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domingo, 4 de octubre de 2015

La mejor manera de defender a la Iglesia ¿Es el encubrimiento del abuso de algunos de sus miembros? Reflexiones Teológicas Dominicales. 4-octubre-2015.

La mejor manera de defender a la Iglesia ¿Es el encubrimiento del abuso de algunos de sus miembros? Reflexiones Teológicas Dominicales. 4-octubre-2015. Hace unos años, mientras terminaba mi carrera de pedagogía en Religión y Filosofía en la UCM, Talca. Publiqué una carta abierta que tenía como objetivo motivar a un párroco de Linares que me había revelado la “doble vida” de otro párroco de esta Diócesis. En esta publicación le pedía que formalmente denunciara a este sacerdote, que él, caracterizaba como un abusador sexual, homosexual, borracho, corrompido por la sed de dinero, un mal ejemplo para la sociedad, especialmente para los jóvenes y sobre todo un peligro permanente para los niños y adolescentes que pudieran estar a su alcance. Nada hizo este párroco, que a su vez fue acusado de ser un abusador. Aparentemente todo quedó en nada. La desconfianza entre muchos fieles de Linares, es evidente. No me refiero a los que atacan a la Iglesia desde afuera, sino a los creyentes que necesitan creer, esperar y amar en un ambiente, fraternal, sagrado y seguro, como podría decirlo el papa Francisco. También, es evidente la “sensación de impunidad” que miles de personas sienten como un “lastre que oscurece la forma” como algunos clérigos están abordando o han abordado estos graves delitos y el dolor moral asociado a una “sensación de impotencia”, de “no poder hacer algo efectivo” que muchos católicos hemos experimentado o experimentamos frente a hechos de esta naturaleza que a veces encontramos en el camino de nuestra vida. ¿Qué hacer? 1.- Con no poca repugnancia recuerdo el comentario de un sacerdote, que reaccionó con un “espíritu de cuerpo”, frente al caso que menciono al inicio de este artículo: “él no puede denunciar a un colega” y un “profesor de religión tampoco debe denunciarlo”, “la gente ama a su Iglesia y no quiere dañarla más de lo que está”. Es decir el secretismo es casi un deber y “tapar los vicios de algunos curas” es un acto de “amor a la Iglesia”. ¿Y las víctimas de abusos? Un cardenal dijo: refiriéndose a “unos abusados” que no eran niños o menores de edad “sabían lo que hacían, comentó”. ¿Eso es todo? ¿Denunciar estos abusos es traicionar a la Iglesia? ¿No se hace irrespirable el ambiente moral de la Iglesia, el saber que hay un abusador en el clero y que es un secreto a voces y pareciera que nada se puede hacer? ¿No es esto lo que está dañando a la Iglesia católica? 2.- La Iglesia Católica, ha sido siempre perseguida y esta constante se terminará al final de la historia. Los sacerdotes y consagrados en general, son objeto de ataques y calumnias. Pero, no todo es persecución o calumnia. Encarcelar al “cura tato” por abusos sexuales, no fue una persecución. “Enclaustrar” en un convento o monasterio a un abusador, con la pena o penitencia de rezar diariamente por sus víctimas, se siente como una burla o una “caricatura de castigo”. No es una calumnia. ¿Qué testimonio de conversión y penitencia está dando el tristemente famoso “cura Karadima” viviendo en un ambiente bastante cómodo? Este siniestro personaje era considerado como un santo por sus discípulos. Y es probable que algunos de ellos lo sigan considerando una víctima, a juzgar por sus “cartas apologéticas” que enviaron al Vaticano y solamente “acataron” las “órdenes verticales de arriba” y “convenientemente guardan silencio” de lo que realmente piensan de su “formador”. Esta es la duda que no pocas personas tienen hasta el día de hoy. Los enemigos de la Iglesia son oportunistas y evidentemente usan estos casos. ¿El secretismo se justifica por este motivo? 3.- El 13 de abril del 2013, una abuela muy afectada nos reveló a mí y a mi esposa, que “su nieto había sido abusado sexualmente por el segundo párroco que se menciona aquí”. Su nieto fue monaguillo. Escuchamos con mi señora, los detalles y como quedó este adolescente. Nos comunicó que habían intentado comunicarse con el Obispo, pero no supieron llegar y al parecer esto hizo abortar el intento. Le sugerimos que denunciara este hecho ante un tribunal civil. Quedó de hablar con su nieto. Desde entonces he hablado con sacerdotes, para compartir este hecho y poder hacer algo efectivo y abordarlo como corresponde. Pero, han pasado los largos meses y siento que nada he podido hacer. No he podido hablar personalmente con esta persona, que ahora es un joven y cuando sufrió este abuso era un adolescente. Siento a la Iglesia que está más cercana, como un “ambiente de impunidad”, donde podemos estar rodeados de cientos de católicos, pero completamente solos para asumir estos casos de conciencia que “golpean brutalmente el corazón mismo de la moral” que se dice que hay que vivir o intentar vivir. Estoy muy decepcionado por lo que está ocurriendo en la Iglesia y “soy católico gracias a Dios y al testimonio que desde niño recibí de mi santa madre” y comparto con mi esposa, el “dolor moral” de la impotencia que se siente por no poder hacer algo efectivo frente a estos hechos tan nefastos. Me siento más en la frontera de la Iglesia, que en una “Iglesia institucional” demasiadas veces muy poco fraternal y si muy verticalista y autoritaria, controlada por unos pocos. Conclusión: Creo sinceramente, que el ocultar un abuso de un sacerdote y ver las denuncias por abuso sexual o de otro tipo, como un querer hacer daño a la Iglesia o al prestigio de los sacerdotes o grupos parroquiales, etc. es un grave error y además, es una complicidad y así lo ven millones de personas. ¿Por qué el Papa Francisco ha creado un tribunal en el Vaticano para investigar estos abusos sexuales de miembros del clero? ¿Será por querer ser simpático o porque hay demasiado secretismo que está “pudriendo” de alguna manera, la vida interna y pública de la Iglesia? El sacerdote, que me comentó con “espíritu de cuerpo” sobre los dos párrocos mencionados aquí, es un formador y publica comentarios de documentos de la Iglesia. Lo leo a veces, pero es como si leyera a un fantasma, me cuesta llamarlo “padre”, prefiero decirle señor. ¿Cómo podría considerarlo un “padre”? ¿Qué valor tiene su supuesta “paternidad espiritual o pastoral”? Este sentimiento, no parece ser marginal entre los católicos de hoy. ¡Qué se entienda alguna vez: el secretismo eclesiástico, que es un encubrimiento o una complicidad, está matando la “paternidad espiritual de los curas, obispos y cardenales” y la “maternidad de la iglesia” y esto, es grave, porque necesitamos “padres espirituales” y la Iglesia, “cuerpo místico de Cristo”, tiene que ser depurada para ser “fiel Esposa del Señor y Madre, en Cristo, de todos los creyentes”! (*) Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule. (Este comentario fue publicado en El Heraldo, diario local de Linares, el domingo 4 de octubre del 2015)

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