ayudante del Papa, tal como los cancilleres eran los principales consejeros de los monarcas europeos. Antes de convertirse en Papa, Juan XXII (1316-1344) había sido canciller del rey de Francia y luego usó su experiencia en la organización de ese ministerio francés para manejar los asuntos papales. Más adelante, la Cancillería fue eclipsada por la Dataría Apostólica, luego por la Oficina del Sello Privado y finalmente por la Secretaría de Estado. Todas ellas tenían sus paralelos en la sociedad civil. De igual modo, el colegio cardenalicio fue evolucionando. De ser un grupo formado por los principales sacerdotes y diáconos de Roma, pasó a constituirse en una corte papal que aconsejaba y elegía a los papas. Los cardenales se compararon a sí mismos a menudo con el antiguo Senado romano. A medida que el tiempo fue transcurriendo, los asuntos papales fueron creciendo y la práctica de consultar al colegio de cardenales en consistorio llegó a ser común. Al principio, éste se reunía mensualmente, pero ya a comienzos del siglo XIII lo hacía tres veces por semana: lunes, miércoles y viernes. En muchos aspectos, el Papa y los cardenales funcionaron como una corte, de un modo similar a las cortes reales de Europa durante la Edad Media. Sin embargo, el hecho de que los cardenales eligieran al Papa le dio al colegio cardenalicio un tipo de poder del que no gozaba la nobleza en la mayoría de las naciones. Más adelante, el rol de los cardenales fue seriamente reducido por papas cada vez más poderosos, de la misma manera en que el poder de la nobleza se redujo con el ascenso de los monarcas “absolutos”. Es decir, la estructura de la curia romana ha cambiado a lo largo del tiempo y los papas han copiado o adaptado con frecuencia prácticas del gobierno civil. Es, por lo tanto, razonable concluir que modificar la organización del Vaticano adoptando prácticas del mundo político contemporáneo estaría hoy en armonía con la larga tradición de la iglesia”.

El Papa habla de democracia, los obispos hablan de democracia, son palabras, ¿dónde está el testimonio democrático? Necesitamos valores, modelos democráticos, una moral democrática. La Iglesia es una organización mundial que podría aportar al mundo contemporáneo un prototipo de sociedad fraternal, una referencia socio-ética que muestre como se vive el poder-servicio, con disciplina, sentido de autoridad y respeto a la persona como sujeto social autónomo e integrado a la comunidad. Participar en la vida parroquial podría ser una experiencia transformante socio-éticamente. No basta vivir solamente la obediencia al magisterio. Hay que hacer efectiva una educación de los laicos que los forme como fieles activos con derecho a voz y voto, prácticamente en todos los espacios internos de la Iglesia, fomentando el respeto y tolerancia. Actualmente hay demasiado clericalismo y miles de laicos están muy lejos de crecer como creyentes adultos en la fe y compromiso eclesial. Educar para la comunión y participación no es compatible con un paternalismo que hace muchas consultas a los laicos cercanos al clero, pero no representa a otros miles de laicos que no están integrados a la vida eclesial, porque en ellos se manifiesta un espíritu moderno anti-autoritario que acepta la autoridad religiosa, pero dentro de un contexto fraternal real que también los conecta con la fuente bíblica, especialmente del nuevo testamento, que presenta una Iglesia comunitaria muy lejana a una Iglesia monárquica. Lo jerárquico no es incompatible con un laicado con voz y voto que recupere la espiritualidad de la Iglesia primitiva dentro de la actual situación de la Iglesia.

(*) Estudiante de Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule

Colectivo Cultural Jorge Yáñez Olave.

“PASTORES QUE GUIAN CON EL EJEMPLO Y CON LA VERDAD”

“PASTORES QUE GUIAN CON EL EJEMPLO Y CON LA VERDAD”



DOMINGO 31 del Tiempo Ordinario - Ciclo "A" - 30 de Octubre de 2011 - Las Lecturas de hoy se refieren muy especialmente a aquéllos que tienen responsabilidad dentro de la Iglesia, quienes con su ejemplo y su predicación deben guiar al pueblo de Dios.

La Primera Lectura del Profeta Malaquías (Ml. 1, 14; 2, 2,8-10) es una dura advertencia a los Sacerdotes de esa época por su mal comportamiento y por la predicación de falsas doctrinas: “Ustedes se han apartado del camino, han hecho tropezar a muchos en la ley; han anulado la alianza que hice con la tribu sacerdotal de Leví ... no han seguido mi camino y han aplicado la ley con parcialidad”. Luego en el Evangelio (Mt. 23, 1-12), Jesús hace algo parecido, criticando a un grupo religioso de su época, el de los Fariseos, cuyo objetivo era la práctica de la ley de Moisés en la forma más estricta y detallada. La crítica del Señor se basaba sobre todo en que ellos mismos no cumplían lo que exigían cumplir a otros, por lo que el Señor los llamó “hipócritas”. Es por ello que hoy día en el lenguaje coloquial religioso el término “fariseo” ha venido a ser considerado sinónimo de “hipócrita”. El Evangelio de hoy trae una frase que llama la atención, la cual es importante aclarar: “A ningún hombre sobre la tierra lo llamen ‘padre’, porque el Padre de ustedes es sólo el Padre Celestial”.

¿Por qué, entonces, los católicos llamamos “Padre” al Sacerdote? Es una pregunta y un ataque que formulan los enemigos de la Iglesia a nosotros los católicos. Y la respuesta es que llamamos así a los Sacerdotes por lo mismo que llamamos “maestro” al que enseña y por lo mismo que llamamos “guía” al que orienta o dirige. En realidad usamos esos nombres porque no tiene nada de malo hacerlo y porque Jesucristo realmente no prohibió que lo hiciéramos. Lo que sucede es que al aislar la frase y sacarla fuera de contexto parecería que no puede llamarse a nadie ni “padre”, ni “maestro”, ni “guía”. Si eso fuera cierto no pudiéramos llamar a nuestro progenitor “padre”. Ese es el sentido material de la palabra “padre”: progenitor. Cuando llamamos a los Sacerdotes, “Padre” el vocablo tiene un sentido espiritual. Y el mismo Jesús utiliza la palabra “padre” en ese sentido espiritual para referirse a alguien que no es Dios Padre. En la parábola del rico y el pobre Lázaro, Jesús pone en la boca del rico esta exclamación: “Padre Abraham, ten piedad de mí” (Lc. 16, 24). De allí que haya que ver todo el contexto de este trozo del Evangelio, para podernos dar cuenta que lo que quiere prohibir el Señor no es el uso de las palabras “Maestro”, “Padre” y “Guía”, sino la actitud de superioridad con relación al prójimo. Para poder entender lo que quiere decir este pasaje bíblico no hay que quedarse con lo que significan estas palabras, sino con el sentido de todo el pasaje, en el que lo más importante es el llamado a la humildad de parte de los que tienen esas funciones. A esta actitud de humildad que el Señor reclama, hay que añadir el amor y la entrega generosa por los demás de que nos habla San Pablo en la Segunda Lectura (1 Tes. 2, 7-9. 13). Aquí vemos cuál es el trato que el Apóstol ha dado a aquéllos a quienes sirve. Más allá del servicio, les habla de una ternura maternal y hasta de entregar la propia vida por ellos.

Sólo Dios es perfecto; sólo Jesús fue Maestro perfecto, pues era Dios. Todos los seres humanos podemos errar, por lo que los maestros humanos pueden ser imperfectos en sus enseñanzas y mucho más en sus obras. “Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover”. Los Fariseos ponían cargas pesadas e insoportables a los demás, y ellos mismos no las cumplían. No hagamos nosotros igual. Pero también al pensar en las cargas, recordemos lo que nos dice Jesús: “Mi yugo es suave y mi carga es llevadera” (Mt. 11, 30). Y es llevadera y dulce nuestra carga, pues Jesús la comparte con nosotros. Jesús nos ayuda a llevarla. El tuvo al Cireneo que le ayudó a llevar su cruz. Y ¡qué mejor Cireneo que el nuestro! Es Jesús mismo quien viene a ayudarnos, cuando le entregamos a El nuestras cargas. Por otro lado, ¡cuántas veces cargamos a nuestro prójimo con nuestras cargas, a veces reales, a veces inventadas por nosotros mismos! Pero debemos saber que Dios desea que nosotros no carguemos de peso a los demás, sino que más bien les ayudemos a llevar sus cargas.

“Todo lo hacen para que los vea la gente”. Cuando oímos hablar de los fariseos y recordamos cómo el Señor los acusó y los fustigó, nos parece que son personajes lejanos en el tiempo y que nada tienen que ver con nuestra manera de proceder. Hasta podríamos pensar: ¿para qué están en los Evangelios y para qué nos ponen en las Liturgia todos estos regaños que el Señor le da a los fariseos? La crítica del Señor se basaba sobre todo en que ellos mismos no cumplían lo que exigían cumplir a otros, por lo que Jesús los llamó “hipócritas”. Es por ello que hoy día en el lenguaje coloquial religioso el término “fariseo” ha venido a ser considerado sinónimo de “hipócrita”. Pero... ¿nos hemos puesto a pensar que también nosotros a veces somos como los fariseos? La hipocresía es uno de los defectos que nos permitimos a nosotros mismos, casi sin darnos cuenta. La hipocresía, la cual vemos tan repugnante, es doblez y falta de rectitud de intención. El doblez (¿o la doblez?), es decir, el tener dos caras, es más frecuente de lo que creemos o nos damos cuenta. ¿Nos hemos detenido a pensar que hipocresía es también hacer las cosas con intenciones escondidas o distintas a las que mostramos? ¿Nos damos cuenta que a veces somos hipócritas hasta con Dios? ¡Y esa actitud la consideramos como un derecho adquirido! Está tan arraigada a veces en nuestra manera de proceder que ya ni nos damos cuenta de que es un defecto, porque nos sale de manera demasiado espontánea. Pero esa actitud es totalmente contraria a la pureza de corazón, que Jesús nos pide: Bienaventurados los de corazón puro... (Mt. 5, 8) La advertencia de Jesús nuestro Señor es bien clara: “Si vuestra santidad no es mayor que la de los maestros de la Ley y los Fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos” (Mt. 5, 20).





(*) Estudiante de Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule

Colectivo Cultural Jorge Yáñez Olave.

sábado, 22 de octubre de 2011

“DAD AL CÉSAR LO QUE ES DEL CÉSAR Y A DIOS LO QUE ES DE DIOS”

“DAD AL CÉSAR LO QUE ES DEL CÉSAR Y A DIOS LO QUE ES DE DIOS”

DOMINGO 29 del Tiempo Ordinario - Ciclo "A" - 16 de Octubre de 2011 - Las Lecturas de este Domingo tratan un asunto importante para el buen desenvolvimiento de la vida de los pueblos, de los gobiernos y de los gobernados.
El Evangelio de hoy toca un asunto político-religioso: la autoridad civil y la autoridad divina; la función del Estado y la función de la Iglesia. Se trata del episodio en el cual los Fariseos, pretendiendo nuevamente poner a Jesús contra la pared, le preguntaron si era lícito pagarle impuestos a Roma. Si decía que no -pensaron ellos- podría ser interpretado como desobediencia a la autoridad civil, en manos de los Romanos que tenían ocupado el territorio de Israel. Si contestaba que sí, podría interpretarse como una limitación de la autoridad de Dios sobre el pueblo escogido. La respuesta de Jesús fue clara y sin caer en la trampa: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt. 22, 15-21). Así que Jesús no estaba contra la pared. Con esta hábil respuesta -como muchas otras del Señor ante la insidia de los Fariseos- Jesús deja claramente establecido que el respeto y el tributo no sólo se le debe a la autoridad civil, sino que principalmente debemos darle a Dios lo que es de Él y a El corresponde. Como consecuencia de esto, la Iglesia tiene su campo propio de acción independiente y por encima de toda autoridad política. Por otro lado, la autoridad política tiene su campo propio de acción, relacionado con el orden público y el bien de todos los gobernados. Sabemos, además, que el buen gobernante será aquél que cumple con los designios de Dios buscando el bien de todos los gobernados. ¿Qué significa todo esto? Significa varias cosas.
1.) En primer lugar debemos saber que toda autoridad temporal viene de Dios. Recordemos lo que Jesús, más tarde, le dijo a Pilatos, el gobernador romano, en el momento del juicio que éste le hizo: “Tú no tendrías ningún poder sobre mí, si no lo hubieras recibido de lo Alto” (Jn. 18, 11). Si la autoridad civil viene de Dios, también depende de Él. Esto tiene como consecuencia que un gobierno puede llegar a ser injusto si, por ejemplo, se opone al orden divino, a la Ley de Dios; si exige algo que vaya contra la ley natural establecida por Dios, si va en contra de la dignidad humana, contra la libertad religiosa, etc. En casos como éstos se aplica lo que vemos contestar a los Apóstoles cuando la autoridad civil les prohíbe predicar en nombre de Jesús, o sea, cuando les prohíbe realizar la tarea que Dios les había encomendado. Si la autoridad divina está por encima de la autoridad civil, es claro por qué ellos desobedecen y al serle reclamada su desobediencia, ellos responden: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hech. 5, 27-29). Es decir, cuando entra en conflicto la obediencia a Dios con la obediencia al poder civil, hay que tener en cuenta que toda autoridad temporal tiene su origen en Dios y que la autoridad divina está por encima de la autoridad humana.
2.) En segundo lugar, debemos tener claro que Dios es el Señor de la historia y todo lo ordena El para la salvación de la humanidad y de cada ser humano en particular. Hasta las leyes de la Roma pagana y sus gobernantes sirvieron para que se llevaran a cabo los designios de Dios, tanto para el nacimiento como para la pasión y muerte de Jesús, el Salvador del mundo: el edicto de empadronamiento de los judíos, ordenado por el Emperador romano, obligó a San José y la Virgen a ir a Belén, donde nacería el Salvador del mundo (cfr. Lc. 2, 1-5) anunciado desde antes por el Profeta Miqueas (cfr. Mt. 2, 4-5 y Miq 5, 2). Con el juicio de Pilato a Jesús (cfr. Jn. 19, 14-16) se cumplió la redención del género humano. Nada escapa, entonces, a los designios divinos, bien sea porque Dios lo causa o bien porque lo permite. Los mismos gobernantes -sean buenos o malos, sean convenientes o inconvenientes, sean tolerantes o intolerantes, sean lícitos o ilícitos, sean tiranos o magnánimos- aunque no lo sepan o no lo quieran reconocer, aunque no se den cuenta sus gobernados, son instrumentos de Dios para que se realicen los planes que El tiene señalados para trazar la historia de la salvación de la humanidad.
La Primera Lectura (Is. 45, 1.4-6) de hoy nos muestra la escogencia que el mismo Dios hace de un Rey pagano, Ciro, a quien convierte en el liberador del pueblo de Israel. Ciro, Rey del Imperio Persa, al conquistar Babilonia en el año 538 antes de Cristo, da la libertad a los judíos para que regresen a su tierra y autoriza la reconstrucción del Templo de Jerusalén (cfr. Es. 1). Sin saberlo, Ciro colaboró con Dios para que todos vieran su gloria y a Él se le rindiera culto nuevamente en el Templo de Jerusalén. Así nos dice la esta Primera Lectura de hoy sobre la elección de Ciro por parte de Dios para ser su instrumento: “Te llamé por tu nombre y te di un título de honor, aunque tú no me conocieras ... Te hago poderoso, aunque tú no me conoces, para que todos sepan que no hay otro Dios fuera de Mí. Yo soy el Señor y no hay otro” (Is. 45, 1-6). En el comienzo de la historia de la Iglesia vemos cómo las persecuciones a los cristianos por parte de los romanos, sirvieron para la difusión del Evangelio de Jesucristo. Siempre se ha dicho que la sangre de los mártires es multiplicadora de semillas de nuevos cristianos. Y así fue y sigue siendo. Dios, de un aparente mal, como es la muerte de cristianos inocentes, saca un bien. Así sigue Dios escribiendo la historia de la salvación. Más recientemente en nuestro siglo, vemos cómo los regímenes marxistas que habían intentado apagar la fe en Dios, no lo lograron del todo. La fe del pueblo se mantuvo viva y, cuando parecía que estaba apagada, fue como un fuego que vuelve a encenderse a partir de las cenizas.
Todo lo ordena Dios para sus fines. La historia de cada ser humano en particular y de los pueblos está en manos de Dios. Por encima de todo gobierno humano está el gobierno de Dios. Y todo lo ordena Dios, origen de toda autoridad humana y Señor de la historia, para realizar la historia de la salvación de cada ser humano en particular y de toda la humanidad. Volviendo sobre la moneda y la imagen en la moneda: en nuestro Bautismo hemos sido sellados con el sello de Cristo. ¿De quién es, entonces, la imagen que llevamos nosotros? Hemos sido hechos a imagen y semejanza de Dios, y con el Bautismo hemos sido hechos hijos de Dios. Entonces, hay que dar al César lo que es del César, pero más importante aún es dar a Dios lo que es de Dios.

¡LA PLENITUD DE LA VIDA: ES UNA FIESTA CELESTIAL!

¡LA PLENITUD DE LA VIDA: ES UNA FIESTA CELESTIAL!

DOMINGO 28 del Tiempo Ordinario - Ciclo "A" - 9 de Octubre de 2011 - Las Lecturas de hoy se refieren a la Fiesta que tendrá lugar en la eternidad, es decir, al "Banquete de Bodas" preparado por Dios nuestro Señor para todos los seres humanos al final de los tiempos. Se trata de nuestra salvación, de nuestra felicidad eterna con El para siempre en la Jerusalén Celestial, cuando Dios "enjugará toda lágrima y ya no existirá ni muerte, ni duelo, no gemidos, ni penas" (Ap. 21, 4) y viviremos en completa y perfecta felicidad para siempre.
Aquí, durante nuestra vida terrena, podemos “comer bien o pasar hambre, tener abundancia o escasez”, como lo dice San Pablo en la Primera Lectura (Fil. 4, 12-14 y 19-20). Se refiere el Apóstol, en este caso, al hambre y escasez material. Pero también agrega: “Todo lo puedo en Aquél que me da fuerza”. Es decir, que en esta vida tenemos todas las fuerzas necesarias venidas de Dios, para soportar cualquier dificultad, pues “Dios, con su infinita riqueza, remediará con esplendidez todas nuestras necesidades”. El Salmo del Buen Pastor (Sal. 22) nos habla de que el Señor siempre nos acompaña, aunque a veces pasemos por momentos difíciles. Y nos dice también que al final El mismo Señor “preparará la mesa, ungirá nuestra cabeza con perfume y llenará mi copa hasta los bordes”. Se refiere este pasaje del Salmo 22 a esa "Fiesta Escatológica" que la Palabra de Dios nos presenta en varios pasajes. Es el Señor mismo quien prepara la mesa y nos sirve, como lo indica San Lucas: “El mismo se pondrá el delantal, los hará sentarse a su mesa y los servirá uno por uno” (Lc. 12, 37).
La Primera Lectura de hoy también nos describe esta Fiesta por boca del Profeta Isaías: "El Señor del universo preparará sobre este monte un festín con platillos suculentos para todos los pueblos; un banquete con vinos exquisitos y manjares sustanciosos" (Is. 25, 6-10).Y Jesucristo nos presenta esta Fiesta en el Evangelio de hoy por medio de la parábola del "Banquete de Bodas" (Mt. 22, 1-14). Se trata de la celebración de la Boda del Hijo de Dios con la humanidad. Y a esa Fiesta estamos invitados todos. ¿Boda del Hijo del Rey? ¿Bodas del Cordero? ¿Bodas de Jesús, el Cordero? Sí. Será la unión definitiva y para siempre de Cristo con su Iglesia, de Jesús, el Cordero, con cada uno de los salvados. Ese momento es crucial. Es el momento en que pasaremos de aquí a la eternidad. Es el momento más importante de nuestra vida en la tierra, porque en ese instante queda decidido para siempre nuestra situación para la eternidad: salvación (directa o vía purgatorio) o condenación. Quedará decidido si vamos a la Fiesta de Bodas del Cordero o no. Pero lo que se define en ese instante viene preparándose a lo largo de nuestra vida en la tierra. Por eso el Señor no cesa de recordarnos que debemos estar preparados, siempre preparados, cada vez mejor preparados, para que no nos suceda como el que llegó mal vestido a la Fiesta del Cielo y lo echaron fuera. Que tampoco nos suceda como los invitados que despreciaron la invitación.
Pero sucede que no todos respondemos a la invitación que Dios nos hace. En la descripción que hace San Mateo, vemos cómo algunos responden a la invitación del Señor y otros no. Y no respondieron porque tuvieron algo más importante que hacer. Así nos dice el Evangelista: "El Reino de los Cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo. Mandó a sus criados que llamaran a los invitados, pero éstos no quisieron ir ... Uno se fue a su campo, otro a su negocio ..." Y ... ¡cuántas veces no hacemos nosotros lo mismo! Dios nos ofrece la oportunidad de ir a su Fiesta y de tener la felicidad para siempre, y... ¿cómo respondemos? Pueden haber cosas que parecen más importantes que asistir a la Boda del Hijo del Rey, pero nada es más importante que esa Fiesta: la Fiesta Escatológica, que sucederá al final de los tiempos. Y el Rey se disgusta, no sólo por el desprecio de sus invitados, sino porque, además, han matado a los que envió para invitarlos. Los enviados asesinados son los mártires de todos los tiempos: mataron a los Profetas del Antiguo Testamento, a San Juan Bautista, también a Cristo. Le siguieron los mártires del comienzo de la Iglesia. Y aún en nuestra era, no han cesado los martirios: el siglo 20 fue testigo del mayor número de mártires de todos los siglos. Pensemos en las persecuciones del comunismo contra la Iglesia católica. Recordemos las persecuciones en México y en España. ¡Nada más en la Guerra Civil Española hubo unos 10.000 mártires!
¿Qué nos dice el Evangelio sobre los que no acepten la invitación al Banquete Celestial? Es muy claro: otros serán invitados en lugar de los que no asistan. ¿Aceptamos la invitación? ¿La aceptamos ya repitiendo nuestro sí constante y permanente? ¿Diciendo siempre sí...no importa la exigencia, no importa la situación, no importa si pasamos por cañadas oscuras o valles de verdes pastos, como rezamos el Salmo? San Lucas, al relatar esta Fiesta Celestial nos habla de que el anfitrión invitó luego a los pobres, los inválidos, los cojos y los ciegos (Lc. 14, 22) . Y ¿quiénes son esos minusválidos que el Señor invita debido a la ausencia de los invitados iniciales? Son todos aquéllos que el mundo considera insuficientes: los pobres de corazón, que saben que no tienen nada si no tienen a Dios; los inválidos -inválidos espirituales- que saben que no pueden valerse sin la ayuda de Dios; los cojos que saben que necesitan las muletas que sólo Dios puede ofrecerles; los ciegos que saben que necesitan la luz de Dios para poder ver. Los sabios según la sabiduría de este mundo, los orgullosos, los presuntuosos, los apegados a las cosas del mundo y a los bienes materiales corren el riesgo de ser invitados y de no asistir, por no darse cuenta de que la invitación del Señor es infinitamente más importante que cualquier negocio, cualquier preocupación material, cualquier apego terreno.
Y corren el riesgo, también, de no estar vestidos adecuadamente y de ser echados fuera. No estar bien vestido significa no tener la suficiente preparación espiritual para poder ser aceptado en la Fiesta de la Salvación. Significa esta parte de la parábola que no basta ser invitado, tampoco basta haber entrado al banquete (es decir, formar parte de la Iglesia). Se requiere estar debidamente preparado: vivir en estado de gracia, vivir en amistad con Dios. Así podremos formar parte de esa muchedumbre de toda raza, pueblo y nación con vestidura blanca, lavados nuestros trajes en la sangre del Cordero. (Ap. 3, 4)

AMAR A DIOS Y AMAR AL PRÓJIMO: DOS VERTIENTES DE LA VERDAD SOBRE DIOS Y EL HOMBRE.

AMAR A DIOS Y AMAR AL PRÓJIMO: DOS VERTIENTES DE LA VERDAD SOBRE DIOS Y EL HOMBRE.



DOMINGO 30 del Tiempo Ordinario - Ciclo "A" - 23 de Octubre de 2011 - Las lecturas de este domingo nos hablan del amor en sus dos dimensiones: amar a Dios y amar al prójimo. En estos dos mandamientos se encierra la voluntad de Dios revelada en la Sagrada Escritura. Nuestra relación con Dios va en sentido vertical y nuestra relación con el prójimo va en sentido horizontal, como formando una cruz, en la cual uno y otro eje son indispensables. No puede separarse uno del otro.

Veamos el primero de los dos mandamientos: amar a Dios. Nos dice Jesús en el Evangelio que éste es “el más grande y el primero de los mandamientos” (Mt. 22, 34-40).Pero ¿en qué consiste?¿qué significa amar a Dios? El mismo Jesús nos lo dice: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos” (Jn. 14, 15). Amar a Dios, entonces, es complacer a Dios. Quien ama complace al ser amado. Amar a Dios es tratar de agradar a Dios en todo, en hacer su Voluntad, en cumplir sus mandamientos, en guardar su Palabra. Amar a Dios es también, amarlo a El primero que nadie y primero que todo. Y amarlo con todo el corazón y con toda el alma significa estar dispuestos a cumplir sus deseos y a entregarnos a El sin condiciones.

Es decir, amar a Dios es también servir a Dios, idea que nos plantea San Pablo en la Segunda Lectura: “Ustedes han aceptado la Palabra de Dios en tal forma que... se convirtieron al Dios vivo y verdadero para servirlo” (1 Tes. 1, 5-10). Sabemos también que Dios es la fuente de todo amor... y no sólo eso, sino que Dios es el Amor mismo (cfr. 1 Jn. 4, 8). Esto significa que no podemos amar por nosotros mismos, sino que Dios nos ama y con ese Amor con que Dios nos ama, podemos nosotros amar: amarle a El y amar también a los demás. Esto significa también que ambos mandamientos -el amor a Dios y el amor al prójimo- están unidos. Uno es consecuencia del otro. No podemos amar al prójimo sin amar a Dios. Y no podemos decir que amamos a Dios si no amamos al prójimo, pues el amor a Dios necesariamente se traduce en amor al prójimo. “La característica de la civilización cristiana es la Caridad: el Amor de Dios que se traduce en amor al prójimo… el amor a Dios y el amor al prójimo son inseparables” (Benedicto XVI, 19-10-2008).

El Señor nos manda en el Evangelio de hoy a “amar al prójimo como a nosotros mismos”. Y ¿qué es amarse a uno mismo? Vale la pena aquí detenerse un poquito, para revisar lo que se ha dado por llamar “auto-estima”, concepto que ha pretendido basarse en esta frase del Señor, en la que se dice que El nos manda a amarnos a nosotros mismos. Pero, viéndolo bien... ¿qué es amarse a uno mismo? ¿Significa amar a alguien estimar sus cualidades o, más bien, amarlo significa buscar su bien sin tener en cuenta cualidades y defectos? Asimismo, ¿significa amarse a uno mismo estimar las cualidades propias o, en cambio, significa buscar el propio bien y la propia complacencia? Apreciar las propias cualidades y el propio valer es estimarse a uno mismo. No significa esta estima amarse a uno mismo. Amarse a uno mismo es otra cosa: es buscar el propio bien y la propia complacencia. Y ésa fue la medida mínima que Dios nos puso para amar a los demás. ¿Qué nos quiere decir el Señor, entonces, cuando nos pide amar al prójimo como a uno mismo? Nos quiere decir que desea que tratemos a los demás como nos tratamos a nosotros mismos. Si nos fijamos bien, somos muy complacientes con nosotros mismos:¡cómo respetamos nuestra forma de ser y de pensar!¡cómo excusamos nuestros defectos! ¡Cómo defendemos nuestros derechos!¡cómo nos complacemos nosotros mismos, buscando lo que nos agrada y lo que necesitamos o creemos necesitar! El precepto del Señor de amar a los demás tiene esa medida: la medida de cómo nos respetamos y nos complacemos nosotros mismos. Dicho más simplemente: debemos tratar a los demás como nos tratamos a nosotros mismos, complacer a los demás como nos complacemos a nosotros mismos, ayudar a los demás como nos ayudamos a nosotros mismos, respetar a los demás como nos respetamos a nosotros mismos, excusar los defectos de los demás como excusamos los nuestros, etc, Amar al prójimo como a uno mismo no significa, por tanto, auto-estimarse, sino más bien seguir este otro consejo de Jesús: “Traten a los demás como quieren que ellos les traten a ustedes”(Lc. 6, 31. La Primera Lectura nos trae un grupo de leyes referentes a los deberes para con el prójimo necesitado, con el correspondiente castigo para sus transgresores (Ex. 22, 20-26). Pero una lista más completa la tenemos en las Obras de Misericordia, tanto espirituales, como corporales, que nos propone la Iglesia Católica. En esa lista vemos cómo amar al prójimo es estar atento a sus necesidades, que pueden ser espirituales (enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que se equivoca, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos de los demás, rogar a Dios por vivos y difuntos); o materiales (dar de comer al hambriento, dar techo al que no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y presos, enterrar a los muertos, redimir al cautivo, dar limosna a los pobres). Sin embargo, es fácil amar a quienes nos aman y hacer bien a quienes nos hacen bien, pero cosa difícil es amar a quienes no nos tratan bien o a quienes -voluntaria o involuntariamente- nos causan algún desagrado o algún daño. Pero recordemos que Jesús nos ha dicho:"Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores. Así serán hijos de su Padre que está en los cielos. El hace brillar el sol sobre malos y buenos, y caer la lluvia sobre justos y pecadores” (Mt. 5, 43-45).Precepto difícil de cumplir, pero no imposible, pues Dios no puede pedirnos nada imposible. Amar a los enemigos significa perdonarlos, a pesar de lo que nos hagan, no desearles mal ni buscar la venganza y la retaliación, sino en cambio, desearles el bien y procurárselo cuando se presente la oportunidad. Para tomar la medida de nuestro amor al prójimo podemos revisar en San Pablo su descripción del amor fraterno: “El amor es paciente y servicial. No tiene envidia. No actúa con bajeza, ni busca su propio interés. El amor no se deja llevar por la ira, sino que olvida las ofensas y perdona. Nunca se alegra del mal. El amor disculpa todo... todo lo soporta” (1 Cor. 13, 4-7). Decíamos que Jesús nos dio una medida mínima para nuestro amor al prójimo: amarlo como nos amamos a nosotros mismos. Pero también nos dio una medida máxima, que El nos mostró con su ejemplo: “Ámense unos a otros como Yo los he amado” (Jn. 15, 12). Y El nos amó mucho más que a sí mismo, dando su vida por nosotros. Esta es una verdad moral fundamental de la razón de ser de la vida humana en la tierra.

martes, 18 de octubre de 2011

ESTA DECLARACIÓN MANTIENE SU VIGENCIA...

DECLARACIÓN DE PARÍS POR LA FILOSOFÍA. (1995).
Es pertinente plantearse el gran aporte que la Filosofía puede hacer, para el desarrollo de los niños y niñas, jóvenes y adultos en formación; aporte que permita desinstalar la idea de que ninguna transformación es posible, contrarrestar la “quietud” ciudadana y promover acciones tendientes a construir una sociedad donde el encuentro con el otro no sea una dificultad a superar.
“Una actividad filosófica libre debe ser garantizada en todas partes, bajo todas las formas y dentro de todos los lugares donde ella puede ejercerse a todos los individuos;… la enseñanza filosófica debe ser preservada o extendida donde existe, creada donde no existe aún, y nombrada explícitamente “filosofía”.”
Paris 15-16 de febrero 1995, Declaración de Paris por la Filosofía
El actual “estado de cosas”, el hoy del presente, nos muestra una comunidad que acrecienta, día a día, el desprestigio de la política, la falta de cultura democrática (que afecta negativamente el ejercicio de la tolerancia, la participación y la promoción de la diversidad), la dispersión de los principios éticos, sustituidos por una tecnocracia de pretendida “universalidad científica”, cuyo efecto es la ausencia de un compromiso consistente; una economía cuyo trato brutal con aquellos ajenos a sus anillos de poder, sigue basándose en la concentración, ahora global, del capital, dando como resultado mayores niveles de desigualdad y exclusión; la mercantilización de los derechos humanos, como la educación, la extrema fragilidad de la vida en común que promueve el desprecio por lo colectivo y la exacerbación del individualismo. Dadas así las cosas, es pertinente plantearse el gran aporte que la Filosofía puede hacer, para el desarrollo de los niños y niñas, jóvenes y adultos en formación; aporte que permita desinstalar la idea de que ninguna transformación es posible, contrarrestar la “quietud” ciudadana y promover acciones tendientes a construir una sociedad donde el encuentro con el otro no sea una dificultad a superar.
Se ha pretendido, en el diseño curricular de las reformas educacionales, abordar carencias en la formación de la convivencia, por medio de la inclusión de objetivos fundamentales transversales (O.F.T.). Tales objetivos intentan el desarrollo de habilidades cognitivas, afectivas y éticas en los alumnos y alumnas, en cada una de las materias y niveles del currículum. Esta intención se diluye en la indeterminación de la diversidad de contenidos, la falta de pertinencia, las metodologías particulares de cada asignatura y la poca claridad del sentido que cada uno de ellos ocupa en la generalidad del currículum. Es necesario decir, que los O.F.T. no alcanzan a reemplazar la función que la Filosofía cumple en el espacio escolar. Por intermedio de sus contenidos y metodologías propios, ella encarna, sin arrogancia o exclusividad, la intencionalidad que dichos objetivos no desarrollan consistentemente; incluso, podemos afirmar que el espacio que ella genera, permite el tratamiento reflexivo de cuestiones relevantes a la vida, desde sus perspectivas intelectual, afectiva y ética, de una manera conciente y explícita, irradiando mayor claridad en la comprensión humana. Esta posibilidad se ve sustentada en su tradición, su historia, su acerbo y ámbito de influencia en la construcción de la cultura desde su origen; se hace pertinente la propedéutica de la lógica, el debate epistemológico de las ciencias y los alcances éticos que tiene su desarrollo en la sobrevivencia de la humanidad, el intercambio de ideas acerca de los derechos, deberes y fines de la vida en sociedad, el análisis filosófico de las condicionantes comunes que posibilitan o inhiben la convivencia, aspecto relevante de la tolerancia y la diversidad; es del todo imprescindible el ejercicio lúcido de la generalización y la abstracción en sus diversas disciplinas. La Filosofía intenta hacerse cargo de estas cuestiones de una manera privilegiada sin un afán excluyente, ni con pretensiones mesiánicas. Es la Filosofía un aporte al proceso complejo de la educación, no un mecanismo técnico exclusivo de salvataje educativo-social. Es la oportunidad que nuestros alumnos y alumnas necesitan para enfrentar discusiones relativas al sentido de la vida, la comprensión del entorno, las decisiones en el actuar, la conciencia de la voluntad, la influencias que los determinan (sociales, económicas, individuales, políticas, mediáticas, estéticas, etc.)
El Ministerio de Educación quiere hacer aparecer la situación de la Filosofía en Chile, dentro del sistema escolar, como privilegiada en el mundo, aludiendo a que en otros países como el Reino Unido o Canadá la situación de la filosofía es mas precaria que acá, y además intentando convencer a los distintos actores del sistema, que el diseño curricular de la reforma tiene un carácter filosófico. Sin embargo, esto no deja de ser un juego argumentativo o silogístico. la UNESCO dentro de los principios y acciones que desea promover, manifiesta claramente que la Filosofía debe ser definida e instalada con ese nombre, bajo condiciones idóneas en cuanto a quienes la imparten y el diseño curricular en que está inserta.
Un país no puede argumentar la disminución de horas de Filosofía en su sistema escolar, por razones como: durante la dictadura habían menos horas, en otros países casi no existe, o simplemente, hemos diseñado un currículum que distribuye la discusión de valores en las diversas asignaturas. Tampoco es razonable, aplicar criterios de electividad a la Filosofía, en las condiciones en que estas se dan; esto significa, que los colegios, los directivos, profesores y los alumnos se ven determinados, coactados y condicionados por un sistema que pide resultados, el mercantilismo de la educación hace que pocos colegios ofrezcan los programas de Filosofía en todas sus posibilidades, por que existe “social” e institucionalmente, una valoración de otras asignaturas ligadas directamente con los sistemas de calificación para el ingreso a la universidad. En definitiva, instalar a la Filosofía en un sistema de electividad condicionado, hace que finalmente no exista una opción por ella. Un hecho que hace aún más patente y demuestra esta falta de preocupación ministerial por la Filosofía, es que los actuales contenidos de los programas implementados en la educación media (secundaria) tienen un trimestre menos de programación. Han pasado 4 años desde que los profesores de filosofía de Chile negociamos con el Estado más presencia de la Filosofía en el sistema escolar, y aún no se han modificado los programas ni la cantidad de contenidos que ellos tienen. En cuatro años de reforma educacional, las alumnas y alumnos han salido con medio año de formación filosófica menos a nivel oficial. Los profesores no estamos de acuerdo con la afirmación ministerial de que la Filosofía puede ser considerada como un contenido transversal. Además es posible hacer la pregunta: ¿Esta Chile en condiciones de hacer de la formación filosófica una cuestión optativa?, ¿Es Chile un país con una gran masa de ciudadanos comprometidos, concientes, libres, reflexivos, respetuosos de los derechos, tolerantes, promotores de la abolición de la desigualdad económica y gestores de un destino común, como para determinar que no necesitan compartir una formación de las características de la que entrega la Filosofía? No quisiera aparecer como alguno de los candidatos que por estos días intentar “cautivar” el voto de sus “clientes”, me agrada vivir en este país, me gusta su gente, sólo quiero que las condiciones de vida de las personas sean aún mejores; que la convivencia se base en valores importantes para todos y no sólo para algunos, que lo “otro” no sea visto como una amenaza, una sociedad donde no sea legítimo ni relevante pasar por sobre otro para ser feliz, donde se reconozca la legitimidad de la diversidad.
Los profesores de aula han intentado traducir las posibilidades de la Filosofía en experiencias concretas. En diversas regiones del país se organizan encuentros filosóficos de distinta índole, involucrando a docentes y alumnos en un esfuerzo intelectual común. Encuentros de Profesores de Filosofía, Cafés Filosóficos, jornadas de debate estudiantil, desarrollo de la Filosofía con Niños y Niñas, debates abiertos con diversos académicos, experiencias de capacitación autogeneradas, etc. En distintas regiones y localidades del país; San Antonio, Curicó, Santiago, Valparaíso, Antofagasta, etc. Todos estos espacios de discusión e intercambio forman parte las actividades propias de los docentes, es en la cotidianeidad del día a día donde miles de jóvenes conocen y se motivan por la reflexión filosófica; el diario acontecer del aula es el momento y el lugar donde nuestros alumnos y alumnas se contactan por primera vez al quehacer filosófico, su acerbo y su historia. Es ahí donde se instala una curiosidad disciplinada por el mundo y sus “cosas”, el cuestionamiento por el sentido, el análisis de las posibilidades, el acercamiento al otro a través del intercambio de ideas, perspectivas y complejidad de cada ser.
La experiencia de la Filosofía en el aula es la experiencia que permite una comprensión intelectual, reflexiva, afectiva y humana de nuestro entorno inmediato, proyectándolo a hacia un compromiso vital con la historia; es la posibilidad de la constitución de la ciudadanía en su sentido profundo. La aplicación de metodologías activas, de incorporación de contenidos atingentes a los contextos locales, el constante intercambio de experiencias y la construcción de actividades colectivas han sido posible, por que existen en Chile profesores de Filosofía a nivel secundario, que creen en lo que hacen, se comprometen con la formación de sus alumnos y alumnas, intentan acercarse a una mayor comprensión de su entorno, posibilitan el desarrollo de hombres y mujeres insertos en un mundo global, informático, instantáneo, devastado a nivel ecológico, transido por el poder y el deseo infinito del capital, día a día conviven con los elementos más fundamentales de la condición humana. Son ellos quienes han hecho posible que hoy yo esté aquí, son ellos quienes hablan e inquieren de todos nosotros una voluntad fuerte para defender lo que nos gusta hacer, lo que pensamos está mejor. Está aún vigente la necesidad de discutir la pertinencia de los planes y programas diseñados por la reforma, nos oponemos a su carácter utilitarista y terapéutico, insistimos en que la Filosofía no podemos reducirla a requerimientos sociales como la prevención del embarazo adolescente o el consumo de drogas, ni mucho menos al diseño de un ciudadano con meras capacidades adaptativas al sistema, poco crítico, sin conciencia social ni cultura democrática.
Por eso estamos ampliando el acceso a la Filosofía, incentivamos la apertura como antídoto al encapsulamiento academicista que nos aleja de la comunidad, nos integramos progresivamente a un espacio común, vivo y cultural, basado en un ser social activo. El aprendizaje filosófico, sus contenidos y metodologías, colaboran de una manera fundamental en la autoconstitución de una subjetividad a nivel político, psicológico, social, ecológico, trascendente, etc.
Frente al actual panorama es que pretendemos profundizar el vínculo entre el mundo académico universitario y los profesores de aula. Implementando proyectos de capacitación, trabajando en conjunto la construcción de un currículo universitario que recoja y albergue la experiencia concreta del ejercicio de la enseñanza de la Filosofía, desarrollando un a didáctica propia de la disciplina que incentive en los alumnos una comprensión mayor del fenómeno educativo, queremos crear instancias permanente de diálogo respecto a los planes y programas en vigencia, la implementación de programas de capacitación y actualización.
La consolidación y expansión de la red de profesores de filosofía de Chile como plataforma del conocimiento mutuo, fortalecimiento profesional, organización de actividades comunes, como referente autónomo y horizontal, de construcción democrática permanente, ha permitido promover nuestra disciplina en las aulas chilenas, de una manera consistente, compartiendo el mismo afán, resistiendo los embates institucionales de los últimos años, a veces desde el silencio a veces desde alguna tribuna. Hoy un saludo para las profesoras y profesores que hacen de la Filosofía algo propio.
Muchas gracias. En especial a Alejandra Pinto quien colaboró en la construcción de este texto.
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Eric Carafi Avalos
Prof. de Filosofía
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