Entradas populares

viernes, 5 de octubre de 2012

MATRIMONIOS Y DIVORCIOS: MUCHAS PALABRAS Y POCOS TESTIMONIOS.

MATRIMONIOS Y DIVORCIOS: MUCHAS PALABRAS Y POCOS TESTIMONIOS. Cuando Jesús habló a los discípulos sobre la indisolubilidad del Matrimonio, éstos le respondieron: “Si ésa es la condición del hombre con la mujer, más vale no casarse” (Mt. 19, 1-12; Mc. 10, 2-12). Así que los problemas matrimoniales no son de nuestra época solamente. “Lo que Dios unió no lo separe el hombre”, nos dice el Señor. Pero la unión del hombre y la mujer vive amenazada por la discordia, el espíritu de dominio, la infidelidad, los celos y conflictos que pueden conducir hasta el odio y la ruptura” (CIC #1606). Entonces “puede parecer difícil, incluso imposible, atarse para toda la vida a un ser humano. Por ello... los esposos que, con la gracia de Dios, dan este testimonio (de fidelidad), con frecuencia en condiciones muy difíciles, merecen la gratitud y el apoyo de la comunidad eclesial” (#1648). “Existen, sin embargo, situaciones en que la convivencia matrimonial se hace prácticamente imposible por razones muy diversas. En tales casos, la Iglesia admite la separación física de los esposos y el fin de la cohabitación. Los esposos no cesan de ser marido y mujer delante de Dios, ni son libres para contraer una nueva unión” (#1649). “Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro comete adulterio” (Mc. 10, 11-12). “La Iglesia mantiene, por fidelidad a la palabra de Jesucristo, que no puede reconocer como válida una nueva unión, si era válido el primer matrimonio. Si los divorciados se vuelven a casar civilmente, se ponen en una situación que contradice objetivamente a la ley de Dios. Por lo cual no pueden acceder a la comunión eucarística mientras persista esta situación... La reconciliación mediante el sacramento de la Penitencia no puede ser concedida más que a aquéllos... que se comprometan a vivir en total continencia” (#1650). Ante situaciones conflictivas, la Iglesia afirma que “es preciso hacer todo lo posible para llegar a una reconciliación… Conviene ayudarles a tomar en cuenta la posible nulidad de su matrimonio… La Iglesia, fiel a la enseñanza de nuestro Señor (ver Mc. 10, 2-9), no puede expresar signo alguno, ni público, ni privado, que significara una especie de legitimación de la nueva unión.” Entre las sugerencias a los Obispos: “Exhortar y ayudar a los divorciados que han quedado solos a ser fieles al Sacramento de su Matrimonio … Invitar a los divorciados que han pasado a una nueva unión a reconocer su situación irregular, que implica un estado de pecado y a pedir a Dios la gracia de una verdadera conversión … para comenzar poner fin a esa situación: mediante un diálogo de fe con la persona con quien convive, para un progreso común hacia la conversión, exigido por el Bautismo, y sobre todo mediante la oración y la participación en las celebraciones litúrgicas, pero sin olvidar que, por ser divorciados vueltos a casar, no pueden recibir los sacramentos de la penitencia y de la Eucaristía”. Recordemos que el Matrimonio es un camino de santidad y, como tal, tiene sus exigencias y cruces. De allí que el Papa Juan Pablo II, hablando a los jóvenes sobre la elección de la persona con quien compartir la vida, les dijo así: Toda persona humana es inevitablemente limitada: incluso en el matrimonio más avenido suele darse una cierta medida de desilusión... Sólo Jesús, el Hijo de Dios y de María, la Palabra eterna del Padre, puede colmar las aspiraciones más profundas del corazón humano”. (JP II, 20-agosto-00) Esta doctrina no se reduce a un tema de razones contra razones o no se define su validez en una mera discusión argumentativa. El cristianismo es primero un testimonio de quienes lo anuncian. Frente a la crisis de miles de “parejas católicas” que cuestionan la vigencia del matrimonio indisoluble, porque conviven con otra pareja o viven “sexo ocasional o sin compromiso”, esta doctrina parece no tener piel humana. Por otro lado, el escándalo de los obispos abusadores, el homosexualismo activo de sacerdotes, el “genitalismo casi público” de otros u otras que juraron en vano ante Dios un celibato y castidad no asumidos, el alejamiento de sectores importantes de fieles de parroquias y capillas, cada vez más evidente, y las señales que están dando algunas “caras visibles de la Iglesia” de estar entrando en un “nuevo aislamiento apologético de la Iglesia Jerárquica”; hacen necesario que esta realidad sea contrastada por la “Santidad” de quienes la denuncian y en la medida que no hay santidad, al menos debe haber humildad para anunciar esta doctrina. Lo peor que le está pasando a la Iglesia actual que predica su doctrina evangélica sobre el matrimonio o celibato o ética social, no es la calumnia o la persecución anti-católica. Es la mediocridad, a veces muy acentuada de no pocos de sus “personeros” más visibles. Porque, un sacerdote agradable y simpático es eso: agradable y simpático, pero solamente la santidad deja huellas y es un modelo, lo demás se suma a esta sociedad centrada en el deleite y consumismo y es efímero. Hay “secretos a voces” que no son asumidos o investigados, porque se abusa de un legalismo canónico que se hace farisaico. Ejemplo, se tienen indicios de abusos de un cura x, no solamente sexuales, pero la formalidad legal o canónica más bien impide abrir una investigación efectiva y pasan los años. Otros abusan de un “amor a la Iglesia” y piden silencio. La gente sencilla contempla esta situación y sin modelos potentes para seguir, terminan alejándose “privatizando su fe”, como un mal menor o como lo único que les queda. Una vez un sacerdote me dijo: “ustedes los laicos tienen que salvar a la Iglesia”. Pero, lo que está en crisis es un modelo excesivamente clerical de Iglesia, donde los laicos no tienen mucho que decidir o controlar. Hay laicos, no son pocos, que defienden esta Iglesia excesivamente centrada en la Jerarquía. Otros sienten que son utilizados para aparentar una participación laical y quisieran otra forma real de participación. Estas últimas voces no son realmente escuchadas. Pero, lo más grave es que hay miles de laicos que se sienten fuera de la Iglesia. De una Iglesia que organiza su poder jerárquico, que pertenece a su esencia, según un modelo imperial que está agotado. Hay que armonizar lo jerárquico con una fraternidad real, sin curas-patrones, sin grupos parroquiales acaparadores de poder y cómplices de abusos. Hay casos, no todo es así, pero hay casos. Mientras tanto seguirá floreciendo una Iglesia de laicos en la periferia de las parroquias y capillas o ¿no se alcanza a ver lo que está ocurriendo: Sectas y otras creencias o grupos católicos críticos? (*) Estudiante en Práctica Profesional de 5° año de Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule. Educador Comunitario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario