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domingo, 31 de agosto de 2014

EL DERECHO DE LOS POBRES Y LA RECEPCIÓN GRATUITA DE LOS SACRAMENTOS.

EL DERECHO DE LOS POBRES Y LA RECEPCIÓN GRATUITA DE LOS SACRAMENTOS. Reflexiones Teológicas Dominicales. 31-agosto-2014. Se afirma con mucha convicción, los Sacramentos de la Iglesia no se venden. No tienen precio. Querer comprar o vender, por ejemplo, el Cuerpo de Cristo, es un absurdo, me decía un joven sacerdote, hace unos días. La Gracia Divina es invaluable pues consiste en la participación de la misma Vida Divina. ¿Es razonable decir esto? Sí, desde la “racionalidad de la fe” es verdadero. Pero, hay otros aspectos que hay que tratar. 1.- Este mismo sacerdote me comentaba: en una Misa de Bodas, los dos Sacramentos: Eucaristía y Matrimonio, son absolutamente gratuitos. Pero el sacerdote oficiante merece sus honorarios. Le respondí: o los necesita. ¿Cuánto gana un médico en una hora?, ¿Cuánto vale una hora de trabajo de un arquitecto o de un sicólogo? Preguntó mi amigo sacerdote. Insistí: pero la gracia divina no tiene precio. Pero la ceremonia en la que se confieren los Sacramentos sí tiene un costo que evidentemente debe pagar el que lo solicita. Me respondió el consagrado. Entonces le propuse ir a ciertos detalles sobre este tema tan delicado, porque lo es. Conversamos sobre los creyentes que a veces no pueden pagar el estipendio. Se llama "estipendio" por no llamarlo limosna o propina. También hay que preguntarse, en esta comparación del sacerdote con un profesional. ¿Cuánto gana un obrero rural? ¿Cuánto gana un trabajador temporero, mujer u hombre? ¿Una persona que no tiene trabajo? 2.- Ubiquemos este tema en un contexto concreto: las bodas, por ejemplo, incluyen muchas cosas que hay que pagar honestamente: flores, cantores, alfombras, luz, empleados, trámites, limpieza, etc. El mantenimiento de un templo también exige cosas como reparaciones, limpieza, etc. Eso es común en restaurantes, cines, teatros, hospitales, transportes, etc. En un restaurante por ejemplo, no tan solo estamos pagando el costo de los alimentos sino todo el servicio y el inmueble. Es un razonamiento económico fríamente realista. 3.- Pensemos en este otro aspecto de este tema: un ingreso común en las parroquias son las donaciones que dan los fieles por la celebración de sacramentos, exequias o por la utilización de los velatorios. Se dice: “el ministro no debe pedir nada por la administración de los sacramentos fuera de las ofrendas determinadas por la autoridad competente. Y se agrega: “el ministro, ha de procurar que los necesitados no queden privados de la ayuda de los sacramentos por razón de pobreza”. Sobre los necesitados que son los pobres ¿Qué es lo que se hace realmente? 4.- Pero, quiero insistir en otro elemento de este breve análisis: “Podemos decir que el sacerdote vive de las ceremonias, porque es el momento en que el fiel recompensa a su ministro de todo lo que hace por la feligresía. Es cuando el sacerdote percibe algo por las horas gratuitas en el confesionario, por las consultas, en su oficina, por los cursos o pláticas, por el tiempo empleado en administrar la parroquia a su cargo, por las visitas a los enfermos, a los hospitales, por las horas de estudio y las actividades que consumen sus días. Y esto es clave: “Tan solo en las ceremonias es cuando la gente contribuye al sostenimiento de sus sacerdotes” ¿y la contribución a la Iglesia o el 1%? Esto último es muy relativo. Una mínima parte de los católicos paga el 1%. En términos prácticos ¿son gratuitos los servicios del clero? Definitivamente no. 5.- Hay otro tema importante que se menciona aquí: los sacramentos. Si buscamos en la Biblia la palabra "sacramento" no la encontraremos, por lo menos en el sentido que hoy le damos. Pero esto no quiere decir que no tengan fundamento bíblico. De hecho todos ellos fueron instituidos por Nuestro Señor Jesucristo. La palabra sacramento es de origen latino, los cristianos la usaron desde los primeros años para significar lo que se refería a los signos litúrgicos, celebraciones eclesiales y a los hechos sacros. Es decir, a los actos de culto. Pero con el correr del tiempo, esta palabra se dejó para referirse exclusivamente a los signos sagrados instituidos por Jesucristo. San Agustín, que vivió en el siglo IV, fue quien más contribuyó a la clarificación del concepto de "sacramento" y no fue hasta el siglo XII, que se fijó el número de sacramentos como siete. Los sacramentos, como hoy los presenta la Iglesia son: Actos salvadores de Cristo, que la Iglesia comunica al hombre mediante signos sensibles. Y un signo sensible es un símbolo. Y un símbolo es una expresión figurada y visible o representación sensible, de una realidad invisible. El valor de un símbolo no está en lo que él es de por sí, sino en lo que indica, en lo que representa. No son simples ceremonias. Ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del cuerpo de Cristo y a dar culto a Dios, los sacramentos no solo suponen la fe, sino que también la fortalecen, la alimentan y la expresan con palabras y acciones; por eso se llaman sacramentos de la fe. Los sacramentos nos dan o aumentan la Gracia Divina. Son el mismo Cristo que nos bautiza, perdona, alimenta espiritualmente con su amor, etc. 6.- Ahora puedo ir a lo que motivó realmente este artículo y es parte de su título: hay un sacerdote que es esclavo del dinero y se olvida o ignora culpablemente lo que dice el Código de derecho canónico en el Canon 848: “Fuera de las oblaciones determinadas por la autoridad competente, el ministro no debe pedir nada por la administración de los sacramentos, y ha de procurar siempre que los necesitados no queden privados de la ayuda de los sacramentos por razón de su pobreza”. Esto se lo comenté a mi amigo sacerdote y él, me pregunto: ¿Qué hace el Obispo? Aquí no escribiré mi respuesta. Pero, esto es lo que ocurre en una parroquia de mi Diócesis: sólo un caso entre otros. Un hombre pobre pidió un servicio fúnebre, pero no le alcanzó el dinero para pagar la tarifa. El cura simplemente no celebró la ceremonia. El pobre hermano, fue a otra parroquia y logró pagar menos y su familar fallecido pudo ser despedido por sus deudos según la piadosa tradición que para estos casos ha reglamentado la Iglesia. ¿Qué diría de esto el Papa Francisco? Y no es el único caso. En algunas parroquias de Santiago se cobra $300.000 o más por un casamiento. Por dar un ejemplo. ¿Qué pobreza viven estos curas? ¿Un pobre podría casarse en esas parroquias? ¿De qué Iglesia Fraternal hablan esos curas? ¡Pobre Iglesia Católica! ¡Pero, Cristo purificará a su Iglesia! Es de fe: el mundo no la vencerá. Los creyentes sinceros y santos nunca han dejado de dar testimonio de Cristo Resucitado, que venció al mal. Mario Andrés Díaz Molina: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule. Estudiante de Magister en Ciencias Religiosas y Filosóficas. Mención Filosofía. UCM.

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