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viernes, 10 de mayo de 2013

LA ASCENSIÓN DE JESUCRISTO.

1.- La ascensión de Jesucristo, fue un hecho real y necesario para nuestra salvación. Hay una unidad Pasión-Muerte-Resurrección-Ascensión-Pentecostés, que tiene una consistencia salvífica. Los apóstoles vivieron este proceso ente luces y sombras, pero el misterio terminó por ser asimilado por ellos. Jesús acompañó este proceso desde el comienzo. Con su palabra directa los fue preparando. Les dice: “He deseado muchísimo celebrar esta Pascua con ustedes... porque ya no la volveré a celebrar hasta...” (Lc. 22, 15-16). “Me voy y esta palabra los llena de tristeza”. (Jn. 16, 6) “Ahora me toca irme al Padre... pero si me piden algo en mi nombre, yo lo haré”. (Jn. 14, 12-13) “En verdad, les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, no podrá venir a ustedes el Consolador. Pero si me voy, se los enviaré... les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho” (Jn. 16, 7 y14, 26) En el Libro de los Hechos de los Apóstoles está registrado: “Se les apareció después de la pasión, les dio numerosas pruebas de que estaba vivo y durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino de Dios. Un día, les mandó: ‘No se alejen de Jerusalén. Aguarden aquí a que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que ya les he hablado... Dentro de pocos días serán bautizados con el Espíritu Santo’” (Hch. 1, 3-5). Era la promesa de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. 3.- La ascensión no es un alejamiento de Jesucristo del mundo. El Espíritu Santo podrá “venir”, como consecuencia de esta acción salvífica del Hijo de Dios, a recrear el “proyecto original de Dios Padre”. La ascensión del Señor, hace posible su propia presencia misteriosa y real en nuestras vidas. Cristo ascendió para superar el tiempo y el espacio. Por la ascensión, el cielo está aquí en medio de la vida cotidiana. Lo celestial no se reduce a lo que está arriba o en un lugar lejano. El cielo, como don de Cristo, lo encontramos en la realidad de este mundo; es una experiencia de vida unida a Dios, no una ilusión alienante. 4.- El mundo con sus valores y anti-valores, está bajo el poder de Cristo resucitado y glorificado. Al final de la historia se terminará de vencer el mal para siempre. La cruz asumida y bendecida por Dios, podrá ser pesada y dura, incluso se podrá morir sobre ella, pero, nunca matará la esperanza, fe y amor. Los cristianos auténticos sufren y mueren, pero con Cristo resucitado. El Espíritu Consolador habita en ellos. Lo celestial, como don divino, es asumido desde la realidad temporal. La ascensión es una alegría que fortalece la esperanza de los fieles, es una fiesta de consolación y sanación profundas. El realismo cristiano del dolor y mal presente en el mundo, es también realismo del “bien divino” que transforma, cura, santifica, libera y consuela eficazmente a los que aceptan libremente creer, esperar y amar. “Hay que transformar la tierra en cielo, nuestra realidad cotidiana en una vida plena y alegre. La esperanza cristiana nos hace mirar la tierra para trabajar por su transformación y hacer de la tierra el cielo. Nuestra resurrección ya ha comenzado y también nuestra ascensión. Nos dejamos atraer por el mismo Jesús hacia Él y hacia el Padre, por la misma fuerza que tiene como Resucitado y glorificado”. Licdo Orlando Carmona. “La valoración de las diversas perspectivas resaltadas por la tradición cristiana, especialmente por los padres, ha estimulado a la teología actual a ilustrar el contenido doctrinal de la ascensión en la óptica eclesiológica, antropológica y cósmica. Por lo que se refiere a la perspectiva antropológica, la reflexión teológica actual muestra que la corporeidad del hombre, que tanto se exalta y hasta se idolatra hoy bajo algunos aspectos, mientras que en otros aspectos se la profana y se la vive con tanta superficialidad, recibe de la verdad de fe de la ascensión una poderosa inyección de sentido y de esperanza. y por lo que se refiere a la perspectiva cósmica, indica que la inserción del hombre en el cosmos, que hoy tanto se siente, incluso a nivel de conciencia ecológica, encuentra una motivación profunda en la perspectiva de salvación garantizada y prometida por Dios en la corporeidad humana de Jesús, límite de este mundo”. G.Lammarrone. 5.- La humanidad de Cristo tenía que ser glorificada y su divinidad, hacerse visible a través de su Iglesia-cuerpo místico. Lo santo, como experiencia teofánica, es fascinante, pero no nos saca de la realidad. Siempre el creyente es llamado por Dios a vivir una verdad que transforma la realidad de este mundo. “Y mientras los bendecía, se fue apartando de ellos y elevándose al cielo”. (Lc. 22,51). Los apóstoles quedaron impactados mirando al cielo. Los dos Ángeles que menciona el texto les dijeron: “¿Qué hacen ahí mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al Cielo, volverá como lo han visto alejarse” (Hech. 1,11). La vida de fe se nutre de vivencias abiertas a la trascendencia y no de ideologías sin frutos espirituales. La palabra del Señor escuchada y vivida sacramentalmente: Eucaristía, Reconciliación, etc. fortalece nuestra esperanza y nos hace crecer interiormente. La ascensión de Jesucristo nos permite superar un dualismo cielo-mundo. Un arriba y un abajo míticos. Dios, está en medio de la historia. Podemos ir cambiando el mundo ahora y acercar la escatología. “En la Casa de mi Padre hay muchas mansiones, y voy allá a prepararles un lugar... Volveré y los llevaré junto a mí, para que donde yo estoy, estén también ustedes” (Jn. 14,2-3). Mario Andrés Díaz Molina: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule.

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