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viernes, 23 de enero de 2015

LIBERTAD Y DISCERNIMIENTO DE LOS HIJOS DE DIOS. Reflexiones Teológicas Dominicales. 25-enero-2015.

LIBERTAD Y DISCERNIMIENTO DE LOS HIJOS DE DIOS. Reflexiones Teológicas Dominicales. 25-enero-2015. La psicología moderna insiste en que desde el comienzo de la vida, el hombre necesita de una ley. No se madura ni se crece humanamente sin poner límites a los propios gustos e instintos. Esta misma ley brota de la dimensión comunitaria del hombre por lo mismo las instituciones reglamentan esta necesidad de poner límites a las pulsiones y deseos humanos. De lo contrario no sería posible la vida social. Sin embargo, la misma vida humana tiene una cierta evolución y dinamismo que hace necesario ir adecuando en el tiempo las leyes que regulan el equilibrio que se hace necesario mantener para ser posible la convivencia. En esto las leyes pueden fallar cuando se quedan muy atrasadas en el tiempo, bloqueando y obstaculizando en vez de favorecer un desarrollo normal de esta relación entre seres humanos. Esta situación anterior se proyecta en la dimensión religiosa. Aquí la ley adquiere un carácter sagrado. Pero también se corre el riesgo de caer en un legalismo y en una desviación narcisista que quita a Dios del centro de la vida, reemplazándolo por una auto-complacencia y auto-búsqueda egoístas. La ley en estos casos se confunde con la opresión y esclavitud interior. Ambas situaciones son incompatibles con la vocación cristiana a la libertad. 1.- El cristiano tiene una relación familiar con Dios. Es una relación de amor, de confianza, incluso ternura que hace de Dios a un padre amoroso con el cual se puede hablar de un tu a tu. Lo anterior fue anunciado por Jesucristo como un mensaje de salvación. Esto escandalizó al mundo judío. Pues los pecadores eran recibidos por Jesús como los predilectos del Padre. Él les pedía un cambio de actitud más bien que un cumplimiento de la ley mosaica. Sin embargo, esto no significa desvalorar la función de la ley sino ubicar sobre ella el valor central del amor transformante de Dios que la ilumina y le da su sentido. Tampoco la libertad se puede entender en un sentido meramente sociológico lo cual nos haría caer en otra forma de alienación que hace perder el sentido salvífico que tiene que tener el librarse de la ley como lo entiende San Pablo. Lo esencial en la enseñanza paulina es que Dios gratuitamente nos salva, nos redime y nos libera de la esclavitud del pecado y de la ley. Por nosotros mismos no podemos salvarnos. Necesitamos de una regeneración que viene de Cristo como fuente de purificación de nuestras raíces más profundas. Hay una fuerza interior que produce una nueva dinámica en la espiritualidad o moralidad humanas: El Espíritu Santo. Esta realidad trascendente hace posible ir más allá de las obligaciones generales, llega al fondo del hombre, donde ninguna ley puede orientar ni iluminar. Por eso, lo primero es tener una experiencia de Dios y no partir del cumplimiento de normas u obligaciones. 2.- Primero está Dios, nuestra libertad y después nuestra moralidad. Es importante el discernimiento y buscar siempre lo que agrada a Dios. Esto último se comprende por nuestra relación familiar con el creador. Es un dialogo que busca saber qué es lo que le agrada a nuestro Padre Dios a quien amamos y a la vez se hace presente en nuestras vidas por medio del amor. Esto supone siempre superar los esquemas humanos que están acomodados a los anti-valores de un espíritu contrario a Dios y que están alejados de su influjo transformador. El cristiano tiene una nueva forma de conocer y experimentar la vida moral. Se identifica con Dios y deja que este actué en su ser. Para hacer un discernimiento de la autenticidad de esta vida espiritual es necesario saber distinguir los signos de una elección acertada es la ortopraxis. En este proceso de discernimiento es posible detectar desviaciones, producidas más bien por debilidad que por malicia. Sin negar tampoco la posibilidad de una real transgresión. Esto justifica mantener una normativa moral, que sirva como guía o recordatorio permanente. Somos débiles y con demasiada facilidad cometemos errores morales. Las normas morales nos ayudan a reconocer esto. Nuestro estado actual es imperfecto. Existirá siempre el peligro de caer en dos extremos negativos: La esclavitud de la ley y el libertinaje. 3.- Toda moral supone optar por ciertos criterios de valoración y, para vivir los valores siempre se tendrá que asumir el límite de lo negativo-positivo que esta opción establece para hacer posible la realización de una vivencia moral. En el cristianismo, moral y religación están esencialmente unidas. El bien es un fruto de la relación del hombre o mujer con Dios. Todo bien verdadero que podamos encontrar en cualquier persona creyente o no-creyente o en cualquier cultura o religión, tiene su origen en Dios. Este bien deseado o realizado libremente, que se puede justificar por creencias o doctrinas diversas, para los cristianos será siempre un fruto de la redención de Jesucristo. En todas las culturas y religiones han existido hombre y mujeres que asumiendo la libertad personal y discerniendo para hacer el bien y evitar el mal, han crecido en espiritualidad y humanidad. Esto es posible porque el anhelo de verdad, bondad y belleza que hay en el espíritu humano es un impulso que viene de Dios, que por la acción redentora de Cristo, por quien fueron creadas todas las cosas, se manifiesta como hecho cultural moral y religioso. La pedagogía divina rescata a los seres humanos a través de sus errores y equivocaciones. Esto se desarrolla en la historia. La Iglesia es un sacramento universal de esta presencia de Dios en el mundo. Por esta razón se puede decir que el Evangelio, es una Buena Noticia de salvación y purificación que toda cultura y religión necesitan recibir como don divino para conocer el rostro verdadero de Dios. Conclusión: A pesar de nuestra fragilidad, por la acción redentora de Jesucristo podemos caminar hacia la libertad y el discernimiento y vivir el ideal evangélico en camino a la plenitud del Reino definitivo de Dios. La presencia salvífica de Dios es universal, todo hombre y mujer de buena voluntad, es tocado/a por el amor redentor de Jesucristo. En el cristiano esto es consciente como fe confesada y vivida, suponiendo la sinceridad y acción de la gracia de Dios. Libremente crecemos en la verdad espiritual y bien moral, Dios respeta nuestro ritmo y desarrollo personal y situacional. Necesitamos orar siempre y en todo momento, para discernir lo bueno y lo malo, en comunión con nuestro Dios-trino, creador y salvador. Sin la gracia de Dios no hay moral cristiana y nuestra libertad personal no logra su plenitud. Mario Andrés Díaz Molina: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule. Estudiante de Magister en Ciencias Religiosas y Filosóficas. Mención Filosofía. UCM.

domingo, 11 de enero de 2015

El Bautismo del Señor y la Santísima Trinidad. Reflexiones Teológicas Dominicales. 11-enero-2015.

El Bautismo del Señor y la Santísima Trinidad. Reflexiones Teológicas Dominicales. 11-enero-2015. San Juan Bautista predicada e impartía un Bautismo de conversión: ese Bautismo era como la aceptación de la conversión que se realizaba en aquéllos que, motivados por su predicación, deseaban cambiar de vida. Era un testimonio público de una vivencia interior que es fuente de una nueva forma de ser. De allí que llama la atención el que Jesús, el Hijo de Dios, que se hizo semejante a nosotros en todo, menos en el pecado, se acercara a la ribera del Jordán, como cualquier otro de los que se estaban convirtiendo, a pedirle a Juan, su primo y su precursor, que le bautizara. Tanto es así, que el mismo Bautista, que venía predicando insistentemente que detrás de él vendría “uno que es más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias” (Mc. 1, 7-11), se queda impresionado de la petición del Señor. 1.- ¡Jesucristo se humilla hasta pasar por pecador, hasta parecer culpable, pidiendo a San Juan el Bautismo de conversión! Pero esta humillación no pretende ser una negación de su naturaleza divina-humana. Nos cuenta el Evangelio que “al salir Jesús del agua, una vez bautizado, se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que descendía sobre El en forma de paloma y se oyó una voz desde el cielo”, la voz del Padre que lo identificaba como su Hijo, el Dios-Hombre. Es así como en este bellísimo pasaje de la vida del Señor y de su Precursor, no sólo vemos la revelación de Jesucristo, como Hijo de Dios, sino también la revelación de las Tres Divinas Personas de la Santísima Trinidad. San Juan Bautista nos da el testimonio de lo que ve y escucha: por una parte, puede ver el Espíritu de Dios descender sobre Jesús en forma como de paloma. Las palabras del Bautista describiendo el Espíritu Santo hacen recordar la mención del Espíritu de Dios en el Génesis, antes de la creación del mundo, cuando “el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas” (Gen. 1, 2). Tal vez ese “aletear” del Espíritu Santo hace que San Juan compare ese “aletear” con el aletear de la paloma. Además, San Juan Bautista escuchó la voz de Dios Padre que revelaba quién era Jesucristo: “Este es mi Hijo amado” (Mt. 3, 17). Es decir, en este pasaje del Evangelio vemos a la Santísima Trinidad en pleno: el Padre que habla, el Hijo hecho Hombre que sale del agua bautizado y el Espíritu Santo que aleteando cual paloma se posa sobre Jesús. 2.- El Bautismo de San Juan Bautista no es igual al Bautismo Sacramento. El Sacramento del Bautismo vino después, a partir del momento que Jesús ordenó a los Apóstoles a bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El Bautismo que nosotros hemos recibido es mucho más que el bautismo de San Juan Bautista en el Jordán. Sin embargo, el Bautismo de Jesús nos recuerda nuestro Bautismo. Jesús es Dios. Jesús no necesitaba ser bautizado. Pero la revelación del misterio más íntimo de Dios: la trinidad de personas divinas, era un progreso de la revelación que debía ser revelado para bien de toda la humanidad. Dios se revela en Jesús como un ser vivo que no se reduce a una idea de lo perfecto. Tampoco Dios es un eterno solitario. Es en sí mismo un “amor amado que ama desde siempre” y por amor crea, salva, perdona, tolera o es misericordioso con los hombres y mujeres que cometen errores y se alejan de su verdadero destino que es encontrar en Dios la plenitud de vida y felicidad. El misterio de la Santísima Trinidad supera toda idea de Dios que se queda en un mero monoteísmo teórico. 3.- Recordar el Bautismo del Dios-Hombre es recordar nuestro bautismo. Pero también recordar la necesidad que tenemos de conversión, de cambiar de vida, para asemejarnos cada vez más a Jesucristo. Es recordar la necesidad que tenemos de purificar nuestras vidas concretas y no etéreas, en las “aguas del arrepentimiento y de la confesión de nuestros pecados”. Así podemos mantener “limpia la vestidura blanca de nuestro bautismo y mantener encendida la luz que recibimos ese día”. Esta simbólica es muy concreta y cotidiana, porque el bautismo no se reduce a un rito sin relación con la vida. Por el bautismo los cristianos son los ungidos de Cristo que viven congregados como una “comunidad trinitaria” que hace la voluntad del Padre. Recordar el Bautismo del Señor es también recordar nuestro futuro eterno, para que cuando nos llegue el momento de pasar a la otra vida, se “abran los Cielos” para nosotros como se abrieron en el Bautismo de Jesús y podamos escuchar la voz del Padre que, complacido, nos reconoce también como hijos suyos. Ser “hijos de Dios” no es un privilegio de un grupo cerrado que se diferencia de otra categoría inferior de creyentes. El bautismo cristiano es una “gracia” o un signo de salvación que Cristo instituyó para ser propuesto a todo ser humano. Su gracia se desarrolla libremente a lo largo de la vida. Conclusión: Lo divino es inefable, pero Dios no se queda en un misterio que opaca al ser humano. Dios no necesita vanagloriarse ante la humanidad, al contrario, se comunica con la creación, en especial con los hombres y mujeres, por amor a sus creaturas. La mente humana conoce a través de su sensibilidad. Lo espiritual humano emerge condicionado por la materia, incluso por lo orgánico. En otras palabras, lo invisible se hace presente a través de lo visible o palpable. El lenguaje humano reúne en su estructura fundamental esta doble característica: espiritual-material. Lo más trascendental se expresa en los límites de la neuro-biología humana. La Biblia está configurada dentro de esta realidad cultural-histórica y Dios asume esta situación y se revela asumiéndola. Dios nos habla con los símbolos creados y propagados por la cultura creyente. Ilumina nuestra sensibilidad y hace palpable para nosotros su presencia y acción salvadora. Así se manifiesta en el bautismo de Jesucristo. El Espíritu “aletea”, “se abren los cielos”, la luz resplandece, desciende el “Espíritu Santo en forma de paloma”, el amor de Dios se manifiesta, etc. Lo más espiritual no se manifiesta en forma etérea. El bautismo sacramental se hace posible en medio de nuestra naturaleza humana en todo sentido. Lo más “sobre-natural” lo vivimos en medio de la naturaleza creada por Dios. El mal afecta esta naturaleza, por lo mismo la redención, es una restauración y sanación de nuestras vidas y entorno. El bautismo cristiano nos vivifica para la vida eterna desde nuestra vida concreta y terrenal. Mario Andrés Díaz Molina: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule. Estudiante de Magister en Ciencias Religiosas y Filosóficas. Mención Filosofía. UCM.

lunes, 5 de enero de 2015

Un santo con americana y corbata

Un empresario con 3.000 trabajadores, padre de nueve hijos y encarcelado por Perón, futuro santo Además fundó una organización empresarial, estaba comprometido en Acción Católica y era miembro de un partido político. Actualizado 30 agosto 2012 Álex Rosal/ReL Podría ser el primer empresario contemporáneo en subir a los altares. Se llamaba Enrique Shaw, era argentino y murió con 41 años en 1962. Aquejado de un severo cáncer, en los últimos meses de su vida eran los propios trabajadores de su empresa, la famosa Cristalerías Rigolleau, los que acudían voluntariamente al hospital para donar su sangre, y contribuir así con sus transfusiones a alargar la vida de su jefe. Un santo con americana y corbata "Enrique era un santo", decían muchos de él cuando murió en 1962, y esa llama de santidad no se apagó con los años. En 1997, el cardenal argentino Jorge Mejía soltó ante un grupo de empresarios la espoleta necesaria para emprender la causa de beatificación. "Creo que la vida de Enrique merece la apertura de una causa". Y con la aprobación del arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Bergoglio, se inició la causa diocesana de beatificación con la recogida de testimonios, que acaba de concluir estos días. A partir de ahora será la Santa Sede la que dictamine la santidad del empresario Shaw. ¿Un empresario santo? Enrique Shaw era un místico enfangado en los quehaceres de la vida diaria. Tenía que cuidar de su mujer y sus nueve hijos, dirigir una empresa de 3.000 empleados, atender la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE) por él fundada, sacar tiempo para la Acción Católica y el Movimiento Familiar Cristiano de Buenos Aires, dar conferencias y seminarios de formación por todo el país, así como participar en política a través del Partido Demócrata Cristiano. Su frenética actividad estaba impregnada por una honda espiritualidad que la expresaba de forma natural: “La gracia divina no me quita libertad; al contrario, la perfecciona y nunca me siento más libre que cuando estoy bajo el influjo de la suave energía que nace de la luz proporcionada por Dios”. “Cuanto más me creo amado por Dios -escribirá Shaw-, más me siento capaz de amar al prójimo, y de devolver a Dios amor por amor, dándole la única correspondencia que Él me pide: amor a nuestros hermanos”. ¿Un místico al frente de una empresa? Su modo de dirigir a los 3.000 trabajadores que tenía en Cristalerías Rigolleau estaba basada en su experiencia del Evangelio. Su manual de empresa era el propio Evangelio. A Shaw le gustaba repetir que “debemos aplicar la doctrina y el mensaje de Cristo a los problemas concretos de la función empresarial. El empresario ha de encarnar a Cristo en la empresa y la forma de hacerlo es aplicar sus enseñanzas. El problema más agudo es la carencia de gente cristiana capaz de actuar en los niveles más altos de las empresas”. Por eso, ante colegas empresarios que sólo se preocupaban por la rentabilidad económica de su negocio, sin atender a las condiciones de vida de sus empleados, les recordaba que “un empresario con sentido social moderará su espíritu de lucro, reconocerá el valor y la dignidad del trabajo ajeno, tratará al obrero con consideración, y se esforzará para que lleve su trabajo a la elevación económica y moral correspondiente a su dignidad”. Sin duda, toda una revolución para la Argentina de los años cincuenta. La empresa, una comunidad Para Shaw la función de director en la empresa no era ningún privilegio sino un don con el que posibilitar la creación de una comunidad que hiciera elevar la humanidad del trabajador: “Que en la empresa haya una comunidad humana; que los trabajadores participen en la producción y, por lo tanto, den al obrero el sentido de pertenencia a una empresa; que le ayude a adquirir el sentido de sus deberes hacia la colectividad, el gusto por su trabajo y de la vida, porque ser patrón no es un privilegio, sino una función”. O en otra ocasión recordaba a algún amigo empresario que se quejaba de los abusos que cometían algunos trabajadores: “Es indispensable mejorar la convivencia social dentro de la empresa. Hay que humanizar la fábrica. Para juzgar a un obrero hay que amarlo”. Y añadía: "Como empresario, hay que sembrar esperanza, ver la realidad, renunciar al beneficio del momento, ser un puente entre quienes conocen el problema y los sumergidos que piensan en su situación inmediata". Cristianizar a los empresarios Shaw quería implantar un nuevo modelo empresarial, basado en la Doctrina Social de la Iglesia, pero para eso debía "cristianizar la clase patronal argentina". Interpelado por unas palabras del Papa Pío XII, en las que reclamaba un tipo de empresario que mirara más allá de la cuenta de resultado, decide fundar la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE). El general Perón lo encarcela Todo hombre respetado por sus conciudadanos es un peligro para el poder, por eso no es de extrañar que el general Juan Domingo Perón, presidente de Argentina, acabará encarcelando a un personaje como Enrique Shaw en mayo de 1955. ¿La acusación? Conspirar para derrocar al Presidente de la República. Él y otros 18 dirigentes laicos de la Acción Católica son detenidos y encarcelados durante diez días tras ser señalados como responsables de un "complot político". Son obligados a dormir en el suelo, soportar interrogatorios de hasta 10 horas, sufrir presiones psicológicas para "reconocer" un "falso complot" y, con todo ello, la amenaza de la tortura sobrevuela por sus mentes por la insistencia de su carceleros en obtener una declaración jurada de su "delito"... además son incomunicados de sus mujeres y sus abogados. Al final, la presión internacional puso cordura en el Gobierno de la nación, y Shaw y sus compañeros de la Acción Católica fueron liberados sin mediar disculpa alguna. Participación política Pero este atropello de su libertad individual empuja a Shaw a comprometerse en la vida pública de su país colaborando con el Partido Demócrata Cristiano, de reciente creación. Su colaboración política no fue muy intensa. Sus escritos dejan claro lo que esperaba de la acción política: "El remedio a los problemas sociales en el orden espiritual es una vuelta sincera a las enseñanzas del Evangelio (...) En el reconocimiento de las prerrogativas reales de Cristo y la vuelta de los individuos y de la sociedad a la ley de su verdad y de su amor está el único camino de salvación". Agradecimiento a sus trabajadores La enfermedad se agrava y los médicos no se atreven a operar... sólo le mantiene vivo las continuas transfusiones de sangre que le donan sus trabajadores. Shaw, en una emotiva despedida con los empleados de Cristalerías Rigolleau, les agradece en público "la vida" que le están regalando entre todos. "Cuando alguien me hace un regalo- por ejemplo, una lapicera- yo le escribo en seguida para agradecer el obsequio. Pero en este caso he tardado en agradecer el regalo que me han hecho, porque no se trata de expresar mi agradecimiento por el obsequio de un objeto, sino de algo tan vital, tan lleno de sentido como símbolo de la propia vida como es su propia sangre para ser transferida a mis venas. Sólo ahora que estoy reunido con todos ustedes les puede decir con emoción: Gracias, mis queridos compañeros". Es posible que algún día podamos decir de este Siervo de Dios: san Enrique Shaw, intercede por nosotros... Más información: www.enriqueshaw.com.ar