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miércoles, 27 de mayo de 2009

SARA ROSA CAMPOS CONCHA POESÍA INGENUA Y PROFUNDA (IV Parte) por MARIO DÍAZ MOLINA.

Sara Campos, pertenecía a la clase media chilena y su visión poética no era ajena a esta situación socio-cultural. Ella exalta el mérito, el esfuerzo profesional. En su propuesta romántica la configuración del mito social predomina sobre la elaboración ideológica. Sin embargo, no pierde el sentido de la realidad social e histórica. Esto es posible constatarlo
a través de una lectura inteligente de su poesía. Por mito social se puede entender una construcción intencionada de la realidad, que tiene una raíz más instintiva que racional, pero que no es anti-racional. Es decir, es posible seguir la secuencia de la construcción con elementos de racionalización que hacen posible una visión legible o lectura palpable de esta realidad. Lo anterior se da en la creación poética de Sara Campos. Su poesía no la escribió para satisfacer los intereses de un partido político determinado ni hacer proselitismo a favor de una ideología. Esto es muy claro, pero no se escribe en un vacío social. La poesía no puede ser asocial, refleja en sus expresiones o en sus omisiones el fondo cultural del autor o autora. De la misma manera que votar nulo en una elección, es rechazar, de alguna forma, las alternativas que se proponen para cambiar algún aspecto de la realidad que seguirá fluyendo y que no podrá dejar de tolerarse o aceptarse. La neutralidad no existe en este ámbito social del lenguaje humano. Sólo se puede renegar de una dimensión constitutiva de nuestro ser, precisamente, porque se posee. La literatura es una erupción que emana del trasfondo de la vida social-política-económica-cultural, de la cual surge el poeta o poetisa. Estos criterios se pueden aplicar a la poesía de Sara Campos. En el poema Don Manuel Rodríguez, Sara segrega su alma romántica, su patriotismo fundamental sobre el cual le canta a un hombre legendario, prototipo de un chileno generoso, con conciencia social, con una ideología libertaria y humanitaria; un revolucionario, modelo para nuestro tiempo o para el futuro de una lucha liberacionista que, para ser tal, tendrá que ser dirigida por líderes que no estén enceguecidos por el odio de clases que impide leer la historia con sabiduría y talento político y militar. Manuel Rodríguez no era un santo, pero su perspectiva valórica se nutría del catolicismo histórico y de las relecturas que en este medio cultural-religioso fue posible hacer, desde el pensamiento ilustrado francés. Los cristianos católicos de la época, que tuvieron conciencia de los derechos del hombre, entre ellos Rodríguez, leyeron el evangelio aplicado al momento.

POEMA: “DON MANUEL RODRÍGUEZ”
“Guerrillero patriota, joven de treinta años, pleno de energías, de ideal y humor, por la independencia de la patria amada entregó su ardor. Dio su habilidad, agilidad, astucia, su gran magnetismo, toda su atracción; tanta simpatía, todo su heroísmo, todo el corazón. Él era abogado, licenciado en leyes que supo lograrlo a empuje y tesón. Siempre con argucias, siempre discurriendo, tal su vocación. De oratoria fácil, de palabra fluida, para encender ánimos, convencer razón; desmoralizados por la reconquista oyeron su voz. Todos los caminos Don Manuel pasaba, portando mensajes de liberación; en la cordillera no hubo vericuetos que él no conoció. Su alma vibrando, su labio silbando, su boca entonando traviesa canción, nunca estaba triste, siempre alegre, alerta, la patria lo vio. Entre el pueblo andaba y éste le ayudaba, le reconocía su innato valor; casi lo adoraban y le veneraban su dedicación. Vivía entre el pueblo, con él departía y él, en sus disfraces, al pueblo imitó, lo hacía con gracia, con gran picardía y nunca falló. Cuántas ocasiones salió a vender velas y a vender tortillas, con listo pregón y de la calesa, abrió la puerta a Marcó del Pont. Tantas, tantas veces, del feroz San Bruno, que lo perseguía con saña y rencor, huyó disfrazado de cualquier borracho que al cepo llegó. Otras, cuántas veces, era misionero o era sacerdote de retraída acción; tocando las cuentas de un santo rosario, con gran devoción. Y por los caminos por donde él pasaba, dejaba en los aires perfumes de amor: cual galán eterno, siempre el preferido, siempre un picaflor. En las montoneras y entre las guerrillas que él organizaba, siempre intercedió; hasta los bandidos dieron, Neira y otros, su cooperación. Ya estaba en el norte, enseguida al este, ahora en la costa, cualquier dirección; era cual fantasma que está en todas partes, dando confusión. San Martín lo enviaba a sonsacar datos; él iba a Mendoza, riesgos y actuación; traía a los patriotas grandes esperanzas de emancipación. Y cuando la patria ya era casi libre y ostenta el gobierno el Supremo Director, Manuel, prisionero, llevado en engaño, en Til-til calló. Lo dejaron suelto como un gorrioncillo y que alzara el vuelo como Dios mandó; pero un alevoso tiro, traicionero, su espalda hirió. Y allí, sobre el suelo de la patria amada, que tantos desvelos siempre le ofrendó, como un pajarillo herido en el alma, su cuerpo sangró.”
Manuel Rodríguez es un patrimonio nacional, del cual no se pueden apropiar los que usan la violencia en forma anti-histórica y arrastran a los sectores populares a un conflicto que termina en una masacre de ellos mismos.
No era esta la estrategia del guerrillero. Su acción bélica era racional y sabía luchar contra los poderosos. Sara Campos, captó esta cualidad del prócer popular chileno. Con ella somos rodriguistas en su real sentido.

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