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lunes, 6 de abril de 2009

Desafíos de una Educación Democrática para la Sociedad del Conocimiento.

La reflexión fundamental que surja de una renovación y adecuación de la Democracia Chilena (leyes, control social, etc.) a los desafíos inmediatos y futuros de la informática globalizada, deberá elaborar una educación formal e informal, que busque generar una capacidad para regular y controlar dentro de lo posible, el desarrollo hasta el momento incontrolable de la ciencia, la tecnología y los procesos económicos. Esto es muy necesario para concretizar nuevas formas de organizar la sociedad en concordancia con las transformaciones que incorporan en el entorno colectivo las TIC. Todo este proceso, como es lógico suponer, debe pasar por una educación popular y una aplicación de una legislación efectiva; lo cual es otro desafío que impone esta “aldea global” anuladora de las identidades locale

Esta búsqueda no debe ver en la tecnología moderna de la informática a un “genio maligno” a quien responsabilizar de una desviación constante que pierde el objetivo central de la cultura humana; que es responder a los desafíos que la naturaleza “demasiadas veces hostil al hombre” le impone a éste. El desborde del desarrollo científico tecnológico, hace perder el sentido humano de un proyecto colectivo, en la medida que no se tiene un sistema socio-cultural centrado en la persona humana, e impera una ideología que pretende ocultar los intereses de una clase dominante y, por lo mismo, el rostro humano no se refleja en todos los ámbitos interpersonales. Éste es un aspecto muy esencial del drama de nuestro tiempo que consiste en que lo creado por el hombre se sale de su dominio racional y consciente y, hay entes interesados en mantener esta situación.

Uno de los objetivos de este tipo de educación democrática, es hacer del pueblo un agente múltiple que a través de un sistema de redes participativas, promueva y fomente entes de control popular que, inspirados en una prudente confianza en el progreso, incorporen las utilidades obtenidas por la aplicación de la ciencia y tecnología al bienestar y vida cotidiana de la población. Esto en principio es una utopía. La actual distribución de los bienes y del control de la tecnología y de los progresos científicos está en manos de unos pocos. No se ve en el horizonte de este modelo neocapitalista el advenimiento de un sistema comunitario de convivencia ciudadana. La alternativa hay que generarla. Aquí se hace evidente la necesidad de una formación sistemática para un cambio de mentalidad en los estamentos más sensibles de nuestra sociedad que son los más perjudicados por las injusticias que impone “el mercado insensible,” que es un distribuidor clasista o economicista del progreso conseguido por la ciencia moderna. Este proceso tiene que abarcar la educación formal, informal y no-formal. Pero, sin un poder político cercano a las mayorías esto es solo teoría.

Lo anterior nos lleva a pensar una nueva pedagogía para hacer política, que tal vez, ya está planteada en el fondo de algún pensamiento clásico. Hay que rescatar la sabiduría de la historia y renovar lo que es necesario.

La política es un fenómeno socio-cultural que entra en el campo de la educación. Un político debe ser un buen educador en este nuevo escenario que abren las TIC.

Como católico me interesa promover la tolerancia y el respeto a la diversidad y, no intentar establecer una sociedad que hace de la “muerte civil” de los “extraños” un límite fatal. Para esto es necesaria una regulación legal que haga posible un pluralismo que aporte valores humanos a este nuevo entorno planetario que siempre debiera tener como centro al ciudadano común.

Necesitamos una autoridad integrada a una red de comunidades auto-reguladas que ejerzan la libertad para desarrollar las potencialidades de las personas y sobre estas libertades concretas, ellas, puedan aplicar las nuevas herramientas tecnológicas. La autogestión, la autonomía personal, la libertad de conciencia y el sentido comunitario deben concretizarse en una creación socio-cultural que tenga como, alma de las TIC., al ser humano.

Frente al “mercado informático” hay que autogestionar estrategias comunitarias para cuestionar, sancionar, usar lo legal y lo éticamente posible para crear una conciencia crítica- democrática sobre el lucro abusivo, que actualmente tiene como respuesta masiva el robo reiterado de información. Estamos en la era de Internet. Es posible construir “estrategias digitales” para educar por sobre las fronteras convencionales; una ideología humanista cristiana renovada se puede gestar en el ciber-espacio para incorporar los valores cristianos a la naciente Sociedad del Conocimiento que nos muestra un nuevo entorno mundial; los primeros fundamentos de una nueva sociedad hay que incorporarlos al “territorio virtual del sexto continente (Internet)”; ya es posible constituir una “nueva internacional digital” que unifique voluntades, ideas, emociones, y proyectos colectivos que pueden potenciar movimientos sociales y educativos que en definitiva cambien el transcurso de la historia de los pueblos en este siglo XXI.